De mi propiedad.

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#Simone
Me quedé estático en el sitio al ver la enorme raja mal curada que cruzaba la mitad del vientre de Lana, y se perdía bajo su ropa interior. Tenía un aspecto horrible, como si se tratase de la cicatriz de una cesárea mal hecha en los años donde todavía la medicina no era tan avanzada. Me parecía casi un insulto que algo tan bello y único como era esa mujer de infarto, estuviera marcada de una forma tan atroz y malherida como aquella que veía ahora mis ojos.

- Suficiente por hoy - dice antes de volver a ponerse la diminuta tela esa en la cintura y cubrirla por completo con toda la rabia del mundo antes de intentar alejarse de mí.

- Quieta - digo agarrando su brazo con fuerza impidiéndole seguir.

- Te ha dado tanto asco como me da a mí, no hace falta digas nada más Simone. Lo entiendo perfectamente, llevo teniendo esa misma sensación más de diez años.

Su enfado me cabrea. La forma en la que me habla. El desdén. La rabia. La poca autoridad que me deja al retarme de tal manera...

- Yo no he dicho nada de eso, así que cállate. Me parece que tú y yo tenemos que hablar - le digo firmemente mientras le empujo hacia atrás haciéndole caer sobre la cama.

- Yo no quiero hablar de nada de esto. Vete de mi habitación.

Me río a carcajadas mientras la miro desde arriba con los brazos cruzadas y las pierdas entreabiertas.

- Me parece que no lo has entendido, nena. Ahora tu y yo vamos a compartir habitación, cama y muchas cosas más. Por si no lo has entendido todavía... eres de mi propiedad.

Me inclino hacia ella y me poso lentamente sobre su cuerpo mientras la noto ponerse completamente rígida debajo de mi piel. Pero hago como el que no se ha dado cuenta, y le beso el cuello haciendo que poco a poco se relaje. Después vuelvo a su oreja, la muerdo haciéndola estremecer. La beso, rozo su boca y me detengo para observarla. Todos y cada uno de los gestos que pueda hacer con cada parte de su rostro, me piden placer, y estoy aquí completamente a su disposición para ello.

- No quiero que sigas - susurra.

- No te creo, tu pezones no dicen lo mismo - susurro pellizcándole uno de ellos.

- Estás muy seguro de ti mismo cuando se trata de mí y de mi cuerpo, Simone.

- Supongo que empiezo a conocerte, nena - respondo apartando de golpe la parte de arriba del bikini que se ha puesto.

Subo de nuevo para besarle, apenas me corresponde. Así que la miro a los ojos, sabe perfectamente lo que estoy haciendo, le estoy preguntando, me estoy asegurando de que lo quiere tanto como lo quiero yo, y ella no está frenando nada. Esta cargada, tensa, enfadada, enrabietada como yo. Si ambos tuviésemos ahora mismo una pistola encima, no tardaríamos en apuntarnos el uno al otro para después follar como locos.

- No me gusta que siempre acabes llevándome por donde tú quieres. Yo también tengo opinión.

Por supuesto que la tienes nena, pero tú opinó está incluso más cachonda que tú en este momento.

- Necesito que entiendas una cosa, Lana - digo sujetándole la mandíbula y posando mi frente con la suya para hablarle cara a cara - ahora que estás conmigo, no quiero que escondas nada de ti. Esa puta cicatriz ahora es tan mía como tuya, y si a ti no te gusta, a mí me encanta. Así que arréglatelas como puedas, yo pienso seguir adorándola.

Antes de que pueda mediar una sola palabra, mi boca ya se encuentra en la esquina de su vientre, besando cada maldito centímetro de esa herida. Ella gimotea, creo que ni siquiera está respirando, así que le cojo la mano y la entrelazo con la mía mientras poso mi frente en su vientre y me quedo ahí parado.

- Simone... -Su voz se rompe a mitad de mi nombre, su vientre comienza a moverse fuertemente... es entonces cuando me doy cuenta de que está llorando sin parar.

Me quedo callado porque no quiero meter la pata con ella en esto. No sé lo que se esconde detrás de esa horrorosa marca, pero tampoco me importa en este instante. Todo lo que me preocupa es cogerla entre mis brazos y sentarme con ella encima como si fuese una niña pequeña mientras yo pego mi espalda sobre el cabecero de la cama, y ella llora escondida en mi pecho.

La acaricio la espalda mientras miro hacia el gran ventanal esperando a que se calme, ha pasado tanto tiempo, que ya se ha pasado el atardecer y el cielo está cada vez más oscuro. Me recuerda a las noches que pasé llorando por la perdida de mis padres antes de meterme en este mundo de drogas y demás desgracias. Fue hace tanto que ya casi ni me parece de verdad que hubiera tenido una vida normal y corriente antes de esta.

- Simone... - la veo recomponerse para mirarme fijamente mientras se limpia las lágrimas que todavía le caen por el rostro.

- Ya no te va a dar tiempo a bañarte con el resto de la familia, nena.

- No me importa, me da mucho reparo que me vean así. Sobretodo los niños. Ni siquiera tenía pensado bañarme, solo quería estar con ellos.

Me guardo los comentarios sobre que es una bobada y que es mejor que se muestre tal y como es, no iba a forzar nada más en ella. A sus dieciocho ya estaba viviendo demasiadas emociones.

- ¿Quieres contarme que fue lo que pasó? - pregunto poniéndole un mechón de pelo tras la oreja.

- No sé si... - para para tomar aire y yo trago en seco mientras la observo fijamente.

¿Porqué me gustaba tanto? ¿Qué tenía esta niña para no poder apartar mis ojos de ella?

- Me pienso quedar aquí callado esperando a que estés lista.

- ¿Y si tuvieras que esperar por mí años?

- ¿Cuántos años?

- Tardé dos años en contárselo a la psicóloga a la que mi Nonna me llevaba.

¿Es ahora cuando me tengo que preocupar?

- Esperaría cien años si hiciera falta, pero no me iría de tu lado hasta entonces.

- Cien años son muchos años - me dice como una niña chica, obligándome a que le de un casto beso en los labios.

- Llevo toda mi vida esperando a encontrarte, Lana. Eres tú. Desde que te vi. Así que aquí estoy para que des el paso cuando te sientas preparada.

- Esta cicatriz me la hizo mi padre.

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