Capítulo 19

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El viento movía su hermoso cabello rubio.
Tenía los ojos entrecerrados por la fuerza de la brisa así que podía ver desde aquí sus delicadas pestañas y detallar las pecas rebeldes que bañaban su carita como una lluvia.

Un lindo sweater azul índigo se ceñía sobre su torso y unos ajustados jeans negros equilibraban todo para hacerlo lucir muy juvenil.

Se detuvo a mirarme, con esos ojos que sabían a cielo.

Tener un rostro tan angelical como el suyo debería ser ilegal. Me sonrió con dulzura y su mano pálida acarició mi mejilla.

Yo no podía dejar de mirarlo y de sonreírle de vuelta.

—Estamos juntos en esto.—le dije con una voz tan suave, que amortiguaba el peso de mi alma.

Su sonrisa le daba un aire de inocencia al que no podía resistirme, lucía tan tierno cuando sonreía así.

En ese momento supe que tenía el poder para derretir hasta un iceberg si quisiera.

Tomó mi rostro entre sus manos con extrema delicadeza, acariciaba mis mejillas con su pulgar haciendo pequeños círculos, y a mí se me ponía la piel de gallina ante su toque.

Me miraba con intensidad.

Bajó su pulgar hasta rozar mis labios y los observaba con detenimiento. De pronto se acercó, se acercó tanto que podía sentir su respiración mezclarse con la mía.

Levantó mi mentón con suavidad para poder encararlo y se inclinó hasta casi rozar sus labios con los míos.

Pero justo cuando pensé que algo más podía suceder, su silueta empezó a desvanecerse.

De la nada, se transformó en una nube de polvo dorado y un viento recio que sopló desde el norte se lo llevó.

Yo intentaba atrapar la nube.
Corría por todos lados sin rumbo, en un intento inútil de atrapar el viento.

Derrotada, caí de rodillas al suelo y lloré, lloré como si con eso pudiera traerlo de vuelta.

Mis lágrimas caían al piso sin control y no sé cuánto tiempo pasó, pero en un momento me detuve, y al mirar al suelo, noté como un espeso charco dorado se unía poco a poco hasta convertirse en una brillante lanza con una punta afilada y amenazante.

La tomé entre mis manos, temblorosa y un poco insegura.

Cuando fijé mi vista hacia adelante, encontré que un hombre alto se erguía frente a mi amenazante. Todo estaba muy borroso así que no pude distinguir su rostro, pero algo dentro de mí presentía que sus intenciones no eran buenas, todo en mi interior gritaba peligro.

Algo sorprendente es que en lugar de correr u esconderme, las ganas de enfrentarlo más una furia implacable comenzaron a arder dentro de mi pecho.

Poco a poco me levanté, y caminé hasta llegar a dónde estaba, aún no lograba distinguir su rostro, pero cuando por fin estuve cerca de él, tomé la lanza y con ella le di un fuerte golpe al piso.

La tierra empezó a temblar mientras el siniestro hombre giraba su cabeza en todas direcciones con desesperación.

Desperté enseguida, hiperventilando. Tomaba bocanadas de aire repetitivamente para tratar de controlar mi agitada respiración. Me sentía intranquila. Mi sudor brillante y los vestigios de destellos dorados impregnaban las sábanas.

Era Argus a quien ví, lo ví clarísimo.

Pero ¿Qué carajos hacía yo soñando con Argus?, ¿Siquiera era normal?

GOLDENMIST [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora