–¿Qué tal, señorita?– resonó el saludo de Meeko en el laboratorio. Se acercó un poco hasta llegar a mi lado, miró de reojo la mesa y luego volteó a verme con el entrecejo fruncido.
–¿A esta hora no deberías estar entrenando?– preguntó.–Debería estarlo, sí... Pero decidí que hoy necesitaba espacio para mis "cosas".
–¿Te refieres a observar muestras de no sé qué por horas?– dijo señalándome.
–Me ayuda a pensar.
–Cuando estaba en el norte, solía esconder un micro-robot que emitía una linda melodía apenas audible. Jugar con él por las noches me despejaba un poco.
La miré con ternura, sabía que mis problemas podían parecer bastante tontos en comparación a lo que ella tuvo que vivir en Corea del Norte, sin embargo, parecía tan contenta de poder contarme y también escucharme, como si supiera que yo estaba reprimiendo algo más.
–Me alegra que tus noches ya no vayan a ser así nunca más; ahora eres libre de hacer lo que amas.–Pues yo, estoy adaptándome a la libertad. ¿Y tú?, ¿A qué le das tantas vueltas?
Me quedé pensativa por unos segundos, como intentando hilar mis ideas. Sentí que podía ser honesta con Meeko, tomé una respiración profunda y hablé:
–Sabes, pienso en las cosas que cambiaron, en lo que tendré que dejar atrás y en quienes me dejaron atrás a mí porque piensan que ya no regresaré... Además, lo que debo enfrentar a partir de ahora.– le dije.
–Pues, suena duro, pero cada cosa que pierdes, es un paso que das.
–He perdido muchísimas cosas.
–¡Y aún así, mira la persona que elegiste ser! Has avanzado y aquí estás.
Le sonreí con genuina gratitud; sus palabras me tomaron por sorpresa.
–Sabes, entiendo que no debe ser fácil todo esto...– continuó – pero debes saber que aunque es muy confuso ahora, también ha servido para ayudar a otros. Tu causa nos dio una nueva oportunidad y tú también tienes esa oportunidad, pero debes decidir lo que harás con ella...
–Pues estoy feliz de estar viva y también me alegra que ustedes estén a salvo, pero tengo miedo...
–Todos tenemos miedo y aunque es imposible estar en tus zapatos, créeme que tenemos una idea de cómo se siente.– Caminó un poco más hacia a mí y con un gesto amigable, me rodeó con su brazo y luego me miró dedicándome una tenue sonrisa. – Debes saber que sin importar a donde esto nos lleve, no podemos renunciar ahora. Estamos a la puerta de algo que cambiará a una generación y probablemente hará justicia a la muerte de muchos.
–Tienes razón.– Le respondí con una nueva convicción– Esto parece ser más grande que todos nosotros y renunciar no es algo que esté entre mis opciones.
–Así se habla.
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San Francisco, California.
Mansión HawthorneEn una tarde fresca y aparentemente tranquila, de repente, alguien llama a las elegantes e imponentes puertas de la mansión.
Antoine fue rápido en recibirlos, pero nunca esperó ver quiénes estaban al otro lado.
Les hizo pasar y luego, con una sonrisa y una disculpa, se fue de inmediato a buscar a Nana Ruth.
–Ruth, hay unos señores en la sala esperando y dicen que son agentes de Seguridad Nacional – susurró ansioso y preocupado.
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GOLDENMIST [editando]
Science FictionMarilyn Hawthorne, alegre, simpática y querida por todos, un prodigio de la bioquímica y futura heredera de la fortuna de su tío Marcus. Una explosión en el laboratorio dónde trabajaba lo cambio todo. Tras la fusión de un experimento olvidado y un s...