4. La Presencia del Mal

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En el Área de Reproducción de Evidencias, todos escuchaban atentamente a Martin.

—Es todo lo que sucedió —dijo Martin.

—Entonces se trata de un evento paranormal —expresó Cristopher—. No hay otra explicación.

—Si es así..., debemos ir al hospital. No creía en estas cosas, pero la evidencia habla por sí sola. Y tu declaración concuerda.

—Yo necesito verla, Detective —dijo Martin.

—Todos necesitamos verla. Las personas en el hospital corren peligro.

—¿Es en serio? Es mi hija de quien está hablando.

Marcel se acercó a él.

—Sí, pero esa cosa —dijo, señalando hacia la pantalla—, es indicio de que un demonio tiene sus manos metidas en esto. Ya le expliqué con el ejemplo de la sandía.

—Yo iré, sin importar lo que me digan... —expresó Martin.

—Y no voy a prohibírselo. Pero recuerde..., este es un asunto que debemos resolver nosotros.

—¡O un exorcista! —exclamó Cristopher.

—Ese fue un comentario de mal gusto —dijo Marcel.

—Lo acabamos de ver. No soy experto en cosas paranormales, pero esto debe manejarlo alguien con experiencia.

—Dejemos los rodeos y vayamos al hospital.

...

El cuerpo de Margaret Williams fue llevado a la Sala de Autopsias del Hill Hospital. Se hallaba sobre una fría camilla de metal. Su vestido beige aún cubría su humanidad.

El médico Forense: Samuel White; un hombre de 42 años, delgado, de ojos verdes y de escaso cabello, entró a la sala en compañía de Paola González; una joven migrante de 29 años, de cabello castaño, ojos pardos y caucásica. Ella era su asistente.

—Este será tu hogar las próximas horas —dijo Samuel a Paola.

—Se ve acogedor...

—Hoy tenemos la visita de una jovencita —dijo él, tomando un sobre del borde de la camilla—. Su nombre es Margaret Valeria Williams Robinson.

—¿Es la niña que cayó del Hotel Campbell?

—Exactamente.

Paola se acercó lentamente. La observaba desde la cabeza hasta sus pies. Luego, colocó la mano sobre su rostro y lo acarició con sumo cuidado.

—Es imposible... —dijo ella.

—¿Qué te parece imposible?

—Esta niña está intacta. ¿Estás seguro que es ella?

—Por supuesto. He estado esperando su cadáver por horas. Su caso no me deja conciliar el sueño.

—Eso se escuchó muy cruel.

—La vida es cruel, Paola. Eso lo aprendí desde muy niño; y de la peor manera. Tú deberías saberlo; por algo estudiaste esta profesión.

—Tuve una dura pérdida en mi vida. Eso me llevó a acercarme más a los sitios donde pisaba la muerte.

—Entonces ya entiendes a qué me refiero.

—Digamos que sí —dijo, manteniendo su mirada sobre Margaret—. Esta niña no tiene contusiones.

La Sombra de MargaretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora