Love in Portofino

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#Lana

Me arrastró traes a un paso tan apresurado que apenas podía seguirle, y para colmo de males, los largos pasillos que había en esta parte de la casa, parecian mucho más sombríos que cualquier otra parte de esta increíble mansión. Por ello, no fui capaz ni de mediar palabra, sólo cerré los ojos hasta que llegamos a una puerta que abrió con toda la fuerza del mundo para después cerrarla y apoyar mi espalda contra ella.

- Mira niña, no creo que hayas sido muy caprichosa en tu casa por las circunstancias en las que te encontré. Pero esto no es nada a lo que estes acostumbrada, ¿entiendes?

Asiento sin poder hablar debido a sus manos sobre mi mentón. Esta regañándome a la vez que esta mirándome los labios una vez más. Se muere por besarme tanto como lo hago yo.

- En esta casa merodean tratantes, traficantes de armas, droga adictos, capós de la mafia y gente tan importante que nunca te imaginarías, ¿entiendes lo peligroso que es para mí exhibirte por ahí como si nada con ese vestido?

- Perdón - susurro con pena.

- Te mereces un castigo- murmura más para él que para mí.

- Oye... ¿qué le pasa a mi vestido? - digo mirándome a mi misma antes de levantar la mirada hasta encontrar sus ojos comiéndome con ellos.

-Maldita sea - farfullera antes de venir hasta a mí y tirar de mi vestido hacia él para volver a besarme.

¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!

Sus manos me aprietan contra su cuerpo con dominio, una tira desde mi cadera y la otra en mi cara, hace que el beso se torne a algo más feroz. Pronto su mano se va moviendo hasta quedar en mi trasero, y por mucho que pienso en qué puedo hacer o decirle, todo lo que hago es dejar que el levante una de mis piernas para juntarnos más si es que se puede.
Siento por primera vez como el estómago se me contrae de los nervios, las manos me sudan y la piel me pica ansiosa por algo más de toque. Sin saber casi ni cómo, soy yo la que mueve la cadera hacia delante en busca de mayor contacto.

- Joder - maldice antes de elevarme con sus brazos a centímetros del suelo para llevarme hasta su cama y tenderse sobre mi.

El corazón comienza a latirme a toda prisa cuando me encuentro sin ser capaz de frenarle mientras se centra en darme placer por el cuello, cuando suenan tres golpes secos en la puerta de la habitación. La tensión en los músculos de Simone me dejan de piedra cuando le noto quedarse inmóvil sobre mí.

- ¡Deja lo que sea que estás haciendo ahora mismo y baja a dar la cara! ¡Has quedado con tu familia para desayunar! ¡¿Desde cuando se hace esperar a quien comparte tu sangre?

Simone no dice nada, simplemente se separa de mí hasta ponerse en pie y mirar hacia la puerta fijamente.

- Ya se ha ido, arréglate.

Quiero decirle que no quiero ir a ninguna parte, y que no me importa lo que ese tipo haya dicho en ningún momento. Solo quiero quedarme a su lado en esa cama, abrazarle y que me bese como habíamos hecho la noche anterior. Incluso me cabreaba la facilidad que tenía para verse tan sereno después de aquello.

- ¿Quién es y porqué tengo que ir yo? - le digo sentada mientras me cruzo de brazos.

- Es mi tío, el hombre que viste en el barco. Es el patriarca y cabeza de familia, me ha criado como a un hijo.

Quiero preguntarle qué pasó con sus padres, donde están y porqué le ha criado ese hombre y no ellos, pero en lugar de eso, me quedo callada mirando como agacha la cabeza hasta su amigo para suspirar fastidiado.

- Lo siento - susurro mirando hacia arriba mientras me muerdo el labio.

- Yo sí que siento tener que perderme ese cuerpo. Dame diez minutos, que me ducho y bajamos.

Asiento y me quedo allí con la respiración agitada hasta entretenerme en volver a moldear mi pelo para lucirlo presentable. No es hasta entonces que me percato de él enorme balcón que rodea su habitación con vistas directas al mar. Es tan bonito, que me tumbo sobre las sábanas negras de seda y me quedo embobada mirándolo.

- Te hubiera encantado ver esto - susurro mirando al frente mientras llevo la cruz de madera de mi cuello a mis labios.

- Ya estoy - escucho decir a Simone sacándome de la ensoñación- ¿cuál te gusta más?

Casi se me cae la mandíbula cuando le veo pasearse por la habitación con unos pantalones blancos de lino y nada más mientras sostiene dos camisas frente a mi. Quiero concentrarme en ellas, pero veo tantos abdominales en su pecho que se me antoja ponerme a contarlos y equivocarme para no salir nunca de allí.

- La verde militar - digo con un hilo de voz que le hace sonreír.

- Bueno elección, bella - me dice con su acento italiano de lo más pronunciado.

Ninguno dice nada.

- Lana.

-Dime.

- Ahora vamos a bajar y vas a conocer por primera vez a mi familia más cercana. Aquí en Portofino, la familia es sagrada. Para los italianos es lo más importante, y para mí más. Por eso voy a presentarte hoy ante todos ellos como mi futura mujer.

- ¿Qué?

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