18. El peso de la incertidumbre

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Vastos valles vestidos de verde y amarillo, decorados con flores multicolor. Cielos insondables cuyos tonos azules no conocían polución. Pequeños animales corriendo y volando por su extensión, disfrutando de la excelsa belleza y prosperidad. El paraíso de los dioses.
De pronto, gigantescos remolinos negros rompieron desde el centro de la tierra, consumiendo todo lo que estaba a su paso. El cielo se oscureció, el día se volvió noche. Zamas fusionado observó cómo, a lo lejos, la cabaña que habitaban los dioses desaparecía junto a un torbellino. El escenario repentinamente se volvió un mar de ruinas, de donde emergieron decenas de humanos con armas y trajes de batalla, que empezaron a disparar a todo rastro de verde y blanco que hubiera en la superficie. Zamas y Black aparecieron delante para detener las hordas de mortales, pero una poderosa descarga de sus pistolas hizo explotar las imágenes de sus cuerpos en una espiral de tela y sangre. La fusión observaba horrorizada, pero no pudo hacer nada; no podía. Se echó a correr, asediado por los ejércitos que lo perseguían. Sintió que alguien se le acercaba y alcanzaba la tela de su traje, a punto de atraparlo. Su destino no sería la muerte, no. Sería peor que eso.

Zamas fusionado despertó de golpe, abriendo los ojos y jadeando en busca de aire. Le tomó unos segundos darse cuenta de que todo había sido un sueño y que se encontraba a salvo en la cabaña. Apretó los labios y cerró los ojos, intentando tranquilizarse. Había tenido la dicha de tener su primer sueño propio hace unos días y ahora tenía su primera pesadilla, algo que prefería nunca haber tenido que conocer. Desorientado, asomó su cabeza por sobre las mantas, mirando alrededor. El ambiente se mantenía tal como cuando se había acostado: oscuro, frío, impasible. No se había dado cuenta de cuándo se había dormido; sólo sabía que había pasado horas torturándose sobre qué hacer con el tema de Trunks. La incertidumbre había acabado con su estabilidad mental.

Incapaz de volver a conciliar el sueño, el dios se levantó del futón y se dirigió al ventanal, desde donde observó la tranquilidad del bosque. No podía salir, hacía frío afuera, y tener que recordar eso lo hizo sentir peor. Era tan vulnerable en ese momento. No tenía valía más allá de su nombre, otrora sinónimo de una deidad prodigiosa e inmortal.
Insomne y víctima de la angustia, la fusión empezó a pasearse por la sala, observando los muebles y adornos como si fuera la primera vez que estaba allí, perdiendo sus pensamientos en la negatividad. Nada tenía sentido ya para él. Su existencia se había basado en estar listo para cuando su oportunidad de volver al futuro apareciera; ahora que las posibilidades eran tan limitadas, su vida parecía la de un mortal más. Distraído y acongojado, siguió arrastrándose por la sala, por la cocina y los pasillos, hasta subir lentamente las escaleras que llevaban a la habitación de sus contrapartes. Cuando llegó allí y vio a la pareja, una incómoda sensación de angustia llenó su corazón. Black estaba durmiendo en una punta de la cama y Zamas en la otra, dándose la espalda los dos. Él conocía esa imagen, sus antiguos contrapartes lo habían vivido. Dormir separados por temor a los propios instintos, para luchar contra esa pulsión que les gritaba que se acercaran. Dos personas que se amaban tanto, se complementaban, se deseaban, destinadas a estar juntas... separadas sin una verdadera razón. Por temor, por capricho, por inseguridad. Era lo único que les faltaba para ser completamente felices y estaba ahí, al alcance de sus manos, mas aun así no lo tomaban, y terminaban durmiendo separados, como dos extraños compartiendo un lecho común. La distancia era la única forma de pelear contra eso que ya no podían controlar en su interior. Zamas fusionado tragó saliva, con una incomodidad en su garganta. Esa imagen lo hizo sentir peor. Él también podía sentir ese mutuo dolor. Con pasos suaves e inaudibles, se acercó a la cama, del lado que estaba durmiendo Black, y se detuvo ahí, observando a la pareja. A pesar de que él no había experimentado eso, lo extrañaba en cierta forma. Dormir en paz, sin temor de perder el propio poder, o a la otra persona, o esa larga batalla que ya parecía ganada. Dormir junto a alguien amado, así fuera que el otro desconociera eso y no pudiera realizar ningún movimiento que lo dejara en evidencia. Su nostalgia y aflicción se mezclaban. Se preguntaba cuándo podría volver a dormir con esa paz...

Oportunidad contra el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora