La unión lll

535 81 14
                                    



Al final he decidido hacerle una tercera parte a los capítulos de "La unión" porque la tercera es la vencida. ¡Disfruten su lectura!


Leopoldo se despertó con el sonido del agua corriente.

Al principio, estaba confundido. ¿Se filtró el grifo de su habitación o se estaba volviendo loco? Luego se acordó, y una sonrisa se extendió por su cara. No estaba en su habitación, era de Victoria, donde había pasado la noche con ella. Aunque, a juzgar por la falta de luz detrás de las cortinas, todavía era de noche.

En algún momento, se habían deslizado debajo de las sábanas. Cuando se quedaron dormidos, fue con Victoria descansando cómodamente sobre el pecho de Leopoldo, su pelo ocasionalmente le hacía cosquillas en la nariz. Él decidió que la quería así todas las noches.

Localizó su bóxer después de un momento y se encaminó al pequeño baño. La puerta estaba entreabierta, y pudo ver el reflejo de Victoria en el gran espejo. Observó cómo regresaba su cepillo de dientes al portacepillos.

Victoria llevaba su camisa blanca. Tenía las mangas enrolladas hasta los codos y solo había ajustado un puñado de los botones. Cuando se inclinó para lavarse la cara, se alzó, mostrando sus cortas piernas.

-Te queda mucho mejor que a mí – dijo, apoyándose en el marco de la puerta.

Su cálida risa llenó la pequeña habitación, y ella encontró su mirada a través del espejo.

-Perdón por tomarla sin permiso. Fue lo primero que encontré entre medio de la oscuridad y el cuidado de hacer el menor ruido posible a fin de no despertarte.

-¿Perdonarte? – se encogió de hombros mientras entraba en la habitación. Deslizó los brazos alrededor de la cintura femenina y la tiró contra su pecho – Ojalá todas las infracciones fueran cómo estas. Así el perdonar no sería tan complicado – con la mejor de las sonrisas, besó su frente – Te ves adorable y hermosa.

Regresaron a la habitación tomados de las manos. Leopoldo pensó en que era muy fácil acostumbrarse a una mujer como Victoria. ¿Quién sería capaz de traicionar un corazón tan puro? Enrique; la respuesta vino tomada de la mano con la pregunta. Y no se atrevió a juzgar más porque él tenía una larga cola para ser pisoteada. Sin embargo, sentía que con Victoria las cosas podrían llegar a ser diferentes. Era demasiado pronto para ponerle un nombre; de lo que sí estaba seguro era de que ella provocaba la necesidad de protegerla para siempre de los horrores que esconde la vida.

-Espero no haberte despertado. Todavía es temprano. Puedes dormir otro poco más.

-Solo si vienes conmigo – Leopoldo había pasado demasiado tiempo durmiendo solo, por esa noche quería darse el gusto de sentir el calor de otro cuerpo que no fuera el de su hija.

Mañana... mañana sería otro día.

-Creo que puedo manejar eso – Victoria se giró en sus brazos y presionó un beso suave en sus labios. Su corazón se agitó por el signo casual de afecto. Al igual que él, había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo de esa manera tan personal con un hombre.

Él la agarró de la mano y la tiró hacia la cama. Apagó la luz. Caminó directamente al final de la habitación en la oscuridad, soltando una maldición murmurada. La oyó reír mientras bajaba para frotarse la espinilla dolorida y golpeada por la esquina de la cama.

-Acabo de recordar como Ana de más pequeña se dejaba todos los cajones de su habitación a medio cerrar – encendió la lámpara sobre la mesita auxiliar – Siempre me terminaba golpeando con uno o dos cuando en la madrugada tenía pesadillas e iba a consolarla.

El vendedor de sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora