❝Eʀᴏs❞✓
•Eros (Cupido entre los romanos), que simboliza el deseo sensual, es el dios griego responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad.
[Lector/a por personaje]
«Lᴏ ᴜɴɪᴄᴏ ǫᴜᴇ ɴᴇᴄᴇsɪᴛᴏ ᴘᴀʀᴀ s...
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«¿Creer en el amor a primera vista? No, eso no pasaba en la vida real, o por lo menos así lo suponía hasta que conoció al chico rubio de atuendos extravagantes».
Mitsuya, el día hoy, amablemente le había pedido que, si es que podía, se presentará en las instalaciones de su escuela para ayudarle a medir algunos atuendos que había creado con anterioridad. Nada nuevo a decir verdad, pues no era la primera vez que lo llamaba para usarlo de maniquí, pero sí la primera en que su punto de encuentro era directamente el salón de costura de su escuela.
Normalmente, los encuentros eran en el hogar del joven de hebras lila. Le gustaba ese lugar, siempre olía rico, y se sentía un ambiente sumamente acogedor. Además, podía estar con sus pequeñas hermanas, mismas que siempre lo recibían con total cariño y entusiasmo. Le encantaba eso. Sentirse querido por dos mimadas y bellas señoritas.
Al llegar a las instalaciones de aquella institución, le envió un mensaje a Mitsuya, mismo que este no tardo en contestar, pidiéndole el favor de dirigirse hacia el salón correspondiente, esto debido a qué la persona con la que se supone que se encontraría para qué lo guiará, no se pudo presentar esa tarde.
A paso lento y algo temeroso, se acercó a un grupo de chicas que lo venían mirado hace ya un rato con atención, posicionándose frente de ellas con algo de vergüenza, preguntándoles sobre el sitio en donde se encontraba aquel salón de costuras.
Ellas, con un gran gusto y una sonrisa resplandeciente, lo guiaron hasta el sitio correspondiente. Indicándole el tocar un par de veces para llamar la atención de las personas dentro, alejándose después de aquella pieza grande de madera, con el suave temor de encontrarse con la chica de trenzas azabaches.
Sumamente agradeciendo por el gesto tan lindo que tuvieron con él, se acercó un poco más a la puerta, y una vez ya enfrente de aquella puerta de madera, acercó su mano para llamar a esta en un suave toque. Siendo recibido segundos después por unos grandes gritos, acompañados enseguida por una enorme disculpa.
Una joven de tersas azabaches se encontraba situada en el marco de la puerta, dando una gran reverencia al haberse confundido de persona. Tal parece que tantos gritos no iban específicamente para él, y eso llegó a aliviarlo en un santiamén.
Él, aún desconcertado y algo descolocado por lo rápido que fue todo, le mencionó el que no debía de preocuparse, además de que eran cosas que sucedían. Posteriormente pidiéndole permiso a la azabache, adentrándose al lugar en busca de su amigo, caminando hasta llegar al lado del chico de mirada cálida, quien no tardo en indicarle que debía de hacer mientras él preparaba las prendas que se probaría ese día.
