#Simone
Pensé en cómo iban los negocios de familia. Pensé en toda la gente que había dejado a cargo durante estos días. Pensé en las toneladas de coca que se estaban exportando ahora mismo en aviones de la más baja calidad, haciendo creer al gobierno que se trata de transporte de animales.
Hice números en mi cabeza. Conté y multipliqué aún con los ojos cerrados... pero por más que lo intentase, había otro asunto que me robaba toda La Paz que por fin empezaba a tener.- Vamos a aterrizar, señor. Debe mantenerse en el asiento hasta que estemos en tierra - dice la azafata.
Me toco la boca con la mano como si con eso estuviera tirando las palabras de furia que podría soltarle justo en este momento a esa mujer. Pero en vez de eso, paso por su lado dándole un golpe suave de hombro.
- Mi avión. Mi azafata. Mis órdenes.
La escucho tragar duro, antes de seguir hacia delante buscando a Fabio con la mirada. Este se entretiene tanto con otra de las empleadas, que ni siquiera es capaz de notar mi presencia a su alrededor, hasta que le cojo del cuello de la camisa y lo llevo conmigo hasta el compartimento del piloto. Este no dice nada cuando nos ve entrar. Sabe que su deber es pilotar y callarse.
Una sola palabra de lo que hablemos fuera de este avión, y le costaría la vida a su hija de tres años.
- Sé que has descubierto algo importante. Ni siquiera te atreves a decírmelo. Te conozco.
- ¡Suéltame tío! - grita el muy imbécil deshaciéndome de mí agarre.
- Habla - escupo.
- Lana.
- ¿Qué pasa con ella?
- ¿Te acuerdas de cuál es su nombre completo?
- Lana Marie Santoro - respondo sin pensarlo.
Había soñado con ese nombre. Me había despertado con ese nombre. Me lo había grabado a fuego en todas partes.
- Creo que tiene algo que ver con los Santoro, de las Vegas.
- ¿Qué dices? - casi quiero reírme.
- Lo que oyes, Simone.
- Óyeme tío, ¿estás hablando enserio?- le digo agarrándole fuertemente del cuello para que me mire a los ojos y me ponga toda la atención del mundo.
- Sabes que antes de mentirte, me mato - dice a duras penas mientras alza su muñeca frente a mí.
La cruz y su tela, demostrando una lealtad que va más allá de la fe que une la sangre y el nombre de los Viatello.
- ¿Piensas que está fingiendo que no sabe quién es para atacar desde dentro?
Casi me dolía decirlo. No veía a Lana como una infiltrada. Me costaba creer siquiera que supiera apuntar bien con una pistola. De ser así, ¿porqué no me había matado ya?
Me había tenido a solas.
En una cama.
Sin armas, completamente indefenso.
¿Porqué no me había matado entonces?
- No lo sé. Tengo mis sospechas, pero todavía no sé nada a ciencia cierta.
No daba crédito. Le había prometido el mundo a esa mujer en dos días.
- ¡¿Y que coño quieres que haga ahora?! ¡¿La mató?! ¡¿O dejo que ella me mate a mí?!
- Tienes que seguir con ella como siempre, Simone. Por si no te has dado cuenta... es una cría.
Y joder que cría.
- Quiero que sigas averiguando todo lo que puedas sobre ella. Como si tienes que meterte en territorio enemigo y viajar durante 24 jodidas horas para conseguir muestras de ADN, que me ayuden a saber la verdad. No puedo estar con el mayor de mis enemigos al lado.
- Pero si estás loco por ella.
Lo que me faltaba ya.
- Estoy loco por Lana, la tía de dieciocho años que durmió conmigo anoche. No la nueva versión, hija de los mayores traficantes de órganos que existe en este mundo. ¡Joder!
- Cálmate.
- ¿Cómo quieres que me calme? ¿Cómo maldita sea quieres que me calme, Fabio? - pregunto tirándome de los pelos hacia atrás mientras él avión se mueve a causa de las turbulencias - Sabe donde vivo, conoce mi casa, os ha visto a todos salir del hoyo. Sabe todo, ¡Tiene cara y seguramente nombres de cada hijo de puta que ha rondado estos días por allí. ¿Tienes una mesera idea de lo que supondría eso? ¿La magnitud de poder que le estaríamos dando a esos hijos de perra?
- Señor, agarrensé. Aterrizamos en tres, dos, uno...
Me agarro a la barra de la puerta de entrada y salida de la cabina del piloto, mientras fulmino con la mirada al que siempre ha sido mi mejor amigo. Creo que es la primera vez que me daba una noticia tan increíblemente mala.
- Simone, tienes que escucharme. Creo que cabe otra posibilidad.
- No voy a matarla - respondo tajantemente.
Él se sorprende de inmediato, no se esperaba para nada mi respuesta ni tampoco como se lo he dicho. Pero necesito que entienda, que a esa mujer la he elegido yo, y que ahora estaba conmigo. Y que me iba a dar exactamente igual su sangre si dentro de un tiempo acabase compartiendo la mía.
Ahora era de mi propiedad, y si ella lo sabía... no me importaba que lo supiera el mundo entero.
- No quiero que la mates.
Algo se desinfla en mi pecho. El aire vuelve hacia mí.
Mientras el piloto se levanta y sale dejándonos a los dos solos allí mientras las azafatas y él se encargan de organizar nuestra salida.
- Habla.
- Creo que ella no lo sabe - suelta mientras se pone derecho.
- ¿Qué?
Ahora sí que no doy crédito.
- Es una niña. Está sola, indefensa, no tiene a nadie y no creo que esté actuando el papel de víctima cuando se ha puesto frente a una bala por ti. Lo que sí que creo es que debes averiguar más cosas sobre ella por tu cuenta, saber que ha sido de sus padres, porqué vivía solo con su abuela, de qué huía el día en que la conociste... son muchos interrogantes para seguir teniéndola pegada a nuestro lado. Estamos exponiendo a toda la familia.
Sabía que a él los Viatello le dolían tanto como a mí. Llevaba colado por Sophie más de tres años.
- ¿Entonces qué? - pregunto saliendo de la cabina y mirando como Lana se reía con lo que le decía mi prima mientras recogían sus bolsos.
Era preciosa sin siquiera esforzarse.
- Tendremos que arriesgarnos si de verdad la quieres a tu lado. No puedes titubear con eso, hermano.
Se da cuenta que la miro fijamente cuando sus ojos se tornan hacia mí y sonríe aún más al verme, haciendo que quiera ir a por ella para comérmela a besos.
- Está hecha para mí.
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