2. Enfrentando la Realidad

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Martin llegó en un taxi a ese lugar incierto. Observaba muchas patrullas afuera de un edificio. Comenzó a caminar lentamente hacia la entrada de este; pero un oficial lo detuvo.

—No puede ingresar, Señor.

—Marcel Montreal me pidió que viniera.

—¿Cuál es su nombre?

—Martin Williams.

—Espere un momento —dijo el oficial, extrayendo de su cinturón un radio comunicador—. Hay un sujeto aquí que dice que el Detective Montreal le autorizó el acceso. Su nombre es Martin Williams. Cambio.

—No dije eso, solo que...

El oficial le pidió que guardara silencio.

—¿Me escuchas, Ride? Necesito confirmación. Cambio.

Afirmativo. Que suba.

—Bien..., pueda pasar. Déjenlo que acceda; Montreal autoriza. —dijo el oficial a sus otros compañeros—. Es el Nivel 2.

Martin caminó a la entrada del edificio y cuidadosamente comenzó a subir las escaleras. Su corazón latía extremadamente fuerte. Un escalofrío protervo comenzó a invadirlo repentinamente. De pronto, se encontró con un departamento repleto de agentes y personas que vestían trajes extraños de color blanco. Ingresó, observando a su alrededor.

—¡Martin!

—Detective Montreal.

—Puedes decirme Marcel. Lo que voy a mostrarte es muy fuerte. Te advierto antes de que lo veas.

—De acuerdo.

—Ven conmigo.

Montreal lo llevó a un sitio de este departamento que estaba cubierto con una cortina de plástico de color blanco. Luego de desplegar la cortina, lo que se hallaba detrás era perturbador.

—¡Maldición! —exclamó Martin.

Martin se apoyó en una pared y vomitó un par de veces.

—No me ensucies la escena del crimen, Martin.

—Lo siento, Marcel; pero no imaginé...

—Te dije que era muy fuerte.

—Ya, ya. Lo lamento —dijo Martin.

Frente a ellos, se encontraba una mujer colgada de los pies, totalmente desnuda. Su abdomen estaba abierto por completo y carecía de mandíbula.

—¿Qué le sucedió?

—¿No tienes idea de quién se trata?

—No. Y en estas condiciones, menos.

—Su nombre era Abigail García.

—¡Eso es imposible!

—¿Por qué es imposible?

—Yo...

—¿Qué sucede, Martin?

—Yo la vi hoy, en el colegio donde estudiaba mi hija. Era su maestra.

—Por eso hice que vinieras. Investigué su precedente. Una mujer muy solitaria, por cierto. Maestra de Secundaria del Colegio Harlem desde hace 8 años. Y lo más importante..., era una de las maestras de tu hija.

—Lo acabo de decir.

—Solo te menciono lo que investigué sobre esta pobre mujer.

Martin guardó silencio.

—Los vecinos dijeron que escucharon un ruido muy fuerte y luego el grito de Abigail.

—¿Y qué tiene que ver esto conmigo?

—Contigo no. Con la maldita sombra que se llevó el cuerpo de tu hija.

Marcel sacó una pequeña linterna de su gabardina, e iluminó la pierna izquierda del cadáver.

—¿Puedes verlo?

—Ese es... el símbolo que mostraste afuera del Hospital.

Efectivamente se trataba de aquel símbolo circular con la línea entre ambos. Este se hallaba dibujado en la pierna de la maestra, con unas cortadas muy profundas.

—Qué bueno que lo recuerdes. Esto me lleva a una sola conclusión... Que tu hija estuvo aquí.

—Esto no puede estar pasando.

—Escúchame, Martin; esto es un embrollo. Necesito unir las piezas. Ella fue una víctima de ese demonio. Si no consigo esclarecer lo que está sucediendo del todo, tendremos una carnicería en Manhattan en pocos días; y quién sabe en qué otro lugar de New York.

Martin suspiró y luego le habló:

—...Un día, Margaret tuvo un altercado con una compañera de clases. Esta chica empujó a mi hija y la hizo tropezar en el patio. En ese instante inició una pelea. Abigail le dio la razón a esa niña, debido a que era su sobrina. Margaret fue suspendida por dos semanas. Ella utilizó sus contactos para absolverla de toda culpa. Margaret se encerró en su alcoba durante dos días. Fue muy duro para ella; le encantaba asistir a clases.

—Ahora comprendo. Una jovencita también desapareció en el metro hoy en la tarde. Ese símbolo se reflejaba en las ventanas del vagón. Su nombre era Sharon Wayne.

—¡Es ella! La niña que peleó con mi hija.

—Eso quiere decir, que tal vez se trate de una venganza.

—Margaret no era una niña vengativa.

—No en circunstancias normales. Pero bajo la influencia de esta cosa, posiblemente sí. Necesito que me hagas un favor —dijo Marcel, entregándole una libreta y una pluma—. Es importante que anotes los nombres de las personas que sepas o recuerdes, que hayan tenido alguna situación con Margaret.

—¿Planeas una cacería?

—Si me da motivos como este, te juro que se convertirá en mi presa.

—Se trata de mi hija, Marcel.

—NO, MARTIN. SE TRATA DE SU CADÁVER Y UNA SOMBRA MALDITA, GENERANDO ESTRAGOS.

Hubo un silencio incómodo por escasos segundos.

—No tengo nombres en este momento.

—Te daré solo 24 horas. Necesito que comprendas cuán importante es esto. Quiero evitar más muertes. Debo detenerla, Martin. Luego de eso, te entregaré su cuerpo; no tendrás obstáculos.

—Si es un evento paranormal, tú solo no podrás con...

—¡Tomaré el riesgo! Ahora ve a descansar. Lo necesitas.

—¿Cómo rayos me pides que descanse, luego de ver esto?

—Intenta hacerlo, Martin —dijo, colocando la mano sobre su hombro—. Serán días muy difíciles.

Marcel caminó a su lado y luego volteó.

—Por cierto, no quiero ni una palabra a la prensa.

—No te preocupes...

Martin caminó hacia el pasillo y bajó las escaleras. Al salir del edificio, cruzó la calle y se sentó en el borde de la acera. Su mente estaba llena de interrogantes con respuestas vacías.

La Sombra de MargaretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora