10. Afrenta aplacada👑

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Sedas preciosas, desde la ropa interior hasta el quitón que delineaba su pecho y cintura, alargaban sus piernas y daban el aspecto de ser alguien noble. Alguien de alcurnia. Alguien que no era.

Prem observó a Enone hincarse en el suelo para colocarle las sandalias en sus pies. Se sobresaltó para impedirlo. No estaba acostumbrado, no importaba cuáles fueron las órdenes de su amo, él siempre se valió por sí mismo para todo. -Enone, yo puedo hacerlo solo.

-Conoces las órdenes del rey, Prem. Ahora debes ser tratado con la importancia de tu título. Si no empiezo yo, los sirvientes de menor rango no te tomarán como tal.

-Sí, pe... pero aun no tengo ese dichoso título, y en todo caso, no cambia mi realidad, solo la distorsiona. -Así era, seguiría siendo el esclavo regalado al rey desde el país enemigo.

Enone le dedicó una mirada compadeciéndose del pobre esclavo. No porque pensara que daba pena su estatus y situación, sino porque Prem n entendía la clase de privilegios que tendría desde ese instante. La pequeña sirvienta sabia, no hubo ni una sola hetera capaz de consumir la atención de su rey desde que lo conoció. Nadie era lo suficientemente hermoso, digno y puro a su alrededor. Ahora que había aparecido alguien... solo esperaba que Prem no fuese uno más en el purgatorio de los desleales.

Al caer el anochecer, Prem fue camino al salón de fiestas del palacio. Había perdido el tiempo de una puesta de sol porque Enone se había despintado de un pequeño detalle en su vestimenta. Ahora estaba llevando un collar de cuero con piedras brillantes que dedujo, tenían un valor incalculable para él. Este collar representaba una distinción especial entre el resto de los esclavos, sirvientes y cortesanas en todos los palacios de la región de Hélode.

Se sentía marcado, diferenciado y hasta humillado. Pero para su gran pesar, era del tipo de humillación que no le desagradó, puesto que era el único sirviente en el reino entero que poseía esta distinción. Era una clara señal de que en su mente estaban desarrollándose cosas tenebrosas, cosas que años atrás le hubiesen parecido atroces. Como esto de dejarse esclavizar por un tirano, ser regalado a otro posiblemente peor y servir para calentar la cama de alguien más. Alguien que temía y no amaba. Porque sí, era cierto que no le amaba, después de todo era un amo impuesto. Aunque mejor que Ésaco, seguro, y eso bastaba para esmerarse en servirle.

Finalmente, se detuvo ante la enorme y enmaderada puerta que daba paso al salón. Los guardias rectos en posición alerta abrieron las puertas para que entrase. El olor agrio de la lujuria estaba manchando el aire junto al humo, las risas y toqueteos que provocaba el vino y la compañía de las cortesanas daban una imagen pecaminosa. No le gustaba.

Prem dio un paso atrás, pero no por el ambiente degenerado en el interior del salón, sino por la figura sobresaliente, Ésaco se erguía por sobre el resto de nobles en aquella mesa llena de manjares de todas las especies. Sus piernas comenzaron a temblar, las palmas de sus manos se frotaron contra el quito constantemente, intentando eliminar los restos de sudoración forzosa. No podía con ello, se iba a desmayar. Haría que su amo tuviese la imagen de regente débil con esclavo débil. Él iba a hiperventilar.

De pronto, el collar de cuero alrededor de su cuello ya no se sentía tan opresor. Estaba drogado con otra presencia que emergía, acaparando su pensar.

La mirada profunda de su nuevo rey, le daba confianza para levantar su barbilla y caminar hasta llegar a donde su amo pudiese darle órdenes. Su amo, el que prometió dejarle servir sin ultrajar su integridad del todo. Quien incluso le permite tomarse su tiempo hasta que esté listo para "servir". El mismo que mantiene su dominio sobre todo y todos sin dejar de ser benevolente y magnifico. El único que sabe revolucionarle las emociones a niveles intoxicantes.

Una pipa exhalando humo irreconocible y la mirada tenebrosa de su anterior rey le dijeron a Prem lo que pensaba. No debía darle paso a una alegría temporal. Corta. El sonido de garganta que brotó desde el rey de aquellas tierras sacó la atención del llamativo sirviente recién llegado. Dejó en claro, su mascota era intocable.

El rey alejó casi con brusquedad a la cortesana que trataba por todos los medios ganarse su favor. El poco tacto al apartarla para darle cabida total a Prem no pasó desapercibido por ninguno de los presentes. Prem, nervioso, comenzó a buscar con la mirada a Enone, quien claramente estaba cerca del rey a espera de sus próximas órdenes. La pequeña sirvienta le sonrió y con solo la mirada le pidió altivez, no importaba de donde la sacase.

Boun esperó con discreción a que su sirviente cambiara la actitud y entrase en su papel, necesitaba a un hetero coqueto, solo con él, a alguien sumiso que diera la evidencia de su poder. Cuando lo consiguió, se relajó y sonrió artero.

- ¿Este no es mi sirviente, Boun? -Claramente, Ésaco no sabía su lugar en aquellas tierras. Cuando habló con ese despectivo y autoritario tono, la sala se silenció por completo. Su rey enemigo, dueño de todo en dicho palacio le miró con la ceja alza. ¿Cómo se atrevía un forastero a discordar?

Levantó la barbilla ofensivamente. -SI se refiere al esclavo que intercambié por una enorme fortuna, sí. Este mismo es.

El salón se llenó de gemidos sorprendidos y balbuceos lejanos. Ambos reyes estaban en afrenta por un simple siervo.

-Pero, usted dijo antes que iba a castigarlo. Yo lo veo bien, hasta su piel cambió. -La voz de Ésaco resonó grave y ronca pero alta.

Boun pasó una mano tras la cintura a su lado tirando de aquella persona hacia su regazo, dejando a Prem sobre él con delicadeza. -A veces los castigos de flagelación, humillación o ultraje, no son los adecuados. No es que él no los reciba, lo hace, pero para una persona tan importante como es, el mayor castigo es servirme por lo que quede de su vida. Es algo en lo que nadie puede interferir ya que su nuevo amo, soy yo. -Las claras palabras cerraron tanto las bocas como el tema en cuestión. Todo, menos el pensamiento de venganza por parte de Ésaco por tal humillación.

Las miradas entre amo y sirviente real a veces se encontraban, sonreían con complicidad y confianza, eran ajenos a las horrendas observaciones de Ésaco. La velada pasaba entre conversaciones sin sentidos, otras vulgares y otras denigrantes hacia los de menos rango. Boun, aún en las bochornosas charlas a las que estaba sometido, no participaba para dar una opinión, la pasó negando y asintiendo. Se mantenía al margen de ello cuanto podía y se excusaba con la distracción que representaba Prem para él.

Era mejor y más gratificante para este rey sobar la espalda baja de su sirviente en su regazo mientras aparentaba indiferencia. Mucho mejor acariciar sin intenciones ociosas las esbeltas piernas y los gruesos muslos a través del quito, antes que perder las oportunidades que Prem le daba al no tensarse por su toque o rehuir.

Dado un momento, su sirviente callado y comportado, sintió hambre. La vergüenza que le hizo pasar su estómago cuando retumbó, conllevó a sus orejas a tornarse coloradas. Pasando como sin importancia, Boun tomó una ramita de cerezas y, aunque de forma casi obscena, le hizo ingerirlas. Prem dio de beber a su amo y este en retribución, le dio frutos como si fuese un beso de una boca a otra. Las acciones promiscuas fueron aplaudidas y celebradas por casi todos los invitados. Pronto llegó carne y frutas exóticas del Occidente, pero fueron el vino y las uvas lo que causaron la retirada de ambos. Boun aprovechó esa oportunidad. Tomó de la mano a su cortesano informando que su estadía se acababa por problemas que requerían de su atención.

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1. Me dicen, ¿qué les parece está historia?

2. ¿Creen que Prem tendrá el título que le prometió el rey?

3. ¿Saben de relaciones Kármicas?

🖤🥦❤

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