21. Sentimientos tuyos, míos, nuestros

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—¡No vale teletransportarse! —gritó Black.

—Juju, no lo hago —respondió Zamas fusionado con una gran sonrisa.

Las dos deidades se encontraban en el aire, a unos metros de la terraza, peleando a puño limpio. Black había insistido en probar las nuevas habilidades de su contraparte, así que optaron por una pequeña contienda. En realidad, se trataba de Black transformado en Súper Saiyajin Rosé tratando de asestarle golpes varios a la fusión, que lo evadía con total facilidad, sin siquiera intentar responder. Mientras, Zamas observaba sentado desde la terraza, donde un rato antes habían estado tomando el té. No le interesaba probar el nuevo poder de su otro yo, pero se divertía observando el combate, que era más bien una presuntuosa exhibición de Zamas fusionado sobre sus verdaderas habilidades. Al menos era más inocuo que la primera idea de Black, de probar la inmortalidad del otro cercenándolo y apuñalándolo en diversos puntos, y a la que la fusión accedió con gusto. Verlos hacerse daño, así fuera ficticio, lo perturbaba un poco. Sus contrapartes a veces lo dejaban perplejo.

—Rayos, no pude tocarte ni un cabello —mencionó Black, aterrizando en la terraza y regresando a su forma base, algo cansado—. Ni siquiera podía verte cuando te movías. Tu velocidad está fuera de mi alcance.

—No te sientas mal —contestó la fusión con una sonrisa satisfecha—. Recuerda que soy tu fusión con Zamas; es lógico que nuestros niveles de poder no tengan relación. Ninguna criatura mortal o inmortal tendría oportunidad contra mí.

—No lo creí cuando lo mencionaste al llegar... pero era muy cierto —admitió el falso saiyan con algo de recelo—. Tu grandeza es difícil de explicar. Incluso teniéndote frente a mí y sintiendo tu ki... Nunca imaginé que un poder de este nivel fuera posible.

—Vaya, gracias —dijo Zamas fusionado con una gran sonrisa jactanciosa—. Mi magnificencia debe ser realmente genuina si logró sacarte un halago así de la boca.

Black chasqueó la lengua, algo avergonzado pero divertido, en lo que tomaba una galletita de la mesa y se apoyaba contra la baranda.

—Comparto el sentimiento de Black —dijo Zamas—; aunque esperaba que tuvieras un nivel alto, tus capacidades superaron cualquier expectativa que pudiera tener. Tu naturaleza divina alcanzó la cúspide de la perfección. Me enorgullece pensar que yo podría convertirme en alguien tan glorioso.

Zamas fusionado sonrió un poco más. No podría cansarse de recibir halagos, especialmente después de haber pasado tanto tiempo vedado de su verdadero poder. Finalmente había restaurado su esencia y sus contrapartes reconocían su inevitable superioridad.

—Tu orgullo es un placer para mí. Debo admitir que me preocupé por momentos, buscando liberar esto que tenía adentro. Los consejos de ambos me ayudaron —mencionó la deidad, mirando a sus dos compañeros—. Al final, entendí que no se trataba de buscar lo que yo pensaba que poseía, eso que conocía y en lo que confiaba... sino en enfrentarme a esa parte de mí que temía lo peor y me paralizaba. Recién cuando pude aceptar esa carga fue cuando mi verdadero poder emergió; reconocer lo que era parte de mí aunque lo rechazara. Entonces, pude exteriorizarlo con naturalidad. Es una pena que me haya llevado tanto tiempo entenderlo, pero me alegra haberlo hecho en el momento justo. Más allá de las fechas límites, sé que la ocasión fue la indicada.

Zamas y Black lo escuchaban con atención, serios. Ese discurso tenía una subjetividad que lo hacía aplicable a muchas situaciones.

—Ahora sí podré dormir en paz y esperar tranquilamente a que vayas por Trunks para acompañarte —le dijo a Black, dejando de lado su anterior actitud de melodrama—. No olvides avisarme cuando lo decidas. Estaré esperando ansioso por mi revancha.

Oportunidad contra el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora