23. Es mi propio Dios👑

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Las paredes del palacio no eran malas a la vista. Sus colores grises claros se asemejaban a los del cielo en cierta forma, daban paz. En algunas habitaciones, los cálidos tonos de mármol, las figuras artísticas con que estaban delineados daban la sensación de estar en medio del campo. Pero los pasillos eran muy largos, las vistas eran las mismas. Llenas de pintura de personas que no conocía, grandes personas seguro, mas no le interesaba. Para Prem, incluso si trataba de mirar con otros ojos, nada cambiaba. Los sonidos ensordecedores de los murmullos extremadamente bajos eran agonizantes y lo conducían a la locura en las mañanas.
Añoraba despertar con el canto de un ave. Ninguna en particular. Solo ansiaba escuchar a un ave trinar. Los animales despertando, ardillas royendo bayas, los conejos rascando sus largas orejas, alces, peces, el río, el viento, todo. Extrañaba las emociones que experimentó desde que fue abandonado en el monte por Ésaco. Jamás diría que despreciaba el acto, había conocido lo mejor de su vida.
Ojalá sus padres estuviesen aún junto a él y su hermano Abere. Quizás si le pidiera a su rey cambiar su deseo este tuviese compasión y le dejase visitar a su hermano y... que tonto era. ¿Qué le hacía creer que el rey permitiría tal acto? Debía levantarse de una vez por todas del lecho y darse un baño para dejar de delirar con los ojos abiertos. Aún no amanecía.
Y ya se encontraba solo. Su rey no había dormido en días a su lado. Galatea decía que era porque estaba ocupado con asuntos del reino. Cosas de suma urgencia. Prem comenzaba a pensar que se trataba de evasión a su persona. Ahora, enfermo, no le servía para nada. Ni para saciar una simple sed sexual.
Luego de aquel día en la habitación de trabajo de su rey, Prem había enfermado nuevamente. Goldie dijo al rey que se debía a que no había expulsado el veneno en su totalidad y la actividad física o las fuertes emociones podían desatar graves alteraciones en su salud, respiración dificultosa e incluso, tos ensangrentada. En fin, era cuestión de tiempo para que el rey se diera cuenta de que no servía más y le revocara su título y le enviara de regreso a Ésaco. Solo de pensar en ello, comenzó la tos alterada.
El hetero cerró sus ojos y respiró profundo intentando calmar sus latidos. Estaba asqueado del olor a mármol y medicinas mezclados en su nariz. Necesitaba hacer algo más para entretener su mente.
Entró al baño como se propuso, después de todo, era la orden de su amo. Siempre presentable y oloroso para cuando fueran solicitados sus servicios. Los que habían dejado de ser convocados.
Justo cuando salió a la habitación, saltó con susto. Una sirvienta que no conocía estaba haciendo la cama. - ¿Quién eres?
La joven reverenció y continuó con su trabajo sin mediar palabra. -Te hice una pregunta. ¿QUIÉN TE ENVÍA?
Silencio nuevamente. Al ver aquella situación, entró en pánico. Hacia unos días, alguien había intentado asesinarlo con veneno, luego, intentaron llegar a él y volver a intentarlo. Muchas personas habían sido asesinadas a sangre fría por ello. No podía más. Se echó a correr y al llegar a la puerta, esta se abrió.
-Oh, hetero real, veo que ha despertado con energías. -Dijo una risueña Galatea. Prem le miró con desconfianza y enojo.
-Galatea, esa joven ha entrado aquí cuando estuve en la otra habitación. ¿Quién es? Ni siquiera me responde cuando le pregunto. Ella... ella es...
-Ah, puede estar tranquilo. Ella ha sido enviada por el Consejo Agelao. La joven quedó muda a causa de una tortura que sufrió en otro reino. Nuestro rey la compró y la trajo aquí para servirle por lo que puede estar seguro con ella.
- ¿Quieres decir que el rey la liberó, ella le debe la vida y él la trajo para servirle en sus asuntos?
-Bueno, sí, él la trajo para servirle personalmente, pero no sé qué tanto hará aquí. -Galatea dejó caer su sonrisa de momento. Preocupada dijo en un susurro. -Ahm, Prem, sabes que el rey tiene todo un séquito de heteras ¿verdad? Ni su propia reina podría impedir que las tenga, menos un sirviente. Aún con tu estatus, deberías conocer tu lugar para no sufrir ni hacerte ilusiones.
Un chorro de agua recién sacada del río fue lo que sintió el hetero en su espalda. Figurativamente hablando. Ella tenía razón. No importaba cuanto demostrara o dijera que lo quería, su rey tenía el deber de procrear futuros sucesores y había leyes que también lo obligaban a mantener contacto físico con sus heteras personales.
Debía empezar a pensar en alguna forma de dejar de querer a su amo como lo hacía hasta el momento. Si seguía inservible, tal vez el rey le diera una habitación conjunta llena de otros sirvientes que no vería. Tal vez una dentro del reino, pero fuera del palacio. Necesitaba estar lejos de sus bicolores pupilas brillantes para olvidarlo.
-Dejemos a un lado ese asunto y cambiemos a las buenas noticias. Prem, ¡tendrás una visita mañana! Una muy importante. -Dijo Galatea volviendo a estar altamente emotiva como siempre y casi dando brinquitos de felicidad.
A Prem, no le sonaba de nada esa noticia. Aún estaba enfrascado en sus celos. No, no eran celos, solo estaba un poco deprimido y emocional debido a las medicinas, pero en cuanto estuviese mejor iría a cambiar su deseo. Saldría de la vida de la persona dueña de las pupilas disparejas. Dueñas de su todo.
Era su culpa, por entregarle su alma a cambio de nada y haberlo convertido en su propio Dios. Quien dictaba para que obedeciera como un perrito sin amparo.
- ¡Prem! ¡Despierta, por el amor de todos los dioses! ¿Has escuchado algo de lo que te dije? Es importante. -El adorable puchero que hizo Galatea mientras rezongaba por no ser atendida fue suficiente para disipar la nube de molestia que sintió al ser agitado por los hombros.
-Lo siento, Galatea, no estaba prestando atención. -Y vaya que era verdad. Estaba sentado a la mesa con el desayuno en frente y no se había percatado de eso. Cada día estaba peor.
-Entonces, esperaré a que pase tu humo de celos y recelos para con esa muchacha nueva y regreses a lo importante. -Dijo cruzando sus blanquecinos brazos sobre su busto en una rabieta de niño.
- ¡No estoy celoso! ¡Solo algo medicado y por eso me siento mal!
-Ajá. Claro, si eso hace que tu sueño no se escape en las noches, créetelo.
-No ayudas, realmente. -Esta chica, en poco tiempo se había convertido en una buena amiga. Se había dado el trabajo de conocerle, sus gustos y necesidades. Ojalá pudiese tener su propia familia, estaba seguro de que sería una excelente madre, una ejemplar.
-Como sea, debes saber que Abere llega mañana junto a su esposa, así que...
-Espera. -Interrumpió presuroso.
- ¿Qué quieres decir? Abere. -Solo conocía una persona con ese nombre y al ser nombrado con tal normalidad por Galatea, como si lo conociese, pensó que era la misma persona así que pregunto. -¿Mi hermano Abere vendrá al reino?
-Así es. El rey lo invitó.
-Junto a su esposa?
-Sí, ella y su hijito Paris.
- ¿Paris? ¿Tienen un hijo llamado Paris?
-Sí, como tú cuando llegaste al reino.
-Y ¿Dices que el rey los ha invitado aquí?
- ¿Me estas escuchando? No repitas más mi monologo al que no estás prestando importancia.
-Eso es imposible, el rey jamás haría algo así. Él no es así.
- ¿Exactamente cómo soy, Prem? -El nombrado se congeló cual glaciar leído en libros antiguos. Un ''majestad'' en conjunto sonó en la sala. Los sirvientes presentes reverenciaron y detuvieron todo lo que estaban haciendo. Galatea y Prem se levantaron rápidamente de sus asientos para mostrar respeto.
El rey se detuvo al frente de un Prem con la cabeza más baja de lo normal. -Entonces hetero real, no se quede callado ¿me dirá cómo soy?
El hetero quedó en silencio. Cualquier palabra que soltase, sería un error. Sacaría su frustración de días acumulada, sus celos de esta mañana al despertar y ver a una sirvienta personal, además de su repentino cambio de deseo. Todo se le juntaría al igual que las lágrimas que derramaba sin control.
-Todos fuera. AHORA.

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