Capítulo I

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El ansiado día había llegado.

En los grandes y lujosos salones de Etricane, capital de Gricia, podía escucharse la música de los alegres y escandalosos instrumentos entremezclándose con los rítmicos pisotones contra el suelo que, las altas esferas de cada reino, daban al compás de la música bailando sin control ni descanso. Festejando un día que no para todos era tan alegre.

Desde las paredes del exterior del recinto en el que se celebraba la gran unión, un joven de tez morena, cabellos castaños claros y ojos negros como la noche, ojeaba tan ensimismado como distraído las novedosas vistas de los altos y elegantes edificios de la adinerada ciudad.

Su traje ámbar y anaranjado con bordados dorados, le daba la libertad y autoridad suficiente como para poder desplazarse por todas las instalaciones sin ser detenido. Pero también provocaba que, miradas curiosas y despectivas, se clavaran en su nuca como afilados puñales.

Decidió salir a ese balcón en el que poder despejar su mente antes de que todo comenzara.

Dos jóvenes discutiendo mientras bajaban a toda prisa por las escaleras distrajeron su atención los minutos justos para olvidar sus deberes como príncipe de Arunas.

⏤¿Tienes fuego? ⏤le preguntó un chico de pelo negro. Sus ojos verdes hacían contraste con su piel un tanto quemada y le miraban con insistencia y leve desconfianza.

Alastair recorrió con la mirada al joven mientras expulsaba el humo de su cigarrillo ignorando su pregunta y devolviendo la vista al horizonte con una marcada indiferencia y leve superioridad.

Las vestimentas rosadas del muchacho indicaban que pertenecía a una familia noble del Reino de Gricia, pero los detalles en colores cobres le hacían pensar que, aun así, varios niveles sociales les separaban.

El chico soltó un soplido mientras buscaba con la mirada, sin éxito, alguna persona que estuviera por esa zona.

Alastair volvió a fijar la vista en las escaleras de la planta inferior por las que, las mismas dos chicas, volvían con grandes ramos de flores de diversos y vivos colores en cestas.

Los preparativos estaban casi listos y el nerviosismo y preocupación empezaban a dejar de poder ser disimulados.

Indeciso, decidió entrar para tener unas palabras con su padre pero, una chica encapuchada que salía a toda velocidad, chocó contra su cuerpo provocando la involuntaria caída de ambos contra el duro suelo.

Se levantó apresurada dirigiéndose a las escaleras laterales por las que se bajaba al piso inferior, sentándose en el primer escalón sin llegar a bajar.

⏤Maldita cretina... ⏤murmuró Alastair tirando el cigarrillo que le había partido con la caída.

Mientras, en las escaleras inferiores, las dos jóvenes apresuradas y distraídas chocaron también con un chico pelirrojo de apariencia bromista y escasos modales que cerraba tras de sí al golpear el pequeño trozo de madera que mantenía la puerta abierta.

Annelise, al caer, raspó su mano contra la escalera marcando una leve zona roja sobre su clara piel. Anudó su pelo castaño en una larga trenza y se agachó para recoger el desastre ocasionado por el muchacho, regalándole una fría mirada con sus ojos azules idénticos al color del cielo despejado.

⏤¡Mira por dónde vas! ⏤gritó malhumorada la chica de pelo negro y flequillo blanco. Sacudió su vestido verde mientras esperaba unas inexistentes disculpas. El chico no se paró continuando su camino y dando leves tumbos hacia los lados.

Astrid rodó los ojos con desagrado aguantando las ganas de gritarle alguna amenaza o maldición. Se agachó para ayudar a Annelise.

Terminaron de recoger las flores, pero algunas se habían estropeado. Enfadadas, sabiendo que iban a ser reprendidas, se dirigieron de nuevo al castillo, la ceremonia estaba a punto de comenzar.

Augurio ✔️ (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora