XX: Patriota

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Era por la mañana cuando Jack se apareció en la puerta del hotel de Jane. Tocó y cuando ella abrió se sorprendió al verlo, y a la vez de manera espontánea se le formó una sonrisa en la cara. Ninguno de los dos llevaba sus máscaras, ya se les estaba haciendo un hábito verse con los rostros descubiertos. Se saludaron y Jane lo hizo pasar sin pensarlo. A pesar de que se habían visto hace un par de días la conversación fluyó como si no se hubiesen visto nunca. Ella lo invitó a quedarse a desayunar, él aceptó sin dudarlo. Entonces Jane le pidió al personal del hotel que el desayuno esta vez fuera para dos, y esperando a que llegara continuaron hablando. Pasaron de temas cotidianos a intercambiar cumplidos y halagos, aunque mucho de lo que decían iba con la intención de generar algo más en el contrario.

Al fin tocó el servicio del hotel. Cuando Jane abrió el empleado pasó con una mesita con rueditas a la habitación. Pero al ver a Jack se quedó paralizado, el pobre empleado moría de miedo por dentro, aunque el fantasma no estaba haciendo nada. Reaccionó y volvió a la realidad cuando Jane le habló en un tono elevado ya que parecía ignorar sus palabras. Se fue con rapidez demostrando su nerviosismo y la pelinegra y el fantasma se quedaron solos.

—¿Qué le pasó? —preguntó Jane cerrando la puerta.

—Eso suelo generar en los humanos. Al guardia le pasó lo mismo la vez pasada.

—Oh no, ¿tuviste problema para que te dejaran pasar? Yo le dije a Adam que tú vendrías, le di tu nombre —aquellas palabras de Jane iban cargadas con cierta preocupación.

—Sí tranquila, le costó reaccionar pero al final me dejó pasar sin problemas —la tranquilizó Jack.

—Menos mal, de todas maneras no comprendo porque se asusta tanto la gente cuando te ve —comentó ella mientras acomodaba el desayuno en la cama con una bandeja con mucho cuidado.

—¿De verdad te parece raro? —preguntó el fantasma con tono irónico señalando su cara.

—Está bien, entiendo en parte. Pero con tu máscara sólo pareces un tipo raro disfrazado de algún personaje. ¿No lo crees?

—Quizás, pero es raro. Es cómo si la gente al verme notara algo, como si se dieran cuenta que algo anda mal. Aunque con los años me he dado cuenta que no lo hacen de manera consciente, como si su parte instintiva les dijera que deben estar alertas. No lo sé, es complicado.

—Todo sobre ti es complicado —repitió Jane como dijo una vez en el bar—. Es posible, pero a mí no me provocaste todo eso que mencionas. No hay que olvidar que desperté con mi ropa rota en tu cabaña y que tienes una nevera llena de riñones —ambos rieron levemente ante el comentario de ella—. Pero a pesar de todo, no tuve miedo de ti.

—Es una de las razones por las que decidí hablarte en el bar.

—¿Hay más razones?

—Claro que sí, y las conoces muy bien.

—No lo creo, me gustaría que me las digas —dijo ella en tono coqueto. Y cuando vio que el fantasma iba a hacer un movimiento ella lo detuvo—. Espera tigre, vamos a tirar el desayuno, primero comamos y luego me las dices.

—Me haces emocionar para nada —se quejó Jack en tono sarcástico mientras tomaba una de las tazas de café.

—No te desilusiones, no dije que no —respondió ella tomando un poco de su café mientras veía como el fantasma sonreía—. Hey, casi lo olvido —dejó la taza en la bandeja—. Nunca me explicaste realmente la razón que tuviste para romper mi preciado vestido.

Entre la venganza - [Eyeless Jack y Jane the killer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora