CAPÍTULO 27

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HÄEL.

Observo a los demonios hincados frente a mí, algunos se retuercen enfurecidos por tenerlos aquí de esta manera. En algún momento fueron mis subordinados hasta que decidieron revelarse, no doy segundas oportunidades, siempre freno los problemas de raíz y ahora que mi heredero no tarda en llegar debo ponerle un alto a la guerra en el infierno. No puede ser que pasen sobre mis órdenes como si fuesen superiores, solo son escorias.

Que puedo pisar como si fuese simples insectos.

Levanto la mirada hacia uno que se encuentra más inquieto que los demás, a despotricado en mi contra desde que lo trajeron, deberían darme un premio por la paciencia que he tenido, ya le hubiera arrancado los jodidos ojos y la cabeza en un solo chasquido de dedos. Sonrío de lado cuando me insulta, ¿acaso sabe exactamente a quien se dirige? ¿Qué soy su puto rey?

Meto las manos a los bolsillos de mi pantalón negro, la camisa del mismo color abierta los primeros botones deja a la vista los tatuajes, el que más llama la atención es el ojo con una lagrima justo en el centro de mi pecho, la corona de espinas en mi cabeza adornando el cabello negro revuelto. Me vestí para la ocasión, tengo algunos asuntos pendientes que resolvería el día de hoy.

—Repite lo que has dicho.

El demonio levanta la mirada de un color escarlata, si no estuviéramos en el infierno me atrevería a decir que todos parecen estar poseídos, nunca tuve este tipo de problemas y estoy seguro de que Dios tiene algo que ver en esto. Les ha lavado la cabeza para que se pongan en mi contra.

—Nos vas a llevar a la perdición. —masculle iracundo.

—Es tu perdición hablarme así.

—¡Tu capricho nos hará miserables!

Frunzo el ceño molesto, elevo una ceja.

—Miserable ya eras.

—Nos condenaste.

—Cierra la jodida boca, ya me diste migraña —me alejo ignorando sus gritos—, todo está mejor desde que llegue yo y estará mejor muy pronto. Ustedes son los putos locos que se revelan sin ningún motivo. —observo la fila de diferentes demonios, todos de bajas jerarquías.

Me alejo hasta donde se encuentran mis guerreros que solo esperan una orden mía para que acaben con ellos, el bullicio de gritos e insultos no se hacen esperar.

Me han llamado de peores formas.

—No quiero que quede nada de ellos, los desapareces completamente.

—Como usted mande, señor. ¿Y qué hacemos con las almas recién llegadas?

—¿Qué pasa con ellas? —me recargo en un pilar con los brazos cruzados.

—Han llegado muy agresivas, me reportaron daños fuera del castillo, como si llegaran con un solo objetivo.

Frunzo el ceño confuso, aprieto los dientes haciéndolos rechinar. Cada día que pasaba me daban más ganas de hacer polvo a cada uno de los seres en el infierno, para que dejaran de tocarme los cojones.

Las cosas no podían cambiar de un día a otro, este problema había iniciado hacía unos meses sin razón alguna, se volvían locos, olvidaban su posición y solo querían destruir, verme destruido. Era como si yo no fuera su rey, Lyna estaba ayudándome con eso, trataba de calmarlos y de investigar qué era lo que estaba sucediendo.

Sospechaba solamente de una persona, de aquella que ya me había traicionado una vez, que me había hecho caer sin importar que yo no lo quisiera. Jamás pedí ser rey y mucho menos del infierno, los años me han ido enseñando lo mierda que puede ser cualquiera, no confiar en nadie por más que te lo juren mil veces, pero lo que no sabían es que yo podía ser más mierda que ellos.

HÄEL  ↯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora