Capítulo 3

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Pare de teclear en mi lapto al oír que tocaban y guarde el documento que hacía para apagar la lapto, justo cuando dejaba ese objeto sobre la mesita entro Narciso y me miro mal.

—¿Trabajando?

Asentí con expresión de culpa y le di una pequeña sonrisa esperando que no me diera un largo discurso. Ella con mucha calma volvió a usar sus manos para hablar.

—Estás de reposo. Nada de trabajo señor.

—Sí doctora —accedí de mala gana.

—Te traigo un regalo.

Se acercó a mí con una sonrisa de esas que se muestran cuando haces una travesura y del bolso que traía saco un frasco lleno de gelatina de fresa y lo dejo sobre la mesita para decir:

—Se supone que no deba darte esto.

—¿Por qué me lo das? —cuestione viéndola.

—Hago cosas fuera del protocolo por mis amigos —respondió mostrándome una sonrisa sincera.

—Apenas ayer te pedí tu amistad y hoy obtengo los beneficios —dije sonriendo divertido—. Imagina que lo dije en tono bromista.

—No digas que te di gelatina; me regañarían. Sabes que aquí la dan sin sabor, que asco.

—Gracias señorita, Flores.

—Por nada señor, Persson. Voy a seguir con mis rondas, otro día vengo.

Asentí y le agite una mano como despedida. Ella se volteó y salió de la habitación. Mire el frasco lleno de gelatina y tras cogerlo comencé a comerlo. Como dice mi padre: A veces un pequeño detalle puede tocar el corazón de una persona.

Dímelo con señasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora