Capítulo 34

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— Vamos mi amor. — Hablo apenas suelto a Pedro.

— Pe... claro, mi amor — dice Pedro cuando se da cuenta de mi intención.

Pedro me toma de la mano y caminamos hacia la salida del pasillo.

Miré hacia atrás y Henry seguía observándonos mientras nos íbamos.

— Todavía sientes algo por él, Liz.

—¡Oh, Pedro! — Suspiré. — Es complicado.

— Sé que sientes algo por él. — quedamos uno frente del otro — Cuando quieras contarme lo que pasa, estaré aquí.

— Lo sé. Gracias.

— ¿Quieres que te lleve?

— No es necesario, Petter me está esperando.

— Ok, pero por la noche te recogeré.

— Gracias Pedro, y espero que tu plan funcione.

— Eso espero.

Pedro me da un besito de sorpresa y nos alejamos.

Me doy cuenta de que Henry se está acercando, y esta vez Britney no está con él.

— Chao, mi amor — digo y le lanzo un beso a Pedro. Me voy en dirección del auto de Petter.

— ¿Qué pretendes con esto? — Me pilla por sorpresa, Henry me agarra del brazo antes de que abra la puerta del auto.

— Suéltame. — Susurro entre dientes.

— ¡Responde a mi pregunta, Liz! — Su mandíbula cruje de rabia.

— No te debo explicaciones de mi vida. — Todavía me sujeta el brazo. — Si no me dejas ir, voy a gritar, quiero ver lo que le vas a decir a tu noviecita.

— No es mi novia.

— Eso no es lo que parecía en el salón de clases. — Lo digo en tono sarcástico.

— Sólo es un polvo. — Me suelta y sigue mirándome fijamente.

— Me importa una mierda tu vida, y mucho menos a quién te cojes. — Mi voz comienza a ahogarse, respiro profundamente, tratando de mantener mi postura. — Sólo quiero el divorcio.

— ¿Estás segura?

¿Qué quiere decir? ¿Qué quiere este hombre?

Primero dice que no podemos estar juntos, luego dice que tiene que mantenerme a salvo. Y que no puede decirme lo que estaba pasando.

— ¡Me disculpa Señor McNight! — Si cree que voy a caer en su jueguito otra vez por un capricho suyo. ¡Ah! Está muy equivocado. — ¡Permiso!

Me subo al coche y doy un portazo con todo

— ¿Está bien? — pregunta Petter.

— Sí, Piti. — Me mira fijamente por el espejo retrovisor. — Vámonos.

Henry se para fuera del auto.

— Vamos, Piti. — Petter arranca el coche y nos vamos.

Estuve pensando todo el camino, no entiendo lo que quiere Henry, no voy a dejar que me manipule de nuevo.

Voy a seguir mi vida, quién sabe, quizás Pedro y yo nos enamoremos. No sé qué hacer conmigo misma. El puede no querer más a Ana.

Llego a casa y voy directamente a mi habitación, esta vez Sandra no me espera. Me ducho y me pongo un pantalón corto y una camiseta de tirantes y bajo buscando a Sandra.

— ¡Sandra! ¿Dónde estás? — Termino de bajar las escaleras y no la encuentro. — ¡Sandra! — Sigo llamándola.

— ¡Está de permiso! — Oigo su voz en cuanto entro en la cocina, me giro y está allí.

Luciendo precioso con ese traje negro y apoyado en la isla.

— ¿Desde cuándo tienes derecho a darle el día libre? — ¡¿Qué mierda estaba haciendo aquí?!

— ¡Todavía soy dueño de esta casa!

— ¡Ah ! ¡No me digas! — Utilizo un toño de sarcasmo. — No te preocupes. — Respiro profundamente. — Mañana me iré de aquí.

— Mientras estemos casados, no habrá ninguna diferencia. — Habla y empieza a caminar hacia mí. — Todo lo que es tuyo es también mío, y viceversa.

— ¡Bien, Señor McNigth! — Está cada vez más cerca, doy un paso atrás y me apoyo en la nevera. — ¿Cuál es el motivo del retraso del divorcio?

No dice nada, sólo pone su mano en la nevera, reduciendo la distancia entre nosotros, de forma que me deja acorralada, su cara está cada vez más cerca de la mía.

Sus ojos verdes me miran fijamente, su olor a madera me deja con las piernas tambaleantes, mi corazón empieza a acelerarse cada vez más.

No puedo perder la concentración, no puedo caer en sus encantos de nuevo.

Lo siguiente que sé es que nos estamos besando.

Nuestro beso es urgente y delicado a la vez, sólo sé que me necesita tanto como yo a él. Henry me tira del labio inferior con los dientes y, después de | soltarlo, desliza su lengua húmeda y suave por sus propios labios. Ese gesto me excitó más.

Las manos de Henry recorrieron mi cuerpo, y una de ellas subió a uno de mis pechos, fue fácil porque estaba sin sostén. Y con la otra mano me aprieta y sujeta firmemente el culo.

Le rodeo el cuello con los brazos, me suelta el pecho y me sujeta el culo con ambas manos, empujándome a rodear su cintura con las piernas.

Comienzo a arquear mi cuerpo hacia atrás con cada toque suyo, dejando mis pechos visiblemente expuestos al frente. Henry curva la comisura de su boca en una sonrisa traviesa, levantando mi blusa para dejar mis pechos al descubierto, y los devora con su boca, estimulando la piel fruncida de mi pezón con su lengua.

— Mmm. — Sin quererlo, dejo escapar un gemido, sólo entonces me doy cuenta una vez más de que estoy totalmente rendida a él.

— ¿Te gusta que te bese aquí? — Henry desliza sus labios sobre el lóbulo de mi oreja en cuanto lo pregunta, al tiempo que presiona mi intimidad con su miembro. — ¡Contesta, Liz! Necesito escuchar tu voz. — Me mira fijamente, sus ojos brillan, mi corazón late con fuerza.

Asiento con la cabeza. No parece convencido.

—S ... s... Sí. — Mi voz sale entre los dientes.

— ¿Quieres que continúe? — Me suelta y se aleja.

Todavía me embelesan sus besos y su tacto.

Respiro profundamente y vuelvo a la realidad, Henry se limita a observarme atentamente.

O ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora