"Un bailarín muere dos veces; una cuando deja de bailar, y esta muerte es la más dolorosa"
Es una rutina a la que Jungkook se ha sometido día a día al lado de un hombre al que odia. Sus emociones están al borde y su único escape es el baile. La danz...
Parece un sueño, porque pensaba que eras un monstruo
Incluso cuando la bestia era yo"
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Taehyung está helado.
No es capaz de decir algo porque palabras no tiene. Eran las nueve – ¿quizá diez? – y ya deberían haber mandado a alguien a buscarlos. Le rogó a los dioses que algo los interrumpiera porque él era muy cobarde para afrontar este tipo de situaciones.
Taehyung nunca estuvo con alguien fuera de celo. Ni siquiera se había atrevido a llegar hasta el final porque no sentía esa necesidad. El sexo no era algo que le quitara el sueño y no esperaba siquiera vivir lo suficiente para tenerlo.
Pero helo aquí, sin saber qué responder cuando Jungkook se lo había propuesto.
No debía, no debía. Heriría muchísimo más al omega si se entera que está con un traidor, y si llegan a hacerlo será peor.
Creerá que lo usó, que la rebelión quería jactarse de haberle robado la virginidad al menor de los Jeon, no podía evitar que ese tipo de inseguridades lo frenaran.
Si supiera, ¿Jungkook lo perdonaría? ¿Le dejaría siquiera explicarse?
"No soy... la persona que crees. No soy bueno, ni santo. He hecho cosas malas, y tú mismo me lo has dicho- ¿Por qué quieres estar conmigo?"
Son un par de segundos los que le lleva pensar en la respuesta, Taehyung mirándolo a espera de que se arrepienta, de que se ría y diga que estaba bromeando, que-
"Precisamente porque sé todo lo malo de ti" responde el omega, encogiendo un hombro "Sé que eres egoísta e hipócrita, por lo que sé también que no hay algo que pueda hacerme arrepentir si ya te conozco."
Oh, dioses. Párenlos ya, esto no estaba escrito para ser así.
Taehyung aprieta los labios, no sabiendo qué responder ante ello-
"¿Lo va a hacer?" pregunta el omega, y Taehyung sólo necesita mirarlo una vez más para decidirse.
Podría arrepentirse mañana, dejaría que le caigan todos los castigos divinos que puedan otorgarle los dioses por atreverse a ponerle una mano encima al que se supone, era su fruto prohibido.
Su yo de la adolescencia estaría llorando de felicidad.
Y quizá, ese sentimiento no había cambiado mucho.
"Si quieres parar, me lo tienes que decir" comienza, viendo al omega perder la tensión en sus hombros y apretar en su lugar la mano que aún sostenía del alfa "Si algo no te gusta, me lo dices. Y si no quieres hacerlo nunca más, tienes todo tu derecho de hablar."
"Okay"
"No te quedes callado si no te gusta que haga algunas cosas."