Tuvo la certeza, sin necesidad de más, de que lo primero que llegaría a odiar, sería su padre. Ese hombre tomó en sus brazos a Cheslay y la separó de él, mientras que ella gritaba su nombre. Quería que Dylan la protegiera, pero el pequeño estaba siendo trasladado a otro sitio, junto con la mujer tenebrosa del uniforme perfecto.
Primero ataron sus brazos y piernas a la camilla, para que dejara de luchar. Preguntaba que sucedía y por qué le hacían aquello, pero nadie respondía, únicamente lo miraban con ojos fríos y lo dejaban seguir llorando.
Dylan comprendió algunas cosas en ese momento: No todas las personas son buenas. Debía dejar de esperar que alguien lo rescatara, ya que la única persona en la que podía confiar, estaba atada a una cama, igual que él.
Podía escuchar los gritos de desesperación y dolor de Cheslay, pero no podía levantarse a ayudarla, se sentía impotente ante la situación.
Los científicos y militares se paseaban por todo el laboratorio y nadie lo miraba, solo esa mujer, quien torció la boca en una pequeña sonrisa.
Dylan quería saltar sobre ella y golpearla hasta cansarse, cualquier cosa con tal de borrar ese gesto de su rostro.
Y sin previo aviso, el dolor comenzó.
Sintió los espasmos recorrer cada centímetro de su cuerpo, doblegándolo, haciéndolo temblar y gritar de dolor. Escuchaba el pitido en sus oídos, ese que le indicaba que algo estaba mal con su cuerpo, los dientes le dolían de tan fuerte que apretaba la mandíbula.
—El ritmo cardiaco está bajando— dijo alguien.
Dylan no podía ponerle nombre a todas las voces que se escuchaban en ese lugar.
—Déjenlo así. Si es fuerte sobrevivirá— ordenó la mayor.
Aún con toda esa agonía invadiéndolo, no podía hacer nada más que gritar y escuchar los lloriqueos de la pequeña niña. Cheslay estaba viva, ella lo necesitaría cuando todo esto acabara.
Dylan apretó las manos en pequeños puños y trató de tomar una respiración profunda. A partir de ese momento fue que lo supo: Sabia que él debía ser fuerte por los dos, que Cheslay nunca lo dejaría solo y él no la abandonaría, y mucho menos con esas personas que los utilizaban.
No supo en que momento fue que lo giraron en la camilla. No se resistió, su cuerpo colgaba flácido y sin fuerzas.
¿Ya había acabado? ¿Por qué los torturaban así?
Sus ojos se abrieron y ahogó un grito repentino. Algo se abría paso por su nuca. Podía sentir las abrazaderas sostenerlo contra la camilla dura y fría. Esas cosas no lo dejaban moverse ni defenderse, estaba desesperado. El pedazo de metal frio se abría paso por alguna parte de su cabeza. Ya no sabía dónde estaba el dolor, quizá en todas partes o en ninguna.
Y lo vio. A través del reflejo en el azulejo del suelo. Quien hacia todas esas cosas a su cuerpo, quien le causaba tanto dolor, era su padre.
Un corte más y Dylan dejó que la oscuridad lo reclamara.
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Abrió los ojos. Se encontraba rodeado de oscuridad, eso no era nuevo. Aún estaba en la celda de los túneles ¿Hasta cuándo pensaban mantenerlo así?
La puerta de entrada se abrió, las bisagras lo avisaron con su rechinido habitual. Parecía ser un sonido al que podría acostumbrarse. Ya no había comida a su lado. Alguien debió recoger la bandeja mientras él estaba perdido en alguna parte de su pasado.
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Mente Maestra la saga
Science FictionNo tengo nombre. No tengo un pasado. No tengo recuerdos. Ellos me buscan. Otros me cazan y otros dicen que quieren protegerme. No sé en quien confiar. ¿En aquel que dice quererme? ¿Aquel que dice haber cruzado el mundo entero por...