#Lana
Aunque noté un poco raro a Simone desde que se levantó de mi lado para hablar con Fabio, aluciné viendo desde la ventanilla del avión las increíbles vistas que tenía ante mí. Sophie no paraba de reírse de mí porque yo estaba mucho más emocionada que sus hijos, no podía apartar mis ojos de ahí. Estaba todo lleno de aguas cristalinas, arena blanca y palmeras verdes. No había rastro de civilización por ninguna parte, pero juraría que había visto incluso delfines saltando en el mar a medida que nos acercábamos para aterrizar.- Abrochensé los cinturones de seguridad, en dos minutos estaremos pisando tierra firme- nos avisó una de las azafatas y esclavas sexuales con las que contaba el avión.
¿Habría hecho Simone uso de ellas alguna vez?
Seguro que sí. Pero hoy no, ¿no?
Conmigo aquí no sería capaz... ¿No?
- ¿En qué piensas? - me pregunta Sophie poniéndose de pie con su larga melena rubia ondulada como toda una Kardashian.
- ¿Son putas? - pregunto susurrando para que sus hijos no me oigan decir malas palabras.
Ella comienza a reírse a carcajadas, y su risa hace que me ría yo también. Entonces noto una mirada abrasadora sobre mí, y en cuanto me giro y veo a Simone observándome fijamente en la puerta de la cabina, sonrío aún más hacia él. Él sin embargo, no parece tan contento, así que me debato entre ir y preguntarle que le pasa o esperar a que todos salgan y dejar que sea él quien me busque a mí.
Pero ninguna de esas dos cosas pasan.
Me quedo para la última mientras ayudo a Sophie con los pequeños. Alessandro, el menor, camina de mi mano mientras seguimos los pasos de su madre. Busco con la mirada a Simone mientras me pierdo el placer de admirar el paisaje nada más salir del avión. Todo lo que hago es fijarme en el hombre que hace unas horas dormía a mi lado. Ahora no tiene ojos para mí.
- Algo le pasa - susurra Sophie a mi lado - ve a ver que es. Yo me encargo de estos dos.
- Sophie, ¿te ayudo? - aparece Mario quitándole de los brazos al mayor de sus hijos para llevarlo hasta el coche. Sonrío viendo la imagen. Ni siquiera había hablado con el marido de Sophie, pero desde luego que daba la sensación de que iba un poco a su bola.
- Sube Lana, nos vamos de aquí.
Fabriccio me sorprende, y me abre la puerta trasera de uno de los siete coches blindados que nos estaban esperando allí. En una isla tropical en medio de la nada. Yo entro sin rechistar, y sonrío con pudor cuando me doy cuenta de que Simone ya está allí, en el asiento de pasajero que hay tras el piloto, que es Fabriccio ahora. Pero no me dice nada, ni siquiera me mira. Es como si desde que hubiera entrado en esa cabina, se le hubiese quitado las ganas de mí.
Me debato entre sí acercarme a él o no desde mi asiento. Nos separa el asiento del medio y un montón de sin saberes que guardamos en la garganta. A mí me duele verle así, pero como no sé si está así por el trabajo o si es por mí, decido olvidarme, no molestarle y dejar que sea él quien se acerque a mi cuando esté más calmado. Por eso decido sentarme bien recta y mirar hacia las preciosas vistas del mar que tengo ante mí.
¿Dónde estábamos? ¿En las Bahamas? ¿Bali? ¿Tenía yo siquiera un pasaporte que me permitiera llegar hasta aquí?
Pasamos un largo rato cada uno en silencio. Él miraba hacia el frente y yo hacía el horizonte mientras el coche andaba y andaba, solo se escuchaba de lejos una canción de mi cantante favorita, "Million dólar man". Parecía que la hubieran escrito para él.
Está bien. No lo aguantaba más.
- Simone... ¿estás bien? - pregunté con tanto cuidado...
- ¿Te preocupa?
¿Preocuparme? ¿Cómo no iba a hacerlo si era la única persona que me había tratado bien en años?
Además de mí Nonna, claro.
- Claro que sí, Simone. ¿Estás así por negocios o es por mi culpa?
- Negocios.
Fue todo lo que dijo, así que di por sentada la conversación. Pasamos el resto del viaje en coche de la siguiente forma: yo con la cabeza apoyada sobre mis brazos mientras me deleitaba con cada cosa que veía, y Simone mirándome a mi. Fijamente, como si de una obra de arte carísima se tratase.
- Ve a la habitación, ahora voy yo - fue todo lo que me dijo cuando paramos frente a una enorme casa con vistas al mar.
Comenzaba a creer que estábamos en Hawaii.
- Pero Simone...
- Haz lo que te digo, Lana. Tengo que asegurarme de que el perímetro es seguro. Aprovecha para hacer todo lo que quieras en mi ausencia, tienes la mejor de las suites para ti. - Asentí decepcionada mientras veía como se marchaba en dirección contraria hacia mí.
- ¿Qué pasa? - preguntó Sophie llegando a mi lado con una sonrisa de oreja a oreja - ¡deja a los hombres negociar y que se amarguen ellos solitos! ¡Estamos en una isla paradisíaca solo para nosotros nena! ¡Vamos a bañarnos en la piscina antes de que caiga el sol! ¡Y a tomarnos unos martini!
Me reí mientras la veía pasar por mi lado bailando con sus hijos de la mano. En ese momento la envidié. No le importaba lo que hiciera su marido, al final de la noche estaría con ella, y mientras tanto, ella sabría vivirse la vida sola.
- Vamos Lana, tengo órdenes estrictas de dejarte en tu habitación - escuché a Mario decir antes de que comenzara a tirar de mí.
- ¿Simone?
- Sophie.
No quise hacer comentarios a cambio. Asentí una vez más y le seguí el paso hasta una preciosa habitación blanca, con lámparas de mimbre y cortinas trasparentes. Se podía ver todo el mar desde la cama, y seguramente la mitad de la isla también. Estaba encantada con ella, y con el bikini blanco que me había puesto. Sin embargo...
- ¿Porqué no estás con Sophie y las demás en la piscina?
Pegué un bote en cuanto escuché su voz. Tardé dos segundo en darme la vuelta y dejarle ver únicamente mi espalda.
- Ya voy.
- ¿Ahora te da vergüenza enseñarme tu cuerpo, Lana? ¿Te recuerdo que ya lo he tocado a mi antojo? - su comentario me cae como un jarro de agua fría.
Así que me doy media vuelta y me desato lentamente ante su mirada el pequeño pareo que me había puesto para ocultar mi mayor defecto.
- No quería que nadie viese mi cicatriz.