16. Un porvenir con falsas promesas

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Lo primero que oyó Zamas fusionado al abrir los ojos esa mañana fue el canto de los pájaros en el exterior. Miró por el ventanal y vio el vasto verde brillando, las gotas de lluvia iluminadas por el radiante sol del alba, centelleando como un inmenso bordado de lentejuelas sobre la tierra. La fusión sonrió; era como el presagio de una bendición.
Al rato, los tres Zamas ya se encontraban desayunando. El paisaje después de la lluvia lograba que todos estuvieran de buen humor.

—El día está espléndido; es una señal del destino. Hoy definitivamente recuperaré mi poder —exclamó Zamas fusionado, muy decidido—. Trabajaré con todas mis fuerzas.

—Si es así, ten cuidado de no hacer volar la cabaña —sonrió Zamas.

—Seré cauto: iré a entrenar a una llanura a unos pocos kilómetros de aquí. La práctica del otro día me demostró que cambiar de ambiente puede incrementar mucho la motivación.

—Me alegra que eso haya funcionado —comentó Black, antes de beber un sorbo de su té—. Estoy ansioso por ver tu poder al 100%.

Con su resolución y el apoyo de sus contrapartes, no podía fallar.
Después de terminar el desayuno, Zamas fusionado salió deprisa hacia su ubicación; era un pequeño valle no muy lejos de la cabaña, con un terreno bastante llano y poca vegetación que pudiera ser dañada. Se paró elegantemente en el medio del terreno y empezó a trabajar sobre su ki. Primero intentó hacerlo correr por su cuerpo para concentrar su esencia; a pesar de que la cantidad era poca, debería aumentar en cuanto lograra expulsarlo. Sintió el casi imperceptible cosquilleo de la energía recorriendo su piel, devolviéndole la confianza en sus habilidades. Tenía que poder lograrlo. Con un suave movimiento de las manos, empezó a concentrar su ki entre ellas, tratando de retener la energía para poder lanzarla. En cuanto su ki encontrara una vía de salida factible, ya no tendría barreras para liberar su poder. Pasó un rato concentrando el poder en sus manos, pero no sentía que aumentara exponencialmente. Dejando salir un agudo suspiro, hizo un rápido movimiento y lanzó la esfera de ki por los aires. Sin embargo, la bola de energía sólo recorrió unas decenas de metros antes de disolverse en el aire. La fusión observó, atónita. ¿Qué había pasado ahí? Tanto rato juntando su energía para nada. Sin dejar que eso lo desanimara, lo intentó de nuevo, esta vez concentrando su esencia en su mano derecha. Esta vez, el fulgor ya era más perceptible. Sin perder tiempo, lo lanzó con fuerza hacia el suelo... sólo para hacer un pequeño agujero humeante en la tierra. Zamas fusionado frunció el ceño, frustrado. Él sentía que había poder en su interior, pero no podía sacarlo por alguna razón. Al instante se le vino a la cabeza la imagen del poder de Zeno-sama consumiéndolo, en aquella ocasión en que perdió casi la mitad de su cuerpo. Desde ese momento, su ki jamás había vuelto a ser el mismo. Frunció los labios, disgustado. No sabía qué sucedió esa vez con él, pero debía reponerse. Respiró profundamente y concentró su ki a la altura de su pecho, ayudándose con las manos; tal vez su corazón sería el mejor guía para desatar su potencial bloqueado. Pasó un largo rato así, enfocado en la sensación que nacía en su cuerpo. Cuando vio el momento oportuno, lanzó el estallido, dirigiéndolo con los brazos. El haz de luz viajó a gran velocidad pero, nuevamente, se disolvió antes de probar su capacidad destructiva. Zamas fusionado apretó los puños y la mandíbula, molesto. Su meta requeriría más esfuerzo de lo que había previsto.

El suelo de tierra se había llenado de pequeños hoyos humeantes, la mayoría no más grandes que un puño. La naturaleza circundante seguía intacta. El poder de Zamas fusionado, ausente.
El dios suspiró profundamente, cansado. Lo había intentado decenas de veces, pero no lograba encauzar su ki. ¿Era la forma de concentrarlo? ¿Falta de coordinación? ¿Algún problema al exteriorizarlo? Jamás había tenido ningún problema así antes, ni como fusión ni como sus pasados contrapartes; manejar el ki era algo natural para los dioses, ¡era la esencia misma de su naturaleza! No poder usarlo era una ofensa a su posición. Y el no poder descubrir la causa era lo más frustrante de todo.
El sol ya estaba alto, algo tapado por las nubes. Desanimado, emprendió vuelo de regreso a la cabaña. Allí, Zamas y Black estaban terminando el almuerzo.

Oportunidad contra el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora