6. Secreto a voces

231 36 7
                                    

La cena transcurrió sin repercusiones; Zamas fusionado le contó a Black sobre las dificultades que tenía para recuperar su ki y de cómo seguiría entrenando hasta lograrlo. Black dijo que podía ayudarlo a encauzarlo con algunos trucos simples; la fusión no lo creía posible, pero dada la insistencia de su contraparte, aceptó.
Luego de terminar con la cena y la limpieza, los dioses se dirigieron a la sala de estar. Zamas fusionado se sentó en el futón y Black en el sillón contiguo; Zamas también los acompañó, sentándose en el otro sillón, curioso por ver de qué se trataba eso.

—¿No sientes ninguna clase de ki dentro de ti? —consultó Black.

—No. Nada. Jamás me había sentido así —respondió la fusión.

—Entonces habrá que empezar desde el mero principio. Veamos... Intenta reunir tu energía en tus dedos —indicó Black, abriendo una de sus manos en frente del otro.

—Ya intenté eso. Ubiqué mis manos de todas las formas que se me ocurrieron y no logré avanzar nada.

—Yo no dije las manos, dije los dedos. Si no puedes liberar tu ki, debes tratar de encauzarlo de la forma más concreta y diminuta posible. Las yemas de los dedos son el canal ideal, ya que es el extremo más pequeño y a la vez más libre del cuerpo para que el ki circule y se libere. Mira. —Black concentró un poco de su energía en su mano y formó una pequeña esfera de ki en la punta de uno de sus dedos; una cantidad ínfima de energía ya que no deseaba hacer sentir mal a su débil contraparte. Los dos Zamas observaban interesados, a pesar de que fuera un truco de lo más sencillo—. Ahora inténtalo tú. —Black disolvió la energía en su mano e instó a la fusión a hacer lo mismo con un ligero movimiento de la cabeza.

Zamas fusionado abrió su mano y trató de concentrarse en la liberación de su energía, pero no había caso.

—No debes tensarte tanto, eso sólo lo dificultará.

Black observó que los músculos de la deidad estaban muy tensos, así que tomó su mano para indicarle que se relajara. Cuando hizo eso, una extraña sensación atravesó la piel de la fusión, provocándole un pequeño espasmo que involuntariamente lo hizo correr su mano unos centímetros hacia atrás.

—¿Qué sucede? —Black cuestionó, confundido.

Zamas fusionado estaba perplejo. Algo en ese contacto tan simple con la piel de Black le había provocado una sensación muy fuerte e inesperada, pero agradable. Con cuidado, la fusión acercó su mano nuevamente a la de Black, tocando sólo la punta de los dedos con los suyos y luego tomándola, entrelazando sus dedos con los ajenos. Se sentía tan bien. Era una calidez que nunca había sentido; distinta al poder divino, distinta al tacto común. Era... como algo que había querido hacer hace tiempo. La fusión no pudo evitar sonreír ingenuamente. Black lo observaba totalmente extrañado pero sin decir palabra.

—Zamas, ¿puedes darme tu mano? —preguntó Zamas fusionado dándose vuelta rápidamente hacia Zamas, que estaba sentado al otro lado, sin soltar a Black.

Zamas abrió un poco los ojos con sorpresa, pero no se le ocurrió nada para negarse a tan extraño pedido. Se acercó un poco sobre su asiento y tendió su mano hacia la fusión, que la tomó con cuidado, entrelazando los dedos de la misma forma que había hecho con Black. La sensación al tocar a Zamas era la misma: agradable, cómoda, produciendo una particular sensación de calidez y tranquilidad dentro de él, pero haciendo a la vez que su corazón palpitara a mucha velocidad, como si una sensibilidad especial se activara. La deidad apretujó un poco las manos de ambos en las suyas y sonrió con singular alegría. Por alguna razón, se sentía ridículamente feliz en ese momento. Zamas y Black intercambiaron una mirada de confusión, sin tener la más mínima idea de qué estaba pasando.

Oportunidad contra el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora