5. Señales

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Marcel, Cristopher y Martin, estaban camino al Hill Hospital. Mientras Marcel conducía, mantenían una conversación en el interior de su camioneta.

—No imaginé que todo esto podía ocurrir —dijo Martin.

—Tenía mucho tiempo sin escuchar sobre un tema paranormal —expresó Marcel.

—Así que por ese motivo no tuvo objeción con todo lo que se ha hablado —dijo Martin.

—Con esa evidencia..., es imposible no creer —dijo Cristopher.

—Hace años en Burgos fui testigo de un suceso paranormal. Era tan solo un niño.

—¿España? —preguntó Martin.

—Sí.

—¿Qué tipo de suceso? —preguntó Cristopher.

—Un joven monaguillo regresó de la muerte. Eso desató un caos. Yo viví durante años con mis abuelos en ese lugar.

—Entonces sí cree en esto —dijo Martin—. Recuerdo que dijo que no.

—Para olvidar aquello..., tuve que dejar de creer. Pero ahora lo que le sucedió a tu hija, revivió mis recuerdos.

—¿Cree que se trate de lo mismo?

—No. Ese evento provocó una lluvia de sangre. No ha caído nada extraño del cielo.

—Tenemos que concéntranos en mi hija. Debo saber...

En ese instante, el radio comunicador comenzó a emitir un mensaje.

Todas las unidades diríjanse al Hill Hospital. Tenemos un 10-33. Cambio.

En camino...

Marcel volteó a ver a Martin. Luego, tomó el radio comunicador.

—Habla el Detective Montreal. ¿Qué sucedió en el Hospital? Cambio.

Detective; no tenemos detalles precisos. Solo hemos sido avisados de una situación.

—Acaba de decir que tienen un 10-33.

Es lo que nos indicaron, Detective.

—¿Qué demonios es un 10-33? —preguntó Martin.

—Una situación de emergencia...

Martin quedó con la mirada perdida.

—Tenemos que llegar pronto —dijo Marcel, acelerando.

...

A las afueras del Hill Hospital se hallaban muchas unidades policiales. Sus puertas estaban acordonadas con varias cintas de precaución y custodiadas por dos oficiales con uniformes negros y capuchones del mismo color.

Los pacientes estaban siendo trasladados a otro hospital de Manhattan luego de lo sucedido.

Marcel aparcó su camioneta a metros de la entrada del Hospital, y los tres bajaron de prisa.

—Ustedes deben quedarse aquí.

—Yo voy a entrar, Marcel. No me importa quién se interponga —dijo Martin, con un tono de ira.

—Eso no puedo permitirlo. Te dije que son asuntos policiales. Nosotros debemos resolverlo.

—Tiene razón —expresó Cristopher.

La Sombra de MargaretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora