Capítulo 2 — ¿Dónde está mi diario?
Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue ir a mi habitación y tirarme en mi cama como si no hubiera mañana.
Cerré los ojos por unos minutos y luego los abrí cuando mi hermano entró en mi habitación.
—All, me voy a la casa de Matt. ¿No importa que te deje sola, no?
—Está bien. Vete. — el besó mi cabeza y luego salió de mi habitación. Minutos después escuché como se cerraba la puerta principal y luego el motor del auto de mi hermano.
Me senté en mi cama y saqué los libros de mi mochila. Tenía que hacer la tarea, pero por suerte mañana sería viernes.
Saqué los libros de historia, matemática y biología para realizar la tarea. Antes de hacerla, quería escribir en mi diario, necesitaba desahogarme.
Lo busqué en mi mochila y no lo encontré. La desesperación comenzó a apoderarse de mi cuerpo. Saqué todos los libros de mi mochila y no estaba en ninguna parte.
Me levanté de la cama y comencé a caminar por toda mi habitación intentando de hacer memoria en donde podría estar. Sé que al instituto lo llevé porque escribí en él en la sala de castigo...
El castigo.
—No sirve de nada esconderte, Robinson. — suspiré y levanté la vista. Matthew se encontraba al lado mío con una sonrisa arrogante.
Una estúpida sonrisa arrogante.
—No estaba escondiéndome. Solo buscaba mi lápiz.
—Lo que digas, Robinson.
Negué con la cabeza y miré hacia mi diario. Al notar que seguía sobre la mesa, lo cerré y lo guardé bajó la mesa. No quería que Matthew se enterara sobre mi diario.
¡El diario quedó en la sala de castigo! Tomé un buzo color negro y me calcé nuevamente las zapatillas. Bajé corriendo las escaleras y tomé las llaves de mi casa. Salí de mi casa y comencé a correr en dirección al instituto.
Si alguien leía mi diario, se enteraría de toda mi vida, literal.
Llegué al instituto y justo el conserje estaba a punto de cerrarlo.
— ¡Espere! — grité. Corrí hacia la entrada del instituto, donde se encontraba el conserje. —Por favor, déjeme entrar. Necesito buscar algo. —dije con la voz entrecortada de tanto correr.
— ¿Es tan urgente, señorita? ¿No puede esperar hasta mañana?
— ¡No! Necesito entrar ahora, por favor— hice un puchero y el conserje suspiró.
—Solo cinco minutos.
—Gracias. — lo abracé y luego entré corriendo en dirección a la sala de castigo. Entré al salón y revisé en todos los bancos — ya que por mi corta memoria me había olvidado donde me había sentado — y no lo encontré por ninguna parte.
Fui hasta la secretaria, quizás allí en la caja de las cosas perdidas, esté. Revisé la caja una y otra vez y no había rastro de mi diario.
Estaba perdida. Alguien tenía mi diario. Y si ese alguien que tenía mi diario lo había leído, se enteraría toda mi vida.
** ** **
— ¿Dónde estabas All? — preguntó Derek, mi hermano.
—No estoy de muy buen humor, Derek. Necesito estar sola. — subí las escaleras y me tiré en la cama de mi habitación.
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Diario de una típica adolescente
HumorAlice Robinson es otra chica más del instituto, con la excepción de que ella posee algo que ninguna chica tiene a los diecisiete años: un diario. Desde su noveno cumpleaños, no ha parado de escribir y dibujar en él. Diario se había convertido en su...