Capítulo 23

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Noah.

Estabamos sentados en un parque. Ella jugaba con un mechón de su pelo con expresión aburrida. Yo la observaba distraerse viendo las personas pasar hasta que la vi mover sus labios como si tarareara una canción. Fije mi vista en sus labios pintados de rojo varios segundos y me quité la idea de besarla para seguir observando cada uno de sus gestos, desde como pestañeaba hasta como tamboreaba la mesa con los dedos de su mano libre.

Entonces Narciso suspiró y me miró capturandome en mi acto de observarla. Instataneamente se quedó completamente quieta y bajo la vista con una diminuta sonrisa. Cuando levantó la vista comenzo a mover suavemente sus manos.

—¿Soy bonita? —preguntó; sin dudarlo asentí—. Todos los hombres dicen lo mismo. ¿Puedes decirme tú que tengo de bonita?

Señalé sus ojos, pelo, nariz, labios y luego la señalé a ella de pie a cabeza, sin embargo no pareció complacida con eso. Probe algo diferente y señalé su pecho, pero al verla sonrojarse negué con las manos y rasque mi nuca con nerviosismo. Lo último que quería es que me considerará un pervertido.

—Tu corazón es lo más bonito —expliqué rápidamente.

—Solo lo dices para enamorarme —declaró Narciso y cruzó sus brazos.

—Lo digo porque es verdad —mencioné y eleve una mano en señal de juramento.

—Las acciones dicen más, señor —comentó con solo el movimiento de sus labios.

—Puedo demostrarte mi cariño de la forma que quieras, señorita Flores.

Narciso puso una mano bajo su mentón como pensándolo y sonrió, luego me hizo una seña de que me sentará a su lado y cuando lo hice me dio un abrazo apoyando su cabeza en mi abdomen. Yo sonreí pasando mi mano suavemente por su pelo y nos quedamos un buen rato en esa posición hasta que a Narciso le llegó un mensaje.

—Debo irme, un problema en casa —explicó rápidamente.

—¿Cuál problema? —cuestione.

—Uno llamado Camelia.

Dímelo con señasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora