CAPÍTULO 16. PARTE II

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Mi vista se centra en una figura religiosa en específico, en esa que es la más grande y cuelga de una cruz. Ignoro completamente que comienzan a soltar mis manos de esas cuerdas horrendas, las palabras se atascan en mi garganta al ver acercarse a un señor vestido con bata religiosa. Su rostro no se me hace conocido de nada pero su cara no trae un buen semblante.

No viene en paz.

Siento mis ojos llenarse de lágrimas, decir que estoy asustada es poco.

Tardo un poco en formular la pregunta que se encuentra atrapada en mi garganta convirtiéndose en un gran nudo.

—¿Q-qué hago aquí? —mi voz sale en un susurro asustado. Las lágrimas comienzan a escapar de mis ojos, detrás del que parece ser un padre viene otro señor con bata y una señora con hábito, ambos mantienen el rostro bajo.

—Sabes que haces aquí.

—No yo... —niego despacio y doy unos pasos hacia atrás —, no sé qué hago aquí.

—Pronto será cumpleaños de nuestro señor y hemos encontrado el regalo perfecto para ofrecerle.

Entre abro los labios, niego de manera rápida.

—¿Qué quiere decir con eso? —aprieto mis labios con miedo a la respuesta.

—Si es cierto que tienes en tu vientre al heredero de Lucifer, nuestro señor nos va agradecer por la ofrenda.

Mi cuerpo tiembla, me ve fijamente antes de girar y comenzar a caminar hacia el altar, cientos de escalofríos me recorren el cuerpo.

—¿Qué ofrenda? —pregunto en un susurro tembloroso y demasiado bajo que dudo que me hayan escuchado. Siento un empujón en mi espalda para que camine.

Deshacernos de la criatura.

—No, no, no. ¡No sabe lo que dice! —me detengo de golpe negándome a seguir caminando. Unos brazos me toman llevándome a la fuerza detrás de esas tres personas hasta llegar al altar. Un grito sale de mis labios, de frustración de dolor retenido. No puede estar hablando en serio.

¡No puede!

—Cometiste un pecado hija y debes pagarlo. —se coloca frente a la mesa alta cubierta por un mantel blanco seguramente sagrado—. Súbanla y atenla bien.

—¡No! ¡Por favor escúcheme, no sabe lo que están haciendo! —sollozo desesperada, le doy un manotazo al tipo que intenta subirme a la mesa—. Entienda por favor, está cometiendo un error.

Dejo de forcejear cuando de reojo veo a la señora que se acerca a nosotros, hay algo que llama mi atención, un crucifico colgando de su cuello. Sé que hay miles de ellos en todo el mundo hasta podría decirse que existen muchísimos iguales. Unos cuantos mechones de cabello salen de su hábito de monja que cubre todo rastro de piel excepto su rostro.

Pero hay algo en el que me hace ponerle atención.

—¡Súbanla rápido!

—Tú.

Como si supiese que le estoy hablando exactamente a ella levanta la mirada asustada y lo confirmo.

Es la maldita enfermera de la universidad.

Intento levantarme cuando en contra de mi voluntad me terminan acostando en la mesa, lo único que se escucha dentro de la iglesia son mis gritos desgarradores, hay por lo menos cinco personas a mi alrededor. Con dificultad terminan amarrando mis muñecas a cada lado de la mesa igual que mis pies.

Sollozo cansada dejándome caer en la mesa, mi pecho sube y baja debido al llanto, mi cabeza duele y ni hablar de cómo es que me arden los ojos y la garganta a causa de los gritos. Ignoro lo que hablan a mí alrededor y por donde es que se mueven.

HÄEL  ↯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora