16. Ataduras confusas👑

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Cólera. Eso describía perfectamente el estado de ánimo del rey. Las emociones del rey Boun. No había nada más tormentoso que verse amenazado. No le gustaba sentirse como un león enjaulado con esperanzas de comer y sin serle permitido. Y pensando en comida, ahí estaba uno de los majares más deliciosos que sus ojos hubiesen visto en siglos.

Su esclavo Prem, colocándose a los pies de su cama, en espera de su llegada. Un error al sentarse hizo que cayera torpemente y, por supuesto que el rey no pensaba ayudarle. Era el rey de su pueblo y para labores inútiles tenía a sus sirvientes. Pero, más allá de todo pronóstico, hizo un gutural gruñido a su fiel servidora Enone, impidiéndole tocar su tesoro. Era solo de él y para él. Hecho para ser destrozado por sus propias manos y cuerpo.

Debía estar mal de la cabeza desde su conversación con la ninfa. Se halló corriendo a socorrer a un Prem caído. - ¿Puedes levantarte?

Los enormes ojos verdes y miel se abrieron con sorpresa ante la palpable preocupación del rey hacia él. Prem asintió casi en confusión. -Palabras, Prem.

-Estoy bien, mi señor. -Dijo el sirviente, tragando duro su nuez.

-Bien, ahora, lentamente. -Sabiendo lo que había visto, casi se sintió mal de saber que tenía razón. El tobillo derecho de Prem se había torcido un poco. Levantó la mano para despedir a las sirvientas alrededor y pidió a Enone que se acercara.

-Ve en busca de alguna medicina que sirva para el dolor en su tobillo. -Enone reverenció rápidamente y se retiró.

Una vez estando solos, el rey accedió a otro imposible suceso para él. Estaba colocando a Prem sobre su lecho. Inaudito, tanto o más que su patético acto de antes. Si, su pequeña charla de antes lo había metido bajo el lodo a prisa.

-Mi... mi señor. -Intentó replicar Prem, más la visión de los cristales dispares de su amo lo distrajo como al rey le secó la garganta el enfoque en la piel expuesta de la túnica lila pálido. Agua bailando sin pudor en su clavícula. Yendo hacia el sur despreocupadamente y sin pausa.
Pronto se vio descubriendo con sus manos el blanquecino cuello y uno de sus hombros para besarlos y acariciarlos con su lengua. Quería enjuagar cada rincón que hubiese tocado incluso el agua. Se sentía celoso, impulsivo y frustrado por todo. Mordió sin darse cuenta al principio. Luego, sabía que estaba dañando la piel del hombro, que estaba marcando el cuerpo ajeno, pero al ver que Prem solo lloriqueó e intentó zafarse, se sintió aliviado.

Prem pertenecía a él solamente. Nadie le arrebataría lo que era suyo. Ni los dioses. No cuando se le dificultaba pensar y actuar elocuente con su título en momentos como este. Iba a destruirlo para que no tuviese fuerzas para huir o dejarlo tan inútil que nadie quisiera llevarlo de su lado.

Tan narcisista y dominante como estaban sus emociones, sentía la necesidad de perpetuar con actos la reafirmación de sus pensamientos. Era un caos en su mente. -Déjame escucharte.

No obtuvo respuesta audible. El estremecimiento en la piel debajo de él no le fue suficiente. Quería más. Se sentía hambriento.

Se retiró para ver las expresiones y encontró la mejor vista. Color agitado desde las mejillas hasta el pecho, boca ligeramente abierta, y para acabar, una mezcla de colores vidriosos en sus ojos. Era un desastre, uno que amaría amarrar a su lecho hasta saciar su sed de dominancia.

-Sabes, hoy fui retado por alguien a quien no debo confrontar. -Casi ríe cuando el sirviente jadeante frunció las cejas ante el cambio brusco de ambiente. Había aire espeso, sexual.

-Se atrevió a amenazarme con llevarte lejos. A penas me contuve de arrancarle la cabeza a esa mujer. -Gruñó chirriando los dientes.
Al ver que Prem no se atrevía a interrumpir y saciar su curiosidad, prosiguió. -Puede que sea un rey muerto al amanecer, así que te haré mío como si fuera el final de mis días.

Manipular se le dio bien siempre, usar las palabras, su estatus y la fuerza era un don. Estaba ebrio de una necesidad que no admitiría tener ante otros, por tanto, esperaba que Prem no viera a través de él. Y si lo hacía, que fingiera no saber. -Soy un rey déspota cuando quiero, no daré mi brazo a torcer si tengo una orden, siempre espero ser obedecido y nunca desafiado.

Aprovechando su monólogo y la falta de palabras en el aliento de Prem, río. -Realmente caíste en el peor lugar que podías encontrar. Mis brazos no son para alguien tan frágil como tú.

-Señor, yo... um... -Se detuvo pensando en si estaba bien que hablase sin ser requerido. Sin duda iba a ser castigado. Pero Prem estaba seguro que amaría el castigo. 3l rey alzó una de sus perfectas cejas gruesas haciendo a Prem tragar. -No me importa, ya no. Antes estuve temeroso de usted, de sus enojos y sus castigos, pero ahora que no puedo estar lejos, prefiero mil veces eso a despertar un día y no estar aquí en su habitación. Prefiero ser dañado por usted. -El rey rió a carcajadas estrepitosas. El pobre sirviente no sabía en qué se había metido al soltar esas palabras. Ah, de veras necesitaba romper a este sirviente de personalidad romántica.

-De ante mano te anuncio, estarás en peligro ahora que la ninfa se cree con poder de desafiarme y volver en mi contra a Helena. También, usaré tus palabras en tu contra cada vez que pueda, porque soy un tirano. Haré que duela un castigo y no me llevaré eso en mi conciencia porque no tengo la suficiente, no soy alguien débil de corazón como aparento. Aún si te digo todo esto, ¿quieres quedarte o prefieres tu libertad?

Prem abrió los ojos con sorpresa nuevamente incrustada en sus pupilas. -¿Li... Libertad, amo? ¿Usted dejaría ir una posesión insignificante como yo si se lo pido?

La sonrisa regalada por su amo lo dejó más desconcertado que antes. Él nunca sonreía por algo bueno, tampoco daba opciones diferentes a un mandato, pero aún, jamás de los jamases daría riendas sueltas a un pobre sirviente sólo porque se lo pide. Esto debía ser un error. Sí, eso, estaba delirando, muerto o escuchó mal.

-No eres insignificante. Tanto si te dejo ir, como si te doy un estatus a mi lado, haré que Ésaco se revuelva y se enfurezca. Quién sabe, quizás le dé un arranque de ira y me deje matarlo finalmente. -Dijo con total normalidad en un recogimiento de hombros. A Prem debería parecerle espeluznante, pero estaban en shock. Él sabía que su amo tomaba decisiones calculadas. Y con todo eso, seguía pareciendo bondadoso. Hasta lo veía como el sol, tan radiante y tan ardiente que era capaz de calentar todo su cuerpo.
El sirviente avergonzado por sus pensamientos, se removió incómodo.

El Rey deslizó un poco más la prenda ajena, apretó un frijol en el pecho y lo hizo rodar en sus dedos, tiró y bajó a morder. Haciendo de su invitado un revoltijo de suspiros y sonidos sin terminar salientes desde su garganta.

Prem tragó seco y miró por primera vez, sin que le fuera ordenado, las pupilas bicolores de su amo. Hambre, desasosiego. Endemoniados ojos dispares que lo hechizaron. "Si me hubiese preguntado hace unos días qué quería, definitivamente diría que: mi libertad. Por desgracias o por suerte, estoy atrapado a su merced". -Amo, ya no me importa lo que haga conmigo, sólo deseo permanecer a su lado y serle útil.

Río ladino. Esto sucedía con una idea malévola en su pensar. -Bien, ya que es tu decisión. Te concederé un deseo. No lo gastes innecesariamente, piénsalo bien.

Prem abrió Los labios, intentó que salieran palabras, pero fueron suplantadas otro par de labios bloqueando el eco de sus pensamientos racionales. Cuando el rey se apartó, su sonrisa malvada persistió. -Más tarde, mi hetero necesitado, primero voy a tomar lo que es mío. Tu cuerpo, tu alma, todo tu aire.

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