CAPÍTULO 39

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HÄEL

Todo pasa en cámara lenta alrededor.

Las dagas igual que mis manos y la ropa se encuentran llenas de sangre, aunque el negro no lo deja resaltar.

Agitado, empujo de una patada al demonio que se me acerca rabioso, clavo el filo de la daga en su cuello y hago presión hasta arrancársela, estoy harto de todo esto.

Quiero terminar cuanto antes.

Exen y Melek se encargan del ultimo demonio, me molesta estar peleado contra mi propia familia solo por manipulaciones del ángel de la muerte. Son demonios de un rango alto que están desafiándome sin saber lo que hay detrás y no voy a explicarles, si escogieron un bando morirán de ese lado.

Cuento el tiempo en el que Abrahel respira, porque no durará mucho.

Escucho los gritos de Alya en alguna parte, limpio las dagas en mi camisa y las guardo antes de correr entre los arboles con miedo de encontrar lo peor, solloza a un costado del fuego. El olor a carne quemada llega a mis fosas nasales, no pienso preguntar qué es lo que sucedió, lo intuyo.

Me acerco a paso seguro, demasiado daño le ha hecho a mi reina en las últimas horas, ha perdido a gente importante dentro de su vida.

Entre ellas su madre.

La inspecciono encontrando algunas heridas en su cuerpo, ninguna de muerte.

—Levántate, debemos irnos.

—¡No! ¡Yo no quise quemarla!

Paso los brazos por debajo de sus axilas para levantarla, se resiste al principio dejándose llevar por el dolor. No acaba de asimilar una perdida cuando otra llega de golpe.

Observo la lanza dorada atravesando uno de los cuerpos que ya no se reconocen.

—Tú no tienes la culpa —gruño entre dientes, hago que me mire tomándola de la mandíbula, sus ojos azules se ven atormentados, tristes, sin brillo— estoy harto de esta puta situación, iré por mi hijo y haré pagar a esa escoria.

—Mi hijo.

Parpadea y parece recordar.

—Vas a quedarte aquí... —niega en cuanto comienzo— me importa una mierda si no quieres vas a quedarte.

—Debo ir, mi bebé me necesita. Seguramente tiene hambre, necesito cargarlo.

—No —sentencio decidido— vas a quedarte con Exen y van a esperarme en el averno.

—No puedes pedirme eso Häel.

—No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando —su pálida piel está decorada de rojo, aunque no tengo problemas con la sangre, en ella me disgusta, no quiero volver a verla lastimada, con heridas, con sangre— vas a esperar sentada en mi trono hasta que vuelva con Rean.

—No quiero, no voy a poder —le limpio las lágrimas y la sangre con los pulgares, pego nuestras frentes— por favor no me hagas esto.

—No pienso arriesgarte más, diste a luz hace un día.

—¡No lo entiendes! Esta aquí, lo sé —se lleva una mano al pecho— lo tiene aquí.

Solloza perdiendo la poca fuerza que le queda, no planeo que me acompañe, si no va irse por las buenas, entonces se ira por las malas.

—Mi amor, iré por Rean, te lo juro. Tienen que curar tus heridas y necesitas descansar, has resistido y luchado como toda una guerrera. No eres débil, es lo que ellos querían que pensaras, no lo eres, eres más fuerte que el puto lucifer, ya se los has demostrado.

HÄEL  ↯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora