Una cita, no cita 2.

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Después de recoger a Margoth, de los brazos de Abigail. (La cuál esperaba, fuera en el auto) Thomas caminó, en dirección a la plaza mayor de la ciudad.
Pues a su hija, le gustaba mucho, pasar el rato allí.
La vió caminar, de un lado a otro. Buscando llamar la atención, de otras niñas.
Notó a unos de los vehículos del Rancho, detenerse a pocos pasos de ellos. Vió bajar a Evangeline de el, y abrir el capó de la camioneta, y revisar dentro de el.

-Margoth ven aquí - dijo, y alzandola en brazos, fue hacía donde estaba el vehículo.

-Eva - dijo Margoth, y Evangeline levantó la mirada.

Se sorprendió de verlos allí. Creía que habían regresado al Rancho.
Iba a matar a los muchachos, al no pasar el informe, de los movimientos de él.

-¿Está todo bien? - pregunto el príncipe de Salem.

-No lo creo - respondió ella, mientras daba un beso, en la mejilla de la niña. Thomas notó, que a su hija, Evangeline, le caía bien - . De pronto, dejo de funcionar. Pude estacionarlo aquí, con lo último del impulso, del arranque.

-Parece ser que sabes de esto - él sonrió, mientras ofreció, a que sostuviera a Margoth, en sus brazos - . Veré que es lo que tiene. Pero tú, no dejes a Margoth en el suelo, le gusta escapar corriendo, cuando tiene oportunidad.

-De acuerdo - él revisó el vehículo con detenimiento - . Creo que es su correa de distribución - él volvió a mirarle sorprendido, pues creía lo mismo - . Me gustan los autos - le dijo, a modo de explicación, al verlo mirarle así.

-Eso parece - él volvió a reír, sin pensarlo - . A dos calles de aquí, hay un taller. Iré a buscarlos, para que lo revisen, y puedan arreglarlo.

-De acuerdo.

-Ven Margoth, acompáñame - la niña, se abrazó fuerte al cuello de Evangeline - . Hija, lastimas a la señorita Green.

-Yo puedo cuidar de ella, mientras va por ellos.

-¿Está segura? - ella asintió, él dudo, pero luego de darles unos consejos, fue en busca de ayuda.

A su regreso, vió a Evangeline y Margoth, reír a gusto, mientras jugaban en el Parque, con otras pequeñas. Aquello le hizo reír, aquella mujer, se comportaba como una niña, y su hija, disfrutaba de ello.

No pudo evitar pensar en Margorite. Quién siempre, se mostró reacia a los niños. ¿Cómo hubiera sido, con su propia hija?
Apenas, había podido convencerla, de tener a la pequeña, al enterarse de que estaba embarazada. Por ello, la culpa lo carcomía por dentro.
Si él no hubiera insistido en ello, Margorite, estaría con vida.
Aunque también, hoy no vería crecer a su hija.

-¿Y bien? - dijo él mecánico, que fue con él. Al ver, que él no le decía nada - . ¿Cuál es el vehículo? - lo señaló, y el sujeto, llego a la misma conclusión - . Le pediré a unos de mis muchachos, que vengan por el. Debo arreglarlo en el taller. Tardaré una hora, o un par. Ya que tengo a otro, antes que este.

El Amor De EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora