Capítulo 11

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-Entonces es verdad y aquí trabajas.

-Elsa

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-Elsa... – contestó de prisa, la voz desfallecida. – Ahora tengo que entrar a clases, pero si quieres podemos platicar en otro momento.

-No, no te apures. Lo que vine a decirte es algo que no me tomará más de cinco minutos.

Leopoldo no le pasó desapercibido el tono de voz de molestia e insensibilidad de Elsa.

-¿Sucedió algo con Sofía o Federico? – la miró preocupado.

-Sí y no.

Elsa ex de Fernández había sufrido mucho tras enterarse de la infidelidad de su marido; infidelidad que había acarreado en su espalda una nueva vida. El nacimiento de una pequeña inocente fruto de ese amor turbulento que durante ocho años se sostuvo bajo la oscuridad de una mentira. Le costó mucho recoger los pedazos rotos de su alma pero, a base de tenacidad, había logrado recuperar una parte de esa mujer feliz que durante mucho tiempo creyó muerta y enterrada. Su hija y su nieto fueron el bálsamo para su herida. Una herida que hasta ese momento creía repuesta, sin embargo; el ligero temblor de sus manos y el nudo en la garganta al estar frente a Leopoldo, no opinaban lo mismo.

Antes de volver a hablar respiró lento y acompasado en una forma de hacer entender a su cerebro de que todo estaba bien.

-¿Sabes qué? Tienes razón y me parece prudente que platiquemos en otro sitio.

Leopoldo apreció como el nudo que se había asilado en su estómago poco a poco perdía corpulencia. Tenía miedo. Miedo de que por algún motivo Ana lo descubriera platicando con Elsa. No sabría que decirle. A lo largo de los años había creado tantas mentiras y en ese momento no sabría con cuál de ellas justificarse.

-Conozco un sitio donde podremos charlar tranquilos. A las ocho paso a recogerte.

-¿Esto no supondrá un problema con... – carraspeó la garganta, luego continuó –: tu hija menor?

-Ana es muy disciplinada.

-Está bien. Nos vemos a las ocho entonces.

Se miraron durante algún tiempo a los ojos, en busca de sentimientos. Elsa no encontró más que la mirada de un hombre asustadizo. Quizás por el abrupto encuentro. Pero más allá de eso, miedo al cambio. No conocía bien la historia de su vida actual, sin embargo; conocía a ese hombre como si fuera ella misma. No en vano habían estado casados durante veintidós años. Había algo que lo estaba atormentando. Algún aspecto en su vida personal había sido trastocado por los vientos de cambio y él estaba construyendo muros en vez de molinos.

Leopoldo en cambio descubrió en la mirada de Elsa a una mujer enamorada. No había podido olvidarlo y si lo había hecho, no fue lo suficiente.

"El olvido tiene buena memoria cuando quiere" se dijo sintiéndose culpable de la desdicha de esa mujer a la que una vez amó y con quien había engendrado a uno de sus más grandes tesoros. Sofía.

El vendedor de sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora