Epílogo.

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Allison Rousell.
2028.

—La verdad... —Respire profundamente intentando retener las lágrimas —Aunque finjo que no lo estoy me siento preocupada.

Ella asintió con la cabeza.

—Todo esto de mi bebé de alguna forma me recuerda a Lu —baje la mirada.

—¿La policía sigue sin encontrarla?

—¿Se acuerda que le comenté que gane el juicio? —Ella asiente afirmandolo —Pues misteriosamente desde ese día no aparece, es como si se la hubiera tragado la tierra.

Mordí mi labio inferior en un intento por no sollozar. Será estupido, pero aún no podía evitar sentir vergüenza de expresar mis sentimientos frente a mi psicóloga.

—¿Y qué tal todo con su esposo?

—Increible, está preparando todo para la bebé, tiene una habitación junto a la de Lu, la cual sigo esperando que algún día pueda ocupar.

—No se preocupe tanto, puede hacerle daño al bebé.

—No puedo evitarlo, tiene solo nueve años y ha vivido un infierno, no quiero que llegue a algún punto en el que...

—Lo entiendo —Puso una mano sobre mi rodilla para calmarme.

No había notado que había estado subiendo y bajando mi pierna durante toda la seción. Vaya, necesitaba relajarme.

El reloj de la mesa sonó indicando que nuestro tiempo había acabado. Me levanté de la silla y me despedí cordialmente de la psicóloga luego de que ella me agendara una cita nueva para el siguiente mes.

El trayecto a casa fue bastante corto, al llegar deje el auto en el garaje y luego entre. En el segundo en el que abrí la puerta el aroma a galletas recién salidas del horno invadió mis fosas nasales, sonreí instintivamente.

Las tradiciones al fin y al cabo siempre lo serían.

—¡Bookjas! —Exclamó el chico al que suelo llamar Palo cuando me vió.

—¡Palo! —Exclame yo.

Él se acercó a mí y me tomo de la mano para guiarme al comedor.

—¿Como te ha ido, amor? —Me dió un corto beso en los labios antes de apartar mi silla.

Suspiré cansada.

—Me vas matar, pero quiero chocolate —Reí cuando me acercó el plato de galletas.

—¿Y si te digo que ya sabía que lo pedirías? —Sonrió él, se acercó a la cocina y en pocos minutos ya tenía una taza de chocolate caliente frente a mí.

Encendió la chimenea y se sentó a mi lado. No podía pedir mejor compañía que aquella que estaba recibiendo en estos momentos.

—Me dijo que no debía preocuparme tanto, que le hará daño al bebé —Revele.

—Te lo dije —Se llevó una galleta a la boca —Por cierto, estaba esperando a que llegarás para comentarte algo importante.

El Diario De Una Lectora ✓ [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora