Este capítulo, y el que viene, estarán especialmente enfocados en nuestros dos protagonistas: Leopoldo Fernández y Victoria Santiesteban.La espera lo estaba matando.
Sabía que era tarde, y que Victoria probablemente ya estaría acostada, pero no podía dejar que la noche terminara de aquella manera. Leopoldo ni siquiera sabía si había estado mal leyendo las señales o no, pero se arriesgó a escoltar a esas señales que tenían voz dentro de su cabeza. Su intuición le decía que aún estaba a tiempo de volver a empezar.
Ella lo había besado, no podía dejar de pensar en sus labios, su mano en su hombro.
Ya una vez había arriesgado todo por ir detrás de su felicidad, y sí, quizás suene egoísta. Pero más egoísta es pensar que el amor se trata de sacrificios. Ahora la vida se encargaba de ponerle una nueva oportunidad para que intentara ser feliz, no la desaprovecharía. Tuvo que arriesgarse.
¿No parecería demasiado desesperado? Estaba desesperado. En su lugar, se fue a caminar de un lado a otro frente a la puerta. Por lo general, era un hombre paciente, pero Victoria encendió un fuego en su sangre que no le dejaba descansar.
Se alisó las manos sobre la camisa, tratando de eliminar las arrugas y a su vez limpiando el sudor de las palmas.
-Leopoldo. – sintió una avalancha de confianza. Logró una pequeña sonrisa.
-Victoria.
"Palabras, Leopoldo, usa tus palabras"
¿Qué iba a decir? Se pasaba la bendita semana, de Lunes a Viernes, ofreciendo conferencias a más de treinta personas. Y justo en ese momento se le inmovilizó la capacidad de comunicarse. Cristo.
-Yo, uh, – la sala estaba oscura detrás de ella, y de repente se sintió culpable de que podría haberla despertado. Ya había pasado la una. – Lo siento, yo...
-¿Querías pasar? – preguntó Victoria Santiesteban salvándolo.
-¿Sí estás segura? No deseo incomodarte.
Su ceja se levantó en la diversión, se dio la vuelta para encender la luz. Él la siguió, y la puerta se cerró detrás de sí. El mundo se encogió de repente.
Victoria le tomó las manos y lo llevó hasta su habitación, que había sido pintada recién con tonos avellana.
Observó la colcha que cubría la cama, los cojines de terciopelo. Era una habitación que desbordaba femineidad. Se sintió torpe en medio de tanta delicadeza. Victoria caminó hacia otro extremo del cuarto y dejó su olor revoloteando en el aire.
Leopoldo respiró su perfume. La observó cerrar las cortinas. En esa pared donde se alzaban las ventanas, descubrió una fotografía.
-¿Nunca te planteaste la posibilidad de ser modelo? – levantó una ceja.
-No creo que hubiese llegado muy lejos – apagó la luz, encendió aquella de la lámpara sobre la mesa de noche. Volvió hacia él. Sintiendo los latidos de su corazón aquí y allá. – Le pediría a Carlota que te ofreciera algo de tomar, pero ya a esta hora... – hizo un gesto chistoso mirando el reloj colgado en la pared qué marcaba la una y media.
Leopoldo sonrió.
-Un servicio terrible aquí. Tendré que dejar una mala crítica – Victoria se rió – Es una broma – aclaró dándose cuenta de que solo llevaba un abrigo sobre la pijama – ¿Te desperté?
-Ah, no, no te preocupes. No podía dormir.
Visualizó las comodidades de su espacio; una cama doble, un escritorio, una silla y un televisor. "Este es su lugar", el pensamiento lo emocionó y enterneció.
ESTÁS LEYENDO
El vendedor de sueños
FanfictionVictoria Santiesteban, directora general de una preparatoria en Ciudad México con especialización en la asignatura de literatura. Trae consigo una valija llena de proyectos y buenas intenciones, pero también de dolor y pesares. Para Leopoldo Fernán...