Capitulo 4 – ¿Asesina?
— ¿Qué Matthew qué?— grité a más no poder.
—No grites, Alice. — me regañó mi mamá.
— ¿¡Cómo no quieres que grite!? Es una catástrofe.
A lo que yo domino catástrofe es que Matthew Sanders se quedará por una semana en mi casa. ¡Por una semana! Y lo peor de todo, tendría que vivir con los dos sin cerebro por una semana.
¿Ahora entienden por qué es una catástrofe?
—Alice, no exageres. Matthew es un chico simpático y muy amable, no entiendo porque reaccionas así. — dijo mi mamá.
Suspiré, sabía perfectamente que cuando discuto con mamá, nunca gano.
—Está bien. — enojada salí de la cocina para subir rápidamente a mi habitación.
Este día había empezado muy mal y no termina mejor.
—All—escuché como me llamaron y tocaron la puerta. — ¿Puedo pasar?
—Técnicamente no puedes porque la puerta está cerrada.
—Cada día me sorprendes más, Robinson. —confundida me levanté de la cama para abrir la puerta.
— ¿Qué quieres? No tengo ganas de discutir. — dije una vez abierta la puerta.
—Ya te dije. Quiero pasar. — Matthew se movió hacia la derecha para intentar pasar pero inmediatamente yo me moví hacia el mismo lado para evitar que pasara. — ¿No vas a dejar que pase?
—Claro que no.
— ¿Y por qué no?
—Porque no quiero que veas mi habitación. Además, necesito una justificación para que pases a mi habitación.
— ¿Qué tienes en tu habitación, Robinson? ¿Una bomba nuclear?
—Nada de eso, Sanders. Simplemente, no vas a entrar y punto.
—Eres terca al igual que tu hermano.
—Lo tomaré a eso como un cumplido. — sonreí victoriosa y cuando estaba a punto de cerrar la puerta un brazo evita que lo haga. — Matt, quita tu brazo. ¿O quieres que te lo rompa?
—Nunca me habías dicho Matt.
—Entonces si quieres que rompa tu brazo— con todas mis fuerzas cerré la puerta, escuchando quejidos de parte de Matthew.
Me acosté nuevamente en mi cama y comencé a hacer la tarea de matemática. Era algo sencillo, pero llevaba tiempo hacerlo.
—Si menos dos equis es igual a ocho sobre tres...— resolvía los últimos ejercicios hasta que escuché como intentaban abrir la puerta del balcón.
Dejé la tarea de un lado y fui por mi desodorante. ¿Qué? Si es un ladrón, que posiblemente lo sea, le echaría un poco en la cara.
También busqué en mi armario mi palo de hockey por si el desodorante no funcionaba.
Me acerqué lentamente hacia la puerta del balcón – que todavía intentaban de abrirla – y puse mi mano sobre la perilla. Suspiré y de un tirón abrí la puerta para luego tirar todo el desodorante hacia la persona que había intentado de abrir la puerta.
Comencé a tirar el desodorante sin saber quién era el que intentaba de abrir la puerta y luego agarré el palo de hockey y le pegué dejando a esa persona en el suelo.
Cuando el humo del desodorante se esfumó, me di cuenta de quién era la persona a quien le había pegado.
Matthew.
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Diario de una típica adolescente
HumorAlice Robinson es otra chica más del instituto, con la excepción de que ella posee algo que ninguna chica tiene a los diecisiete años: un diario. Desde su noveno cumpleaños, no ha parado de escribir y dibujar en él. Diario se había convertido en su...