20.

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Christopher se remueve perezosamente en su cama cuando el sueño poco a poco es drenado de su cuerpo y finalmente está despierto. Parpadea un poco para borrar el atisbo de somnolencia de en sus achocolatados ojos, y la primera imagen que lo recibe en la mañana es a un Zabdiel completamente dormido con el pequeño Liam acurrucado en su pecho. Acaricia con delicadeza el cabello de su hijo antes de ponerse de pie para preparar el desayuno.

El reloj en el mueble a un costado de la cama marca las 10AM y agradece infinitamente que el alfa haya sido quien atendió la última vez al bebé cuando lloró en plena madrugada, por lo que esa vez había dormido un poco más que de costumbre. Los días se le hacían sumamente agotadores ahora que su sueño pleno se veía perturbado ante la negación de su lobo de estar en reposo y mantenerse atento a su cachorro por cualquier cosa, pero jamás se arrepentía de haber traído al mundo aquella preciosa criatura.

Christopher sale de la habitación, cerrando la puerta del cuarto con cuidado de no hacer ruido. Se dirige hacia la cocina y, una vez allí, comienza a sacar los elementos necesarios para preparar el desayuno suficiente así su alfa también coma. Pone a freír en una sarten huevo con jamón porque realmente le da un poco de pereza hacer otra cosa, sumándole la falta de suministros para preparar algo más. Cuando todo ya está cocinado, se sirve un poco para él y se sienta en la mesa, dispuesto comer. Hoy él y el azabache debían ir por los resultados de paternidad y dejarían a Liam un rato con sus padres.

— Entonces tu papi dijo "oh Zabdi, eres el hombre más guapo del mundo, tengamos pequeños Liams juntos". Y no me quedó otra más que aceptar ―la adormilada pero risueña voz de Zabdiel se hace oír por el pasillo segundos antes de que ingresara a la cocina con Liam en sus brazos, el último nombrado tomando su biberón de leche.

― ¿Qué estás diciendo? ―se ríe por las ocurrencias del otro, dando luego un
bocado a su comida.

― Le cuento a nuestro hijo cómo surgió su creación.

― No seas tonto, apenas tiene dos meses.

― Mejor temprano que nunca ―dice sonriendo ladino, con su vista fija en el omega frente a él y le guiña un ojo.

Christopher blanquea la mirada, parándose para servirle el desayuno al alfa. Coloca triple porción de jamón en el pan integral que tiene en mano, para luego dejarlo sobre el plato que dejó preparado a su alcance, para cuando Zabdiel se levantaste, junto a un vaso de jugo natural.

― Vamos bebé ―toma con cuidado al cachorro de los brazos del azabache y lo
arrulla en la curvatura de entre su hombro y cuello―, dejemos a tu padre embutirse como el cerdo que es.

― ¿Después puedo embutirte?

El castaño abre los ojos sorprendido por semejante barbaridad y sus mejillas toman un sutil sonrojo. Rápidamente sostiene al cachorro con un brazo y con el otro libre intenta tapar las pequeñas orejitas de su hijo.

― ¡Zabdiel! ―le reprende indignado―, no con  Liam aquí.

Escucha la risa del alfa alzarse a sus espaldas mientras él se va para arreglarse y alistar las cosas de su cachorro. Christopher cambia el pañal de su hijo por uno seco y limpio, lo viste con un onesie que le cubre hasta los pies y es de manga larga, y sobre su cabecita coloca un gorrito azul con estrellitas blancas esparcidas alrededor.

― Eres el bebé más precioso, mi amor ―besa sus mejillas sonoramente, el pequeño de grandes ojos sonríe apenitas ante los mimos, y lo recuesta en su cuna para poder ir a preparase.

Decide primero cepillarse los dientes y luego darse una buena ducha. Una vez aseado, se mueve hacia su habitación y viste una camiseta blanca y los jeans con algunas roturas que ha dejado preparado en una pila en su cama, junto con sus vans negras de siempre. Mira su atuendo en el espejo de cuerpo completo de su armario y se siente satisfecho consigo mismo, aunque no se abstiene en aplicarse un poco de maquillaje en el rostro para ocultar las tenues ojeras debajo de sus ojos y difuminar algo de sombra oscura en sus párpados.

Ven aquí, y ámameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora