Metiche.

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#Lana

Doy un paso hacia atrás de manera inconsciente mientras mi corazón bombea cada vez más y más rápido. Estoy temiendo, tengo miedo de lo que pueda hacer o decirme. Su imagen de hombre autoritario de pie a los pies de mi cama, es cuanto menos aterradora.

- Yo...

- Umm... veamos que tienes para decirme.

- He bajado... yo... yo he bajado...

Mierda. ¿De verdad tenía que atrancarme justo ahora?

- Nena, más despacio que no te entiendo- dice divertido mientras se cruza de brazos.

- Queyohebajadoaporunvasodeagua- digo de carrerilla deseando que me crea.

- Ya. Puede que te haya entendido, - dice acercándose poco a poco hacia mí mientras yo camino hacia atrás- pero para asegurarnos, vas a tener que repetirlo.

Niego con la cabeza cuando mi espalda choca contra la puerta de la habitación.

- Repítelo.

- He bajado a por un vaso de agua- le digo atemorizada ante su cercanía.

- Así que además de chismosa, eres una mentirosa - dice sobre mis labios.

- No soy una mentirosa - refunfuño.

- No me gustan las mujeres metiches, - dice bajando los ojos hasta mis labios - me esperaba más de ti.

- Me has visto - digo resignada esperando que mi confesión sea suficiente para que se conforme y se aparte de mí.

- Claro que te he visto. Te he visto fisgonear desde las escaleras, te he visto entre los arbustos, he oído cómo cerrabas la puerta principal de mi casa, y como te has tropezado hasta casi caerte.

- Yo... - pero me interrumpe.

- Conozco mi casa como la palma de mi mano. Cualquier sonido, ruido u movimiento fuera de lo normal, lo detectaré, y si no lo hago yo, lo hará cualquiera de mis hombres. Pero nadie, absolutamente nadie, va a pasar por encima de mí.

Trago en seco mientras sus ojos y los míos se pelean por demostrar mayor valentía en el momento. Él por querer marcar su propio dictamen, y yo porque no me vea como una mujer indefensa.

- Lo siento, no debí salir de la habitación, pero es que estaba tan aburrida... yo lo había hecho todo. He escuchado música, bailado, me he probado ropa... ni siquiera sabía dónde estabas y eres la única persona que conozco aquí, quería saber que estarías haciendo tu- digo bajando la voz a medida que acabo la frase.

Le veo debatirse por dentro. Veo en sus ojos el propio conflicto que tiene consigo mismo mientras lucha por elegir entre regañarme, castigarme, o algo más que no logro descifrar. Se está debatiendo entre el bien y el mal. Está mirando a mis labios. Otra vez, no deja de mirarlos. Ahora se está relamiendo los suyos.

¡Dios!

- A partir de ahora vas a tener que aprender a hacerme caso.

No me da tiempo a afirmar con la cabeza, cuando... ¡PUM!

Me está besando.

Dios mío sí, me está besando. Se ha lanzado a mis labios de un golpe en seco. Me debato entre seguirle o apartarme, pero en cuanto noto una de sus manos en mi muñeca y la otra en mi cadera, me dejo llevar.
El beso se torna a posesivo en cuanto él se da cuenta de ello, y es entonces cuando me toma de ambas manos si separar sus labios de los míos, y me aprieta hasta él, dejando mis manos sobre su cintura.

- Si... Simone yo... este es... - pero sus labios vuelven a callarme de una vez.

- Cállate- me dice entre besos- No sabes como me ha enfadado verte allí.

Ahora su mano está sobre mi mandíbula, marcando el ritmo del beso, otorgándole a él todo el control. Sorprendentemente, me encuentro a mi misma cómoda con ello, cómoda con él. Muy, pero que muy... ¿contenta?

- Lo siento - susurro cuando me separo. Él me mira a los ojos y luego baja a mis labios una vez más. El corazón me late con prisa cuando le veo darse media vuelta y alejarse de mi cuerpo mientras se toca la cara con frustración.

Está guapísimo.

- Simone - le digo cuando le veo sentarse en mi nueva cama, de cara al gran ventanal.

- No voy a follarte esta noche, si es eso lo que estás pensando.

Su respuesta me pilla totalmente por sorpresa. Tanto, que de repente no sé qué hacer ni dónde meterme, así que me quedo parada con la espalda pegada en la puerta y mirando en su dirección. Observo como se descalza sin quitarme los ojos de encima. Después le veo abrirse los botones de la camisa hasta dejarla abierta de par en par y ponerme cara de interrogación.

- ¿Porqué no vienes? - asiento lentamente hasta llegar a la cama y sentarme en ella. Simone me mira cuando apoyo la espalda en el cabecero de esta y se acerca para dejarme otro beso en la mejilla. Pero yo me mantengo en silencio.

Se levanta sin mediar palabra mientras me mira y se adentra en el que se supone que es mi baño. Yo me quedo inquieta pensando en que va a hacer sus necesidades, pero me sorprendo cuando le veo salir con una caja blanca en las manos y sentarse a los pies de la cama.

- ¿Qué haces? - susurro impresionada cuando toma mi pierna derecha para colocarla sobre las suyas antes de comenzar a sacar gasas y tiritas.

- Te has hecho daño en los pies por andar de metiche. Ahora eres de mi propiedad, y por lo tanto, tengo que cuidarte.

- Haces que suene como si se tratase de un objeto - le digo mientras le veo pasar las gasas con mucho cuidado por mis sucios pies.

- Podría dirigirme hacia ti de muchas formas, pero te asustarías con cualquiera de ellas.

¿Formas?

- ¿Como cuál? - pregunto ansiosa por saberlo.

- Mi mujer.

IngénitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora