#LanaTodo lo que veía a mi alrededor era tan sumamente sobrecogedor, que el corazón comenzó a latirme tan rápido, que tuve que disimular para que Simone no se percatase del movimiento de mi pecho hacia arriba y abajo. Estaba ante lo que parecía un palacio, una enorme casa pintada de marfil, con enormes escaleras de mármol blanco rodeándola, jardines decorando la entrada, llenos de rosas rojas. Con espinas.
- ¿Porqué decoras tu casa con rosas que tienen espinas? - pregunté susurrando mientras seguía mirando a mi alrededor.
- Porque son flores tan hermosas, que cualquiera quería arrancarlas y llevarse un puñado de ellas a su casa. Así que ordené que le dejen las espinas al rosal, para que cuando alguien intente robarlas, entienda que se puede hacer daño con ellas. Son asuntos de mi propiedad, y el daño es la consecuencia - dice sin quitarme los ojos de encima.
- ¿Qué vas a hacer conmigo? - pregunto mirándole a los ojos.
- Por ahora, darte una vida. Vamos.
No quise decir nada más. A pesar de su hospitalidad hacia mí, no dejaba de ser un hombre con cinco guardaespaldas tras él y una pistola en la cintura de sus pantalones. Su cara de guapo podría comprar a cualquiera, pero lo cierto era que me aterraba saber que se escondía detrás de aquellos ojos marrones. Sentía que detrás de ello había mucho recorrido, sangre y tortura... y algo me decía que no me equivocaba.
Subí aquellos escalones siguiéndole el paso, andaba con firmeza y llevaba el mentón alto.Tenía una espalda ancha, y la visión que obtenía de él, me permitió descubrir algunas canas que comenzaban a hacerse visibles desde la parte trasera de su cabeza, lo cual indicaba que tenía unos cuantos años más que yo. Casi me siento tentada a preguntarle, pero volví a quedarme sin palabras cuando entramos a la lujosa mansión.- Cielo santo - susurré para mis adentros mientras Simone se paraba a hablar con dos chicas del servicio. A suponer por el vestuario que llevaban, debían ser cocineras o ama de llaves.
- Te llevaré a tu nueva habitación. Vamos.
Otra orden.
¿Este hombre siempre utilizaba el imperativo para dirigirse a mí o es que hablaba dando órdenes?
- Señor, yo puedo llevar a la señorita. A usted le están esperando en el salón.
No fue hasta entonces, que mi mirada se dirigió hacia donde la muchacha había indicado, al igual que hacía Simone de lo más serio. Tenía su mandíbula apretada mientras observaba por la puerta entreabierta del que se suponía que era el salón, a unos cuantos de hombres mayores vestidos con trajes de chaquetas de lo más elegante y fumando puros. Podía ver perfectamente como el humo salía por la puerta de esa habitación.
¿Quienes eran esos hombres y que hacían aquí?
- Voy a dejar a Lana en su habitación. A partir de ahora quiero que atendáis todas sus necesidades como si de mí se tratase. Dormirá en el ala este, ya sabéis de que tenéis que encargaros.
- Por supuesto señor. Con permiso - dice la chica antes de hacer una señal con la cabeza a modo de despedida antes de marcharse.
¿De qué estaban hablando?
- Vamos, no tengo todo el día.
Idiota.
- Claro - susurré haciendo una mueca de fastidio sin que me vieran.
Volví a seguirle el paso, esta vez desde un poco más lejos. Ahora no me fijaba en su nuca, estaba absorta por cada uno de los espacios que veía de esa casa mientras subía las enormes escaleras que se habrían en dos alas. Era todo increíblemente majestuoso, habría mármol por todas partes, tan reluciente que podías reflejarte en él. También había cuadros, obras que aunque no entendía, estaba segura de que costarían una fortuna. Y una enorme alfombra roja sobre la escalera, que te hacían sentir como si estuvieras acudiendo a un gran evento con tan solo pisarlas. Sin embargo, lo que más me llamo la atención fue el cuadro enorme que se encontraba situado justo en el rellano que separaba un ala de otra. Era una imagen absorbente, impactante... pretenciosa.
- ¿Qué significa? ¿Es algún signo importante o algo así? - pregunté fijándome en cada detalle de la imagen. Era un cuadro dorado, con relieve al estilo barroco, que se acompaña por dos jarrones con largas rosas rojas como las de el jardín, llenas de espinas. La obra tenía un fondo negro y ocupaba todo el largo de la pared. Se trataba de una cruz de oro rodeada por una tela fina del mismo color.
Era una imagen un tanto tétrica, al más puro estilo italiano.
- Tiempo al tiempo, pequeña.
Me sorprendí al verle, parecía divertido con mi pregunta. Verle sonreír era además de impactante, era... atractivo.
No me fijé en nada más mientras andábamos por los pasillos de esa enorme casa, sólo tenía en mente el hoyuelo que le había visto al sonreír. Hasta que paró frente a una puerta blanca y la abrió dejándome con la boca abierta. No me lo podía creer.
-Esta será tu nueva habitación por ahora. Tienes baño, vestidor, un tocador de esos que usáis las mujeres para maquillaros, te han traído ropa y productos... ya sabes - dijo mirándome a los ojos con indecisión.
- ¿Íntimos?
- Eso.
Casi me río en su cara. Con el miedo que da tan sólo verle, y no es capaz de hablar sobre... ¿tampones?
Bueno, espero que se refiriese a eso.
- ¿Siempre traes a todas tus víctimas aquí? - le digo intentando no demostrar el miedo que me estaba recorriendo cada parte de mi cuerpo.
Miedo que se agravó cuando me cogió firmemente del cuello hasta acercarse peligrosamente a mí para hablarme sobre los labios con caras de pocos amigos.
- Uno, si vas a vivir aquí, vas a tener que aprender a respetarme. Dos, tú no eres ninguna víctima, a las víctimas no les doy nada así. Tres, ahora estás bajo mi propiedad, y aquí mando yo. Así que comienza a comportarte bien y lo tendrás todo, un paso en falso y te arrepentirás.
Tiemblo cuando sus ojos se paran en mis labios antes de soltarme la mandíbula con fiereza y darse media vuelta sin mirar atrás.
- Simone - digo viéndolo salir. Él frena en seco, pero no se gira para darme la cara en ningún momento.
- ¿Qué pasa?
- Gracias.
Le escucho tomar aire profundamente y luego veo como sus hombros se relajan justo antes de girar el tronco hacia mí.
- No salgas de ahí dentro hasta que yo venga por ti.
Asiento. Él se queda unos largos segundos contemplándome en la distancia antes de volver a girarse y marcharse dejándome a mí allí viendo cómo se alejaba.
¿En qué me estaba metiendo?