Un nudo en el estómago.

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#Lana

Sonríe al escuchar mi respuesta. Yo me quedo prendada de su boca, de sus dientes, de sus labios. Solo puedo pensar en cómo me dejo llevar cuando estoy con él, en La Paz y en la tranquilidad que me transmite el saber que estoy con alguien que de una forma u otra se interesa y se preocupa de verdad por mí. Alguien que me cuida sin importar qué, y que no se separa de mí después de verme al borde del suic*dio, ni después de ver todos los fantasmas que llevo conmigo, mi miedo a la oscuridad, o la historia de la horrenda cicatriz que marca mi cuerpo. Por primera vez, alguien se ha vuelto mi familia sin ni siquiera esperarlo, y ahora solo me hace desear tenerlo como la última vez en su cama. Con ropa. Los dos. Piel con piel.

Le vo sorprenderse cuando soy yo la que empieza a moverse sobre él. Justo entonces pienso que otra niña en mi situación se avergonzaría, pero yo estoy necesitada, ansiosa porque me vuelva a tocar como lo hizo la última vez. Mi cuerpo está pidiendo a gritos que me bese sobre la piel, que me marque, que se suelte conmigo y me haga soltarme a mí.

Estoy sedienta por vivir otra vez si quiera una cuarta parte del cosquilleo que sentí la otra vez.

- Calma nena, deja que vaya parte por parte - dice quitando de un tirón el nudo de mi bikini al cuello.

Enseguida mis pechos se quedan al descubierto, y él no tarda en lamerlos con su boca. Mis pezones arden, y yo sigo moviendo mi cintura sobre su entrepierna para intentar calmarme, pero creo que solo lo estoy empeorando para los dos.

- Simone, quiero...

- Sé lo que quieres, estás muy ansiosa- dice mientras se inclina sobre mí, haciendo que cambiemos completamente de posición hasta quedar yo debajo de su cuerpo.

- Yo...

- Shhh... cálmate nena.

- Tengo - digo con la voz entrecortada mientras su lengua se pasea por mi cuello.

- Umm... - está tan concentrado en lo suyo, en hacerme sentir bien.

- Tengo un nudo... en el estómago. Una sensación...

- Son nervios, Lana. Apuesto lo que sea a que es la primera vez que alguien te toca así...

- Lo es - contestó dejando que toda mi imagen de adolescente santurrona y virginal, salga a la luz sin tapujos. Me preocupa su reacción, pero parece que a él no le importa ni siquiera un poco lo que para mí es un problema.

Y no voy a mentir si digo que en parte, me suponía un gran alivio.

- Esto es lo que va a pasar, Lana. Esto es lo que tienes y lo que vas a tener siempre que estes conmigo - dice cogiendo mi mano con la suya para arrastrar ambas hacia su ropa interior.

Mi cuerpo se pone alerta, ni siquiera sé que es lo que estoy haciendo ni tocando. No he apartado mis ojos de su cara, que está atento a cada uno de mis pasos. No sé lo que tengo que hacer. Estoy perdida, asustada. No solo era la primera vez que me iba a acostar con un chico, que además en este caso ya se trataba de un hombre, sino que también me estaba desnudando por primera vez ante alguien que ya había visto cientos de cuerpos antes que el mío. Estaba probando a ver si acertaba o no con cada uno de mis pasos ante un hombre al que seguramente lo habían tocado mujeres con muchísima más experiencia que yo. Mujeres más expertas. Mujeres que conocían los puntos débiles de la mayoría de los hombres. Mujeres que sabían en qué aspecto del sexo eran más buenas y en cuáles no. Mujeres que sabían lo que hacían. Mujeres que no dudaban.

- Para, para, para... por favor.

Aparto mi mano de la suya con delicadeza y me separo de él con el corazón a cien por hora. Pego mi espalda al cabecero de la carísima cama y le miro esperando muy dentro de mí que no se enfade y me deje allí colgada por no querer seguir con lo que estábamos haciendo.

- ¿Qué? ¿Qué pasa?

Su voz ha cambiado. No sé si está angustiado, confundido u enfadado, sólo se que temo a su reacción. Temo lo que pueda pensar de mí. Me da miedo que se sienta decepcionado, que se le quiten las ganas de volver a intentarlo, que no me entienda y se levante y se vaya. Me da miedo que me deje sola allí, o incluso que ya no quiera volver a mirarme igual después de haberme visto como nadie nunca antes lo había hecho.

- Lo siento, yo... yo no... - tengo ganas de llorar. Me da vergüenza como me siento, me da vergüenza no poder saber corresponderle porque ni siquiera sé si voy a saber hacerlo.

- ¿Qué ha pasado? - pregunta acomodándose el pantalón antes de mirarme.

Es ahí cuando me doy cuenta de que el nudo en el estómago se me ha quitado, ya no me duele. Ahora lo que tengo es una gran presión en el pecho que está muerta de ganas por hacerme llorar.

¿Porqué tenía que pasarme esto así? ¿Porqué con él si me encantaba como me trataba? ¿Porqué no podía ser como cualquier adolescente y perder la virginidad antes de los veinte? ¿Porqué me costaba tanto?

- No lo sé. Me he puesto nerviosa, yo... yo... - me callo por no llorar como un bebé delante suya. De hecho, agacho la cabeza y la pego a mis piernas, cuando las subo hasta mi pecho.

No sé cómo decírselo, pero realmente no aguanto que esté ahí mirando. Ni siquiera sé si quiero que me diga algo o si prefiero que haga como si nada ha pasado. No quiero que me contemple ante semejante humillación, porque no sé si quiera si podrá entender mi situación. No solo por el hecho de ser un mafioso encantador, rico, enigmático y atractivo... sino, por el simple hecho de ser hombre.

Ahora ni siquiera sabía a ciencia cierta si iba a seguir viéndome como lo había hecho hasta ahora, o si en algún momento querría repudiarme.

IngénitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora