2.- Separaciones:

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Sander no sabía por dónde comenzar, su cabeza estaba llena de tantas cosas y palabras que se sentía en sus oídos un murmullo similar al de un panal de abejas. Sabía que estaba de pie en el hangar, que Cheslay hablaba de algo con los gemelos, que había deslizadores saliendo. Muchos de los habitantes de la resistencia se dirigían a ellos. Sander se dio cuenta de que sus amigos ya no hablaban, que todos tomaron una posición defensiva hacía los demás, como si fueran a arrestarlos de nuevo.

Dominique se colocó del lado izquierdo de su hermana, mientras ambos tomaban una posición ya muy conocida para el tres. Cheslay se quedó dos pasos atrás, tratando de leer las intenciones en quienes entraban corriendo al hangar, con sus armas levantadas y sus trajes de combate listos. Pero ni la mentalista pudo ocultar su sorpresa cuando los pasaron y comenzaron a subir a los deslizadores, dando gritos e instrucciones.

― ¿Qué demonios pasa?― preguntó Day a Juliette, quien junto con Mirta subía a uno de los deslizadores más cercanos.

― ¿No deberían estar encerrados?― inquirió Juliette. La gemela se encogió de hombros y el paramédico pareció satisfecha con esa respuesta―. Lousen ha reunido a todos en la primera plataforma. Nos ha dado instrucciones, cada quien va con su equipo, Mirta y yo nos preparamos con los médicos ¿Por qué no están con Erick? Su sargento debe estarlos buscando.

― ¿Que sucede?― preguntó Dominique, poniendo una mano contra el hombro de su hermana, como si quisiera decirle que no desquitara su repentino enojo con Juliette.

―La ciudadela. Lo único que sabemos es que los detectores dejaron de funcionar y que el domo está roto. No responden los mensajes y...

― ¡Es hora!― gritó Mirta y tomó a Juliette de la mano, arrastrándola hacía el deslizador, donde el equipo médico ya estaba a bordo.

―Nos vamos ahora―dijo Dominique a su hermana. Él se dio la vuelta y Day lo siguió, ambos se detuvieron antes de correr y miraron atrás―. En este juego no hay mártires ni héroes― comentó el gemelo.

―Pero si tienen que morir. Asegúrense de que valga la pena― complementó Day y ambos dibujaron esa sonrisa que a Sander siempre le había parecido extraña y siniestra.

Corrieron, hasta perderse entre todas las personas. Sander no supo si lograron subir a uno de los deslizadores o si habían encontrado el de Dominique, tampoco si uno de los muchos medios de transporte que salían era el de ellos.

Logró centrarse de nuevo, cuando sintió una mano sobre su hombro. Creyó, por un momento que se trataba de Cheslay, pero al girarse vio a Josué, con su semblante enojado, aunque a decir verdad, Sander nunca lo había visto con una emoción que no fuera cólera. El tres se apartó de su toque, dejando caer la mano de Josué de su hombro. Cheslay se tensó ante la presencia del recién llegado.

― ¿Qué demonios están haciendo aquí?― espetó Josué en voz baja―. Lousen dio la orden para que partieran.

― ¿Como sabemos que no nos engañas?― preguntó Cheslay. Sander agradeció que ella estuviera ahí, porque si por él fuera, habría seguido a Josué a la primera, sin preguntar y sin saber a dónde se dirigía.

Josué hizo un sonido parecido a un gruñido, pero sacó algo de uno de los muchos bolsillos de su pantalón y se lo entregó a Cheslay. La mentalista miró lo que entregó, y Sander se acercó para verlo también. Se trataba de un pequeño cuadrado plateado con un simple botón de color negro.

― ¿Qué es?― Cheslay guardó el cuadrado y miró Josué con desconfianza.

―Lousen fue quien lo diseñó. Puede enviar una señal a otro igual, no importa la distancia a la que estén, la señal siempre llegará. Me pidió que se los entregara ¿Dónde está el uno?

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora