Capítulo 31

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Noah.

Tocó mi frente con la palma de su mano, luego tocó mis mejillas y cambió su expresión, la cara de Narciso delataba que se preocupaba por mi salud.

—Tu frente está caliente.

Asentí sonriendo y ella se confundió por eso. Gracias al cielo que había aceptado verme en una cafetería.

—Parece que estar enfermo te alegrase —comentó seria.

—Bueno, estoy enfermo, eres doctora, no sé, piénsalo.

Ella abrió su boca con sorpresa y frunció el entrecejo. Volvió a cerrar su boca, se levantó y sacó dinero de su bolso para dejarlo sobre la mesa.

—Me voy. Vuelve a tu casa y descansa.

Al ver que de ella se giraba le aguante el dorso de su mano y la miré a los ojos. Ella vio su mano aguantanda y hablo.

—Tienes familia, no tengo porque cuidarte, Noah.

Le arquee una ceja y le mostré una nota que había escrito anteriormente en caso de que dijera algo así. Narciso la leyó y suspiró. La nota solo decía: Un doctor no debe descuidar a un paciente.

—Bien, te acompañaré a tu casa, Noah.

Sonreí al lograr mi objetivo y ella recogió sus cosas haciéndome un ademán de seguirla.

...

—Noah.

Dejé de buscar la llave de mi casa en mis bolsillos cuando Narciso me llamo y fije mi vista en ella que permanecía observándome.

—¿Hablabas en serio cuando me pediste casarme contigo?

Asentí a la pregunta y en el rostro de Narciso apareció una mini sonrisa.

—¿No te parece que primero deberías haberme pedido ser tu novia?

Llevé una mano a mi nuca y asentí con vergüenza. Se me había olvidado ese paso. La última vez ella no acepto ser mi novia y ahora mismo no teníamos un nombre para lo que fueramos. Bueno, nada perdía preguntando.

—¿No estabas comprometida?

—Mentí por enojo —confesó apenada—. Quería que te fueras, pero ahora no estoy segura.

—¿Quieres ser mi novia?

—Pídelo correctamente —reclamó Narciso mirándome mal.

—¿Eso es un si? —cuestione sorprendido.

Ella frunció su rostro y dijo:

—Jamás acepte, señor tonto. Acaba de abrir tu casa.

Como estaba enojada decidí hacer caso y abrir para hacerle gesto de que entrará. Narciso negó, tocó mi frente y cruzó sus brazos.

—¿Crees que soy tonta? —cuestionó viéndome mal—. Soy doctora, ¿cómo piensas que no notaría el hecho de que estás completamente bien? Seguramente subiste tu temperatura con un truco extraño. Te podrías haber enfermado de verdad. ¿Qué tienes en la cabeza Noah?

—Te tengo a ti en la cabeza, Narciso —respondí.

—¡Entonces no trates de engañarme idiota! —gritó molesta—. ¿Qué planeabas?

—Solo quería pasar más tiempo contigo y tratar de hablar sobre... Nosotros. Sabes que odio Argentina. Sin embargo estoy detrás de ti como perro. ¿Por qué crees que sea?

—Dímelo tú —exigió.

—Es porque te quiero solamente a ti. No volteó a ver a otra chica y mira que lo intenté varias veces. A todas terminó comparándolas contigo y encontrándoles miles de fallas.

—¿Te digo una cosa? Me pasa parecido contigo. Apesar de todo soy buena olvidando personas que no valen la pena, ¿la vales tú? ¿Vales una segunda oportunidad?

—Claro que la valgo y te lo puedo probar —indiqué con expresión muy seria.

—¿Cuál es mi color favorito? —cuestionó ella.

—Azul.

—¿Cómo se me pasa el enojo? —inquirió viéndome.

—Corriendo y haciendo otros ejercicios —respondí pensativo—. También hablando con tus hermanas.

—¿Cuál es mi comida favorita?

—Las que tienen sabores suaves —contesté seguro.

—¿Qué es lo que me calma al estar triste?

—Poner tu cabeza en mi hombro, cerrar los ojos y dormir.

Ella se detuvo al oír mi respuesta y apartó la mirada para hacer otra pregunta.

—¿Cuándo te darás cuenta de que ya te perdone y estoy esperando que me pidas ser tu novia?

Sonreí y le di un fuerte abrazo. Luego me alejé para responder.

—Hoy no. Como dijiste, debo pedirlo adecuadamente. Tendrás que esperar un poco.

Narciso asintió y tras despedirse se marchó a su casa.

Dímelo con señasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora