CAPÍTULO 17

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HÄEL.

En la tierra, donde se encuentran las grandes bestias ambiciosas, deseosas de sangre oscura y espesa, existe más maldad que en el mismísimo infierno. Almas condenadas al pecado, al inframundo por cometer un mínimo error. A un sufrimiento eterno lleno de miseria en el purgatorio, el nombre de esas cinco personas se encontraba escrito con su propia sangre dentro de mi lista de almas por torturar eternamente.

Observo como arde la catedral a lo lejos, me encargue de que cada uno de ellos tuviese una muerte lenta y dolorosa, que lloren cada vez que la recuerden y sufran su martirio una vez más al llegar allá abajo. Mis hombres tienen la orden de someterlos una vez que lleguen al purgatorio, que arranquen su corazón una vez más justo como yo lo hice cuando aún se encontraban con vida.

Nadie ponía en riesgo la vida de mi heredero sin salir ileso.

Lo que nunca imagine fue que Alya se encargara de uno de ellos, sabía que estaba herida y aunque solo había visto a cuatro personas al principio percibía a la quinta por alguna parte del templo. Sentí el dolor de la castaña desde que me encontraba fuera de esa iglesia, saber que la habían torturado me hacía querer no solo quemar la catedral, sino la ciudad entera.

El poder que desprendía Alya no lo había sentido jamás, me sorprendió bastante verla parada fuera de esa mesa como si no tuviese heridas en el cuerpo, desde luego que vi como esa mujer apuñalaba su estómago, por suerte podía percibir el corazón de mi hijo fuerte y claro sin ningún tipo de daño. Sabía que por una parte ella lo protegía sin darse cuenta.

No quise meterme entre ella y la mujer, aunque me preocupara su salud quería ver de lo que era capaz, hasta donde podía llegar; vaya que me dejo sorprendido. Era la primera vez que la veía de aquella forma y ganas de estampar mis labios a los suyos de una manera nada amable no me faltaron. Pero luego perdió fuerzas por todo lo que se había debilitado y realmente no la culpaba, no sabía ni lo que estaba haciendo, era relativamente otra persona manipulando su cuerpo.

Algo que pensé que se encontraba dormido dentro de ella.

—La herida al costado de su estómago se está cerrando.

—Todas lo están haciendo, Horns.

—Tengo algunas teorías de lo sucedido mi rey.

—Me las harás saber cuándo lleguemos abajo. —comienzo a caminar con Alya en brazos.

—¿La llevara al averno?

—La llevaré a mi castillo. —observo el rostro tranquilo y manchado de sangre de la chica, mientras desciendo colina abajo ignorando a la gente que corre por las calles asustada de que este ardiendo la catedral.

Humanos hipócritas.

—Sabe las consecuencias que eso va generar, señor.

—Me importa una reverenda mierda.

Sé con exactitud lo que esto implica, lo más seguro es que el maldito de Dios ya este enterado de lo que más ha temido a lo largo de los siglos, la profecía. Y aunque no haya tenido nada que ver con los religiosos pecadores, que ahora mismo eran puro polvo detrás de nosotros, no me fiaba de nadie, en cualquier momento podría enviar a sus guerreros a destruir lo que tanto había estado esperando. Si le ocultaba cosas a Alya no era porque yo quisiera, sino porque no era momento de que ella se enterará, aún no lo era pero no podía estarlo prolongando tanto tiempo.

La castaña podría odiarme al despertar y descubrir que ya no se encontraba en el mundo físico sino en las profundidades del infierno. Pero ahora mismo me daba lo mismo si se molestaba o no, se encontraba débil sin fuerzas y si estaba inconsciente no podía opinar. Punto a mi favor.

HÄEL  ↯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora