Dímelo con señas

Capítulo 18 (II)

Narrador.

Narciso recordaba perfectamente cada suceso importante de su vida y lo mucho que había aguantado.

Primero sus padres se enfermeron mientras ella fingía estar alegre para que no se preocuparan. Pero duele cuidar de alguien viéndole empeorarar cada día hasta morir. El resto de su familia no la quiso así que cuando una mujer desconocida se ofreció a cuidar de la jóven se la dejaron sin pensarlo dos veces. Luego su vida mejoró, obtuvo una madre, hermanas, amigas y pudó estudiar para ser doctora.

En esos años claramente tuvo sus problemas, pero la muerte de una de sus hermanas adoptivas fue la que condujo una cosa a otra. Gardenia cayó en la depresión, la llevaron a otro país para atenderla durante un año en el que Narciso se enamoró de su ex, Samuel. El resto de la historia ya lo saben.

Fingió mucho, pero era suficiente. Un basta definitivo. No más fingir que estaba bien.

Por eso cuando tocaron su hombro y vio que había sido Noah se levantó del banco en que estaba y lo abrazó soltando las lágrimas que por mucho tiempo había escondido.

...

—¿Estás mejor? —inquirió Noah con expresión preocupada.

Narciso asintió y él paso su mano por el pelo de la chica repetidas veces en lo que ella consideraba un bonito gesto de su parte para hacerla sentir mejor.

—¿Has llorado tanto por mi hermano? —cuestionó él moviendo sus labios sin formular sonido.

Narciso negó sonriendo y uso lenguaje de señas para responder.

—Hoy desahogue todas mis penas acumuladas. Gracias, Noah.

Noah. A él le gusto ver que ella le llamará por su nombre y le sonrió dejando de acariciarle la cabeza para comunicarse.

—Supongo que ahora si seguirás siendo mi amiga, señorita Flores.

Amiga. Él mismo se había puesto en la zona para amigos. Para su suerte la doctora negó. Lastimablemente después vendría la bomba.

—No nos veamos nunca más excepto porque te vuelvas a enfermar. Un gusto conocerte, señor.

Sin más Narciso se levantó y se retiró corriendo.