Epílogo.

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Estos últimos tres años no habían sido nada fáciles pero si especiales, como el omega diría. Criar a dos cachorros con horarios apretados y demasiadas noches de desvelo por vivir, era el doble de agotador que antes. A veces, Christopher y Zabdiel pensaban que no podían más, pero luego veían a sus hijos reír de las travesuras que hacían y el crecimiento suspiraban, sonriéndoles de vuelta.

Para el año siguiente que Liam y Alisson llegaron, ellos decidieron retomar sus estudios. Zabdiel eligió mercadotecnia, porque le ayudaría a tener un buen puesto en la empresa de su tío ―donde actualmente trabaja ―, y también le gustaba. Christopher decidió educación preescolar, porque bueno, adoraba a los niños. El omega trabaja como cajero en una estética luego de culminar sus días de estudio, una de las mejores en Alemania, así que la paga era buena y, junto a la ganancia obtenida del alfa, estaban bien económicamente hablando.

Aquel día era muy caluroso, demasiado. Christopher estaba sentando en el sillón de su casa, con un bote de helado en sus manos y siendo acompañado por Alisson y Liam, quienes estaban sentados sobre la alfombra. La pequeña aún vestía la camiseta de quizás dos talles más grande que usaba como pijama y Liam estaba sólo en pañales, ambos sostenían unos pequeños vasos llenos de helado con sus bocas y mejillas manchadas de éste. Mientras tanto, Zabdiel seguía en el patio trasero haciendo algo que el castaño desconocía.

— ¡Papi! ―la niña lo llamó desde el suelo, y Christopher suspiró cuando ésta se limpió el rostro con su ropa― Donde trabajas pintan cabellos, ¿verdad?

― Claro que sí, bebé, lo hacen ―le responde, deteniendo la acción de su hija para él mismo limpiarla con unas servilletas― ¿A qué se debe la pregunta?

― Es que... Quiero que me pinten el mío, por favor.

― ¿Por qué, corazón? ―deja en la mesa ratona las cosas y abre sus brazos, invitando a Alisson a subirse en su regazo, quien que no duda en hacerlo―, tú tienes un cabello muy bonito.

La niña hizo un pequeño puchero― Pero ni papá ni tú lo tienen. Tampoco Li.

― Tampoco nadie tiene las mejillas y los ojitos grandes como papá y tu hermano, ¿o si?

― No, creo que no ―niega con la cabeza, llevando un dedo a su boca―. ¿Eso qué tiene que ver?

― Significa que ustedes son especiales, mi amor.

― ¿Eso es bueno? ―su pequeña nariz se arruga levemente.

― Mucho más que bueno ―besa su frente y sus dedos hacen cosquillas en la pancita de su hija, provocandóle unas tiernas y escandalosas risas que lo hacen sonreír.

― ¡Alisson, Liam! ―el grito del alfa se hace oír desde afuera.

Los pequeños cachorros atienden al llamado de su padre, corriendo con sonrisas en sus rostros hacia donde él está y ambos jadean de sorpresa ante la sorpresa que les ha preparado Zabdiel.

― ¡Una piscina! ―la niña festeja dando pequeños saltitos de emoción y Liam chilla.

― ¡Sí, sí, sí! ―el más pequeño aplaude con sus pegajosas manos y aún comiendo un poco del helado, la imagen enternece a ambos mayores.

― ¿De dónde la sacaste? ―el omega pregunta mirando acusador a Zabdiel aunque su sonrisa no se borra, apoyado en el marco de la puerta trasera.

― La robé ―se ríe, viendo con cariño a sus cachorros celebrar a su alrededor por aquel regalo.

Es una piscina inflable y pequeña, del tamaño justo para que sólo ellos dos entraran y jugasen allí. Christopher niega ante las palabras dichas de su alfa y se aproxima a él, sonriendo al ver a sus pequeños muy felices.

Ven aquí, y ámameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora