Extra 2

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—¡Noah! —grite y enseguida mi esposo llego a la cocina.

—¿Si? ¿Sucede algo? ¿Estás cansada? ¿Te sientes mal? ¿Quieres que te compre comida? —cuestionó preocupado.

—Solo iba preguntarte que quieres de cenar.

—No, no y no —negó tomando mi mano—. Pediremos comida a domicilio, tú vendrás conmigo y haremos nada juntos.

—Pero hace tiempo no cocino para ti —protesté frunciendo levemente mi rostro.

Noah me sonrió y me guió hasta el sofá para hacerme un gesto de que me sentará, en cuanto lo hice él se sentó a mi lado.

—Por ahora tienes prohibido cocinar, Narciso.

—Pero...

—Pero nada —interrumpió decidido y beso mi mejilla—. Descansa cariño; si quieres algo me lo dices.

—¿Lo que sea? —indagué sonriendo.

Mi esposo asintió y yo sonreí con alegría.

—Quiero queso.

—¿Queso? —inquirió Noah viéndome raro.

—Queso motzarella —especifique y relamí mis labios imaginándome comiendo un queso derretido.

—Menudo antojo —murmuró él—. Lo que sea por ustedes.

—No seas cursi y ve a buscarme queso.

—Sí. Mata romanticismo —respondió levemente molesto—. Ahora te crees que puedes darme órdenes. Esto es maltrato.

Reí divertida, le di un pequeño beso y al oír el timbre me levanté para abrir.

—¿A dónde vas? —indagó Noah poniéndose frente a mí para impedirme el paso—. Yo puedo abrir la puerta

—Después dices que no te dé órdenes —dije divertida y llevé mis manos a mi barriga—. Exageras cariño, no estoy lesionada, solo estoy embarazada.

—¿Estás embarazada? —preguntó sorprendida mi mamá y corrió a abrazarme—. Felicidades hija, felicidades, Noah. Seré abuela.

—¿Cómo entraste? —interrogó Noah.

—Tiene llave —respondí con obviedad—. Se la deje en caso de emergencia.

—¿Cuánto tiempo tienes? —cuestionó mi madre dejando de abrazarme.

Levante la mano mostrando un dedo con vergüenza y mi madre miró a Noah con el rostro fruncido.

—¿Cómo es que está embarazada mi hija de un mes si llevaban solo un año casados? Deberían haber esperado más. Aunque ya que está en su barriga, ¡bienvenido sea!

—Esto es vergonzoso —murmuré apenada—. Cariño, dile algo a mi madre.

—¿Qué quieres que le diga? —inquirió Noah viéndome de reojo.

—No ayudas —musite molesta y llevé una mano a mi boca—. Ahora vengo.

Corrí al baño y me eché agua en la cara respirando hondo para no vomitar, entonces sentí una mano pasar suavemente por mi espalda y sonreí observando a mi esposo por el espejo.

—¿Ahora que paso?

—El perfume de mi mamá me tenía la barriga revuelta, pero no quise decirle —expliqué volviendo a ponerme derecha—. Dile que quiero descansar y que venga otro día, sé que lo entenderá.

Noah asintió y corrió devuelta a donde estabamos anteriormente. Yo aproveché que él se marchó y vomite un poco, luego limpié mi cara y sople mi nariz, finalmente fui a la habitación y me acoste en la cama. Si en el primer mes estaba así me iría mal los siguientes.

Tras un rato escuché el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse, luego oí unos pasos y sentí el colchón a mi lado hundirse. Abrí mis ojos y vi a Noah sentado observándome con preocupación.

—¿Te encuentras bien, Siso?

—Sí —afirmé dándole una pequeña sonrisa.

—¿Vomitaste?

—Solo un poco. No preguntes porque no te dije que lo haría, simplemente no quería que me vieras mal.

—Hemos pasado por mucho juntos. No tienes que fingir conmigo que estás bien y lo sabes Narciso —declaró él usando como siempre lenguaje de señas—. Tampoco tienes porque sentir vergüenza por vomitar.

—Gracias por tu comprensión.

Noah negó con la cabeza.

—Por algo soy tu esposo.

Dímelo con señasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora