4.- Cicatrices.

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Me duele la cabeza. Algo palpita sobre mi sien izquierda... me doy cuenta de que es mi corazón.

Bum. Bum. Bum.

Late tan fuerte, y tan rápido que puedo sentirlo incluso en mi cabeza. Golpea mis costillas con cada latido.

Bum. Bum. Bum.

Abro los ojos, esperando ver los colores grises del Campamento... pero no. No reconozco nada de lo que hay a mí alrededor. Las paredes son cafés, no hay ventanas y un ligero olor a humedad flota por todas partes. Una lámpara cuelga del techo. Sé que estoy sobre una cama, ya que es muy blanda y unos centímetros me separan del suelo. Una manta de color rosa me cubre. Una cortina colgada donde debería estar una puerta me separa del exterior.

No hay nada más.

Respiro profundo, y me obligo a pensar en cosas buenas, nada puede ser peor que la valla, nada es peor que los experimentos, nada es peor que los castigos o el acoso de los guardias. No hay nada peor que la valla...

"Excepto lo que puedes hacer" dice.

"Podemos" la corrijo.

No quiero pensar en lo que podemos hacer, me da miedo incluso el que la voz lo mencione. Es horrible y doloroso, tanto para mí como para las demás personas.

Bajo las piernas de la cama, y me doy cuenta de que hay un vendaje sobre mi quemadura y que mi brazo esta inmovilizado con algo...

"Cabestrillo, se llama cabestrillo"

"Bien"

Deje de darle las gracias a la voz por las nuevas palabras, cuando me di cuenta de que a ella no le importaba nada de lo que yo tenía que decir.

Llevo puesta la ropa de la valla. Un uniforme de color gris y veo que los zapatos viejos no están por ninguna parte. Los necesito para correr.

La cortina se corre hacia un lado y entran dos personas.

Uno es el mismo chico de antes. Y con el viene una chica, ella es bonita, tiene los ojos grandes y cafés y el cabello castaño y corto, muy corto. Sus pómulos están remarcados y su boca rellena. Hay algo sobre su mejilla izquierda... algo que rompe la hermosura...

"Son cicatrices"

Bien, cicatrices.

−Hola− dice el chico− Me alegra que estés despierta.

Solo puedo mirarlo. Él se sienta sobre el suelo frente a mí, y la chica se recarga en el marco de la puerta. Cuando la miro a ella me sonríe.

− ¿Te preguntas dónde estás? ¿Qué haces aquí?− pregunta él.

Asiento.

−Apuesto a que ni siquiera te has presentado− lo reprende la chica.

Él se lleva una mano a la frente y se golpea.

−Lo lamento, soy un cabeza dura− sonríe para sí mismo− Soy Sander.

−Yo soy Olivia− dice ella− Pero puedes llamarme Liv.

Sander ríe.

−No, ella no puede llamarte de ninguna forma, no habla.

Olivia frunce el ceño.

− ¿Nada? ¿No dices nada?

Niego con la cabeza.

−Pero puedes entenderme.

Asiento.

−Con eso basta− ella sonríe.

− ¡Claro que no! Ella tiene que hablar y...

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora