4. Atando Cabos

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Martin y Molly lograron ponerse a salvo de la explosión. Él observaba desde lejos la terrible masa de fuego que cubría aquel extremo de la Avenida Malcom. Parecía que el infierno se había apropiado de ese lugar por un instante.

—¡ESTO NO PUEDE SER! —gritó Molly, mirando al cielo.

—Debes calmarte, ya no hay nada que podamos hacer.

Molly se sentó en el borde de una acera y cubrió su rostro con ambas manos.

—He perdido, Martin; me venció la Sombra de tu hija. Todo se fue al carajo.

Él se sentó a su lado.

—¿Quién eres realmente, Molly? —preguntó Martin.

—Este tampoco es el momento, Martin. Acabo de perder a mi equipo; y los dejé atrás, como una cobarde. Además, esa Sombra no tardará en aparecer para acabar con nosotros también.

—Estarías muerta si no lo hubieras hecho. No huiste, Molly; yo te saqué de ese lugar. Ahora, necesito saber toda la verdad. ¿Perteneces a Los Federales?

—¡Estamos expuestos aquí! ¿Acaso no lo entiendes?

—No iré a ningún sitio hasta que me cuentes.

Ella se levantó, suspiró y comenzó a caminar. Él la siguió muy de cerca.

—Sí, pertenezco al FBI, Martin. Soy una Agente Especial.

—¿Eso es todo?

—Si quieres saber si el Coqueteo fue en serio... sí, lo fue. Realmente me gustas. No debí involucrarme tanto; pero me dejé llevar.

—¿Qué hacías en el hotel como una prostituta?

—Estaba como Agente encubierto. Abrimos una investigación en contra de uno de los hombres del Alcalde. Tiene algunos asuntos con el narcotráfico; pero esa noche, uno de sus escoltas me descubrió y lo evadí acercándome a ti.

—¿Fue el hombre con el que tuve el altercado?

—Exactamente. Mi compañero le quitó la vestimenta a un hombre seguridad del Hotel y entró para sacarme de ahí, pero en cuanto vio que tú me protegías, siguió el juego y decidió pedirte que te fueras; así saldríamos ambos de ese lugar.

—Eso explica por qué no lo había visto nunca. Yo soy el Jefe de Seguridad del Hotel Campbell.

—Lo sé.

—¡Me usaste, Molly!

—No, Martin.

—¡Sí, lo hiciste! De no ser por ti, hubiera llegado a la habitación a tiempo.

Molly se detuvo, volteó y lo tomó del rostro.

—Martin; lo que hice contigo esa noche fue real. Jamás pensé que todo esto sucedería.

—No puedo creerlo —dijo él, tomándole las manos y apartándolas de su rostro.

—Lamento todo esto, Martin.

—Por ese motivo Marcel sabía tu nombre. Él te conocía.

Molly sonrió.

—Montreal es un hombre perspicaz. Si realmente fuera una prostituta, hubiera averiguado hasta mi signo. Pero si algo respeto de él, es que jamás delataría a nadie. Supongo que no te mencionó que yo pertenecía al FBI.

—Estás en lo cierto. No lo hizo.

—Eso pensé.

—¿Cómo me encontraste, luego de tanto tiempo?

La Sombra de MargaretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora