CAPÍTULO 19

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ALYA.

—Tengo hambre. —es lo primero que digo cuando nos quedamos a solas.

—¿Te sientes bien?

Asiento mientras lo veo acercarse.

—Pero tengo mucha hambre.

—¿Qué se te antoja?

—Carne. —susurro despacio.

Aun me siento mareada desde que desperté y la cabeza me punza un poco. Lo único que recuerdo de mi sueño es a mi abuela hablarme, decirme cosas que no entendía y que aun no entiendo.

Siento que dure meses dormida que tenía miedo de despertar y tener la barriga grande.

—¿Qué tipo de carne? —se acerca lentamente. Su rostro se encuentra serio, como si estuviese reteniéndose, bajo la mirada a sus manos que se encuentran hechas puños.

—Tú sabes de cual.

—Es difícil conseguirla aquí abajo.

Suspiro acomodándome mejor en la cama, mis tripas hacen sonidos extraños. Lo más seguro es que se estén comiendo unas a otras del hambre que tienen.

—De la que sea entonces, no importa.

Mis extremidades aún se sienten magulladas y cualquier movimiento me incomoda. Los agujeros que tenía en las palmas de mis manos han desaparecido como si se tratara de magia y ni hablar del que me hizo la vieja estúpida a un costado del vientre. Sé que pudo curarme Häel como aquella vez que curo mis pies pero por alguna extraña razón algo me dice que él no lo hizo.

Recuerdo todo lo que sucedió en la catedral, lo que hice, ¿cómo es que le prendí fuego a esa mujer?

No tengo la menor idea, solo recuerdo estar muy enojada como para pensar en lo que estaba haciendo y como lo estaba haciendo.

La sangre hervía dentro de mi cuerpo, merecía morir así.

Merecía morir definitivamente.

—Eso te costará caro. —su voz me trae a la realidad de nuevo, se ha acercado bastante que ahora se encuentra sentado justo a un costado de mí. Frunzo el ceño por su actitud.

—¿De qué estás hablando? ¿Estas consiente que tengo hambre y no solo yo tengo hambre sino que tu hijo también?

—Estoy consciente, Aly. —observa fijamente mis ojos, su grises hacen un contraste con la luz de las velas—. Pero como no será fácil conseguir la carne, quiero algo a cambio.

—¿Qué quieres? No debería darte nada —cruzo los brazos molesta.

—Algo pequeño —se relame los labios—. Un beso.

—¿Un beso? ¿Solo eso?

Frunzo el ceño extrañada de que me pida algo tan fácil de hacer, anteriormente ya nos habíamos besado y que me lo esté pidiendo así sin obligarme o sin tomarme a la fuerza se me hace demasiado extraño.

Se supone que es el rey del infierno y no pide permiso para hacer las cosas, solo lo toma y listo.

Se cuerpo se cierne sobre el mío cuando se acerca a la cama en la que estoy recostada, su olor llena mis pulmones de alguna forma agradable, ¿cómo es que puede oler tan bien?

Su aliento roza mi cuello y sus labios hacen ligeras caricias en el lóbulo de mi oreja ocasionando que mi respiración se agite.

Un beso oscuro —susurró.

—¿Cuál es ese? —digo confundida.

—Lo sabrás cuando te de uno.

—Entonces dámelo ya, tengo hambre.

HÄEL  ↯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora