19.

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— Señor De Jesús, veo que su omega no le acompaña hoy ―la agente morena lo estudia por un segundo con una ceja arqueada― Que falta de profesionalismo... ―reverencia leve, antes de estirar su mano― Roxana Miller, o simplemente puede llamarme Roxy.

― Un gusto ―sonríe con recelo y acepta su mano. Habría olvidado que aquella mujer era la misma que fue a su casa si no fuera que se presentó por nueva cuenta―, y Christopher se quedó en casa cuidando del bebé.

― Que bueno ―asiente―. Sígame, por favor.

Lo dirige a un consultorio. Ha pasado una semana desde la visita en su hogar y para hoy, estaba programada la cita para los análisis de paternidad. La mujer abre la puerta, pero detiene a Zabdiel antes de dejarlo pasar a la habitación.

― Ella está dentro. Solo... No haga algo que pueda asustarla, por favor.

Sin entender muy bien, Zabdiel asiente y ellos entran.

Lo primero que encuentra es a un doctor hablándole a una pequeña bebé, quien se notaba intranquila en su agarre, pero cuando ve a la uniformada en su campo de visión, sus brazitos se estiran ansiosos hacia ella. La mata de cabello de un profundo anochecer se hace resaltar contra su blanquecina piel. Sus ojitos rasgados le recuerdan a ella, pequeños como sus labios a excepción del inferior, relleno y rosado, idénticos a los suyos. Estuvo tan ensimismado en el hallazgo de parentescos en la indefensa criatura, que se percató tardíamente que en una esquina de su frente había una contusión apenas visible de color rojizo, y en los brazos varias marcas de golpes o algo. Aquella bebé tenía poco más de 1 año de vida, y en sus lastimeros luceros el único brillo que parecía destellar desde su llegada al mundo, era el inminente terror.

― Está bien, cariño ―quien se hacía llamar Roxy se aproximó a donde el beta tenía cargando a la niña, sostuvo una de sus manitas extendida y la acarició, el tacto suave pasando hacia su mejilla lastimada.

El lobo de Zabdiel rasgó en su pecho, desesperado, queriendo correr hasta la niña, tomarla en sus brazos y protegerla de todo lo que la rodeara.

― Ella es la pequeña Alisson.

La bebé se encoge y cierra los ojos fuertemente cuando ve al alfa desconocido caminar hasta ella.

― Está bien, Alisson―la fémina murmura, procurando ser cariñosa para que la aludida no entrara en pánico, y acaricia su espalda―, estamos aquí para protegerte, ¿mh?

Al parecer, ella entiende, porque segundos después sus párpados se alzan y dejan al descubierto unos orbes siendo contorneados por el atisbo de lágrimas que amenazan con derramarse, una de sus manitos yendo en su boca.

― Haremos esto rápido ―el doctor habla por primera vez, aunque solo se dirige a Zabdiel, quien a sido absorbido por la presencia de la bebé. El hombre la deja en brazos de Roxy y se acerca al alfa―. Necesito que abra la boca ―le indica, y él no duda en acatar la orden.

Con los guantes de látex colocados en cada mano, toma un Hisopo esterilizado y lo adentra en su boca, raspándolo primero por una de sus mejillas internas para recoger muestras de saliva, el proceso se repite en su mejilla contraria utilizando otro Hisopo, y luego guarda ambos en un sobre de papel. Realiza la misma acción con la infante, solo que como ella se negaba, tuvo que hacerlo a la fuerza, provocándole un doloroso llanto. Zabdiel realmente hizo un gran esfuerzo en mantener la compostura y no moler al doctor a golpes por ello.

― Es todo, señor De Jesús

― ¿Cuándo tendré que volver ―disimuladamente y con cuidado, pone una mano sobre la espalda de Alisson, sintiéndola temblar poquito.

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