CAPÍTULO 11: Mi verdad

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Todo empezó cuando tenía 5 años y escuché a mis padres discutiendo desde las escaleras de mi casa de antes. Tenía miedo, y subí las escaleras y cerré la puerta de mi habitación tan rápido como pude. Después me puse la almohada en los oídos para no escuchar nada sobre aquello que estaba pasando escaleras abajo. Estuve así hasta los 11 años más o menos.

Todo cambió cuando cumplí los 12 años y empecé 1º de la ESO. Ahí empecé a sentirme muy solo, intenté estar con mis amigos, pero no podía. Solo podía pensar en la idea de poder separarnos y no ver nunca a uno de los dos, y esa idea me atormentaba cada día de mi vida.

-Te atormentaba la idea de terminar solo con...uno de ellos, y nunca más verle al otro...-me dijo Hayley intentando entender mi situación.

-Sí, eso es lo que no quería, y sigo sin quererlo...y un día llegaron los 15 años.

-Te escucho, James-con eso entrelazó nuestras manos para que no me sienta solo.

A los 15 años de mi edad, encontré a un chico de unos 17 años en la calle, parecía triste, así que decidí acercarme a él.

El chico era de mediana estatura, ojos marrones y misteriosos, nariz completamente doblada, su sonrisa apagada, y por último el pelo recogido con un moño pequeño y rapado por abajo.

En ese momento el chico me pareció una buena persona, que le encontré en un momento de depresión y por eso cada día pasaba por esa calle a ver si lo veía, hasta que un día me habló por primera vez en muchos días. Su voz era plácida pero a la vez no, esa voz que parecía que estaba afónica por la manera de hablar. Así me hice amigo de él al instante.

Me llevaba a diferentes sitios: dentro del Big Ben, a la noria de Londres...claro, yo estaba encantado de recorrer todo Londres si hacía falta, me encantaba el sitio donde vivíamos...Pero un día no me llevó dentro del Big Ben o a la noria, no, me llevó a un bar lleno de chicos jóvenes, que eran un poco mayores que yo. No sabía qué hacer en ese momento, si irme o si quedarme ahí con ellos.

Por error elegí la segunda opción, así que desde entonces iba todos los días a ese bar. No era como los demás bares, ese era mucho más desastroso y mal cuidado: Tenía animales disecados colgados por la pared-por cierto, no me gustaba nada-, no se veía nada, y por último olía fatal, olía a todas las mezclas posibles: droga, marihuana, alcohol...

Debo decir que yo nunca bebí ni me metí nada de nada, pero yo hacía una cosa peor, y eso es lo que más impacta de toda esta historia: me metí a carreras ilegales con motos, y a parte de eso, rompía motos ajenas para ganar esas carreras...

Mi amigo y yo hacíamos apuestas para todas las carreras posibles, y así empecé a ganar bastante dinero, pero hacíamos trampas...no jugábamos limpiamente, poníamos clavos a las motos que no eran nuestras para que las ruedas se pincharan, amañábamos sus motos para que no les funcionara el freno y para que se queden descalificados...y ahí realmente empezaron los problemas serios.

Un día, estuvimos en medio de una carrera, y cuando finalizó mi amigo perdió 80.000 euros, se cabreó tanto que fuimos a romper todas las motos que encontrábamos por el camino. Aparte de eso, yo también estaba cabreado por el hecho de que mis padres aumentaban cada vez más la tensión y el tono cuando discutían.

Rompimos todas las motos que nos cruzamos en esa maldita carrera, tardamos más de 1 hora en hacerlo ya que eran más de 50 y solo teníamos un bate de béisbol para destruirlos.

Eso continuó así, hasta que un día el chico que ganó nos pilló y alguien llamó a la policía. Mi amigo y yo corrimos tanto que teníamos los pies reventados, pero él me traicionó y me dejó tirado en una esquina de la carretera, así que para ese entonces la policía ya estaba ahí.

Irresistible imperfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora