6. La Revelación de lo Oculto

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Martin dormía sobre la cama de su hija. Abrazaba su manta verde con mucha fuerza. Se podían ver sus pestañas humedecidas, luego de una noche de recuerdos dolorosos en esa alcoba tan vacía. De pronto, comenzó a moverse. Se notaba inquieto. Como alguien sumergido en una pesadilla interminable.

...

Martin recorría una de las calles más transitadas de Central Park. Aquella que relucía con las refulgentes luces del Hotel Campbell. No había absolutamente nadie. Era de noche, y los faroles parpadeaban sin parar.

Él no apartaba su mirada del final de la calle. Sentía que lo observaban. Este sitio era el único que carecía completamente de luz. De pronto, unos enormes ojos rojos emergieron de aquel oscuro lugar. Parecía que alguien se acercaba lentamente, mientras los escasos faroles encendidos se apagaban, uno a uno. Rápidamente, una silueta comenzó a manifestarse y una radiante luz que parecía resurgir del lóbrego cielo, los iluminó solo a los dos. Era ella; la nefasta Sombra de Margaret. Lo veía fijamente, revelando una luctuosa sonrisa.

—¿Margaret?

El flamante Hotel Campbell comenzó a incinerarse, y podía percibir los escalofriantes gritos de innumerables personas. Algunas, suplicando perdón.

Ella se acercó lentamente, aún con esa funesta sonrisa.

—¿Qué es todo esto? —preguntó él.

—¡PAPÁ, AYÚDAME! —exclamó Margaret, desde el décimo piso del Hotel; solo ese lugar carecía de llamas.

—¡MARGARET! VOY POR TI, HIJA —dijo Martin, corriendo hacia la entrada del Hotel.

De pronto, la jovencita se lanzó al vacío, mientras él la observaba caer.

—¡NOOOOOO!

No la salvaste, Martin. La dejaste morir —dijo la Sombra, volteando tenuemente.

El cuerpo de la jovencita se detuvo, justo al frente de él.

—Papá... ¿por qué me abandonaste?

Martin se arrodilló y comenzó a llorar.

—Yo no te abandoné...

¡Si lo hiciste! —dijo la sombra, caminando hacia Margaret—. Siempre será tu culpa.

Los ojos de Margaret cambiaron a un tono blanco y su rostro empezó a quebrarse. Así, ambas comenzaron a repetir esta frase. Se podía escuchar esa diabólica voz doble.

—Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa.

—Perdóname —dijo el hombre, sollozando.

—Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa.

—¡NOOOO! POR FAVOR, NO SIGAS.

—Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa. Siempre será tu culpa.

—¡DETENTE, TE LO SUPLICO!

...

Martin se movía con desesperación, hasta que finalmente despertó.

—¡MARGARET! YO NO LO HICE. NO TE ABANDONÉ.

—¡Martin! —dijo Rachel, entrando bruscamente a la alcoba.

La Sombra de MargaretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora